CAPÍTULO XXIV: LLAMA DIVINA

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 "¡El fuego del amor es una llama que Dios mismo ha encendido!

¡No hay mares que puedan apagarlo, ni ríos que puedan extinguirlo!"

Cantares 8:6-7

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Se cubrió el rostro con la mano cuando estuvo en el exterior y el sol de dio de lleno en la cara encandilándolo ligeramente. Había llovido toda la mañana y probablemente también en la madrugada, por lo que había estado estremeciéndose de frío desde que había despertado. Esa fue, de hecho, la única razón de que hubiese decidido salir de su encierro para aprovechar los rayos del repentino sol.

Niall no era una persona que se deprimiera. Antes de lo que le había sucedido en casa de Mark, había tenido días muy oscuros en los que no se aceptaba por completo y tampoco terminaba por aceptar la cercanía y los sentimientos que Zayn tenía por él... O los suyos propios hacia ese alfa. Habían sido momentos muy malos, pero incluso con eso, nunca había estado realmente deprimido. Nunca había sentido esa mencionada angustia y desesperación que arañaba por dentro y hacía sentir el pecho colmado de algo que no se iba con nada.

Pero desde que Zayn se había marchado a ese viaje del que no tenía idea cuándo regresaría, el beta creía estar muy cerca de ese horrible sentimiento. Niall había estado de acuerdo en que partiera, e incluso había permanecido sereno y había dado palabras de aliento y buena fortuna para quien estaba a punto de separarse de su lado. Fue un par de semanas después de su partida cuando el beta se topó con la difícil realidad, porque desde que lo había conocido nunca había estado lejos de él. Nunca había tenido que extrañarlo. Después de tanto haberse quejado en el pasado, ahora realmente agradecía el hecho de ser un beta y de no compartir un lazo intrínseco y tan profundo como el que compartían alfas y omegas por simple naturaleza. Porque si siendo un beta había noches en las que la preocupación y la necesidad lo carcomían, no quería imaginar lo que estaría sufriendo con un lazo de por medio.

Estar prácticamente inmovilizado era otra de las cosas que no podía soportar. Era terriblemente desesperante no saber lo que estaba sucediendo más allá de la finca. Normalmente no era una persona que perdiera la paciencia, pero estar en el refugio, esperando sin poder participar de casi nada, le estaba poniendo los nervios de punta.

Evitaba salir de su habitación porque le molestaban las constantes miradas. Y no quería parecer un malagradecido que no apreciaba la preocupación de los demás, pero odiaba sentirse un inútil. Había pasado más de la mitad de su vida sirviendo junto a su madre en la casa de Mark. Nunca le había molestado, le gustaba trabajar y ser de ayuda para los demás, así que ver como todos iban y venían haciendo lo que podían por mantener la finca en pie mientras él veía la vida pasar sin moverse con la soltura de antes, últimamente estaba causando estragos en su estado de ánimo.

Maldijo cuando la llanta derecha de su silla de ruedas quedó atascada con una piedra. Y estuvo a punto de maldecir de nuevo cuando uno de los alfas que cuidaban los alrededores del refugio se acercó de inmediato para saber si necesitaba ayuda.

—¿Necesitas...?

—¡Estoy bien! —interrumpió con voz más enérgica de lo que hubiese querido. Se sintió mal en cuanto las palabras salieron, porque el pobre hombre solo intentaba ser amable y él se estaba portando como una horrible persona—. Lo lamento —se disculpó de inmediato. Dio un par de jalones más en los agarres de la rueda y sintió pena por la mirada consternada del hombre que parecía no saber si debía acercarse a ayudarlo o no—. No estoy en mi mejor día. Sé que no es tu culpa. Yo simplemente me altero un poco cuando estoy preocupado y últimamente solo me preocupo y me preocupo y me altero y luego grito y...

ANDRAS: En el corazón del infierno (Libro 2 saga CIUDADES MALDITAS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora