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—William—
Abraham había perdido los estribos. Ninguno de nosotros pudo detenerlo, en parte, porque todos nos encontrábamos tratando de digerir la gran bomba que Eugene nos acaba de tirar, y también...porque personalmente, yo no hice nada para detener los múltiples golpes que él le propinó a Porter.
Ninguno de nosotros quiso creerle en un inicio, pensamos que, no sé, maldita sea, tal vez se lo había inventado para que nos detuviéramos y dejáramos de pelear por la terquedad de Abraham. Rosita siendo la primera en negarse en dichas acusaciones.
—No, tú sí eres un científico —dice nerviosa—. Yo te he visto, sabes demasiadas cosas como para no serlo.
Es cierto. Es un tipo demasiado inteligente. Tanto que podría incluso superarnos a Addie y a mí, y eso es siendo verdaderamente humilde al respecto.
Niega—: Yo sólo sé cosas —dice apenado—. No sé cómo curar esto, pero lo que siempre supe, siempre creí muy dentro de mí que en Washington encontraría al menos una gran base, o una enorme oportunidad para seguir adelante. Washington después de todo fue la última ciudad en caer, y nunca se terminó reportando tal cosa. Es por ello que mentí, me dije a mí mismo que sí mentía y lograba convencer a aquellos a los que mentía de lo que decía era verdad, ellos me llevarían. Lo único que he estado buscando siempre es sobrevivir.
Rosita lo mira incrédulo, hasta dolida incluso. La comprendo, todos nos encontramos igual. Aunque se que a ellos les debe estar dando más duro éste tipo de declaraciones, después de todo, ellos han convivido con Eugene más tiempo que todos nosotros.
—Personas han muerto para traerte aquí, Eugene —bufa Rosita con voz entrecortada. El llanto está a punto de llegarle.
Él la mira—: Lo sé, lo tengo muy claro. Stephanie, Warren, Pam, Roger...Josiah, Dirk, Josephine...—incluso yo siento mis ojos humedecerse ante la rabia y la impotencia—...Bob.
Tara se hace de cuclillas en el suelo, también conmocionada. Maggie estaba tratando de controlar sus propias lágrimas. Glenn estaba estupefacto; y Abraham...bueno, creo que estaba a punto de perder la cordura. Todos estamos de la misma forma.
—¿Sobre qué más mentiste? —cuestiono, rendido. No puedo creer que haya traído a mi hijo en ésta situación tan absurda.
—También mentí sobre mi cabello siendo alagado por T. Brooks Ellis, no conozco a T. Brooks Ellis, pero leyendo sus libros...pensé que sería el tipo de persona que entendería el por qué soy como soy y me alentaría a ser mejor persona.
No puedo creerlo.
Bufo, riéndome con ironía. Varias lágrimas caen de mis ojos mientras sostengo a mi hijo, dormido en mis brazos de nuevo. Lo único que quiero es sacarlo de este maldito lugar ahora, antes de que sea demasiado tarde, y yo termine arrepintiéndome aún más del terrible padre que soy ahora.
