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—Omnisciente—
—Un año y seis meses antes.
❝—Bueno aparentemente todo se encuentra bien con el bebé. Está de aproximadamente cinco meses —es lo único que alcanza a escuchar.
Cassandra escucha como el hombre que acaba de examinarla se retira los guantes, aún así, es incapaz de escucharlo decir media palabra. Aunque no sabe reconocer si realmente las está diciendo, pero su mente se encuentra en otro lugar donde, su atención está completamente enfocada.
Probablemente es la segunda opción.
No podía dejar de pensar en Adam, su pequeño; a pesar de que es —o lo iba a ser— el hermano mayor del bebé que viene en camino, él siempre iba a ser su pequeño. Jamás podría sacarse de la mente la forma en la que lo perdió, forma que...ahora que lo piensa con detenimiento, se pudo haber evitado, si ella no hubiese sido tan descuidada y estúpida.
Estaban fuera de este «paraíso» como su esposo lo hacía llamar; resulta irónico para ella pensar que en este momento todavía existan lugares como éste, donde los muros protegen a una comunidad de los muertos, que se han levantado para acabar con toda la humanidad y con todos los demás seres vivos que pisan la tierra, en un inicio, cuando todo salió en las noticias, ella no lo creyó, creyó que era una mentira, o que lo controlarían: todo resultó ser una farsa.
Perdieron a su pequeño fuera del «paraíso»; seguían fuera de los muros mientras ella se dedicaba a recargar el viejo carro que habían robado días atrás con gasolina. Mientras ella se encargaba de hacerlo, su esposo buscaba comida dentro de la tienda abandonada que estaba en la misma bomba de combustibles, dejándola sola a ella, con su vientre de cuatro meses de embarazo y, con el hijo primogénito de la familia: Adam.
Hacía tanto calor que ella descuidó a su pequeño. Recogió su cabello y desabotonó los primeros tres botones de su sucia y sudada camisa. Seguía enfocada en el tanque del carro, asegurándose de que no se desbordase, y que tampoco se desperdiciase.
—¿Mami? —ella levanta la mirada, viendo al niño sacar la cabeza por la ventana—. ¿Será que puedo salir? Me estoy ahogando aquí adentro.
Bueno no tiene como decirle lo contrario, ella se estaba cocinando allí mismo. Habían abandonado Filadelfia casi un mes atrás, por el cumpleaños de su hermano. Y cuando quisieron regresar, los noticieros explotaron con la noticia de que un virus había comenzado a esparcirse por todo el mundo. Aunque intentaron cerrar los aeropuertos, ya era demasiado tarde. Un contagiado murió en un vuelo y mató a todos los que se encontraban abordo. Así comenzó a ocurrir en los demás lugares del país, una reacción en cadena que jamás tuvo fin.
