CAPÍTULO XIII: LAS VEINTE LEGIONES

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"Sé lo que es vivir en la pobreza, y lo que es vivir en la abundancia. He aprendido a vivir en todas y cada una de las circunstancias, tanto a quedar saciado como a pasar hambre, a tener de sobra, como a sufrir escasez."

Apocalipsis 17: 9-10

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Con todo lo que estaba sucediendo en la ciudad y con los planes infructuosos para atravesar los muros de Abysso en búsqueda de las personas que habían sido arrebatadas de la finca, el deseo de encontrar algo que pudiera ayudarles, fue quizá lo que hizo que, inconscientemente, Julie terminara en esa casa en la que había pasado tantos años de mala vida. Sabía que era peligroso. La alfa se había enterado de que la mansión estaba abandonada desde el día en que comenzaron los ataques de los presos de Andras, y siendo Mark el principal objetivo de esos hombres, mudarse a los edificios de La Asamblea, parecía ser lo más coherente.

La enorme propiedad había quedado completamente desmantelada luego de que, como animales carroñeros, decenas de personas hubiesen participado en saqueos colectivos, llevándose todo lo que aún quedaba tras los ataques. Sin embargo, eso no importaba, porque ella no había acudido a la casa en busca de cosas de valor. Al menos nada que pudiera verse a simple vista. Su objetivo era la oficina de Mark, porque si todavía quedaba algo que pudiera ayudarlos, seguramente lo encontraría ahí.

Por eso, luego de haber acudido a hablar con Mark y haber escapado por muy poco de La Asamblea, la alfa se había aventurado a atravesar los túneles que se encontraban debajo del antiguo monasterio y que la llevarían a la parte vieja de la casa, a los sótanos. Un lugar en el que nunca había estado y en el que le esperaba algo desgarrador que cambiaría su vida para siempre.

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Julie ahogó un jadeo cuando escuchó aquel sonido proveniente de uno de los calabozos en el sótano. Había sido un sonido lejano, pero estaba segura de que había venido de allá adentro. Frenó sus pasos cuando estaba a punto de subir los escalones a la primera planta, y se dio la vuelta. El corazón le retumbaba en el pecho y tenía los ojos muy abiertos, todavía intentando acostumbrarse a la poca luz.

No fue el golpe lo que causó que su sangre se helara y un escalofrío atravesara su espalda de lado a lado.

—Pero qué mierda... —susurró apenas audible.

Un gemido adolorido se escuchó seguido de aquel golpe, y la alfa tuvo el imperioso impulso de correr y alejarse del lugar en el que estaba, pero no le fue posible. Por algún motivo, sus piernas parecían haber echado raíces. Estaba congelada con nauseas acumulándose nuevamente en su garganta, porque no se suponía que hubiese alguien allá abajo. Sacudió la cabeza.

Un nuevo quejido, esta vez más fuerte la hizo saltar en su lugar.

Yendo en contra de su mejor juicio, se acercó a una de las puertas, estaba medio abierta, así que intentó observar a través de la rendija. Como era de esperarse, no pudo distinguir nada, así que empujó lentamente la puerta. El rechinido la hizo estremecerse, pero terminó expulsando la respiración que había estado conteniendo, cuando se dio cuenta de que aquella habitación estaba completamente vacía.

Se atrevió a entrar y jaló de la pequeña cadena que colgaba del techo. La débil luz de una bombilla iluminó pobremente el lugar. Además de un par de cajas de cartón vacías, no había nada en esa habitación. Salió de inmediato.

Se acercó a otra de las puertas que tampoco parecía estar cerrada y empujó con cuidado. Tuvo que llevarse las manos al rostro cuando la pestilencia que venía de allá adentro le llegó como una bofetada. Nada más avanzar un par de pasos, tropezó con una pequeña lámpara de alcohol. Había un encendedor también y para su fortuna, todavía funcionaba. Encendió la lámpara de inmediato y pudo ver que un poco más allá había otra, así que la encendió también.

ANDRAS: En el corazón del infierno (Libro 2 saga CIUDADES MALDITAS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora