CAPÍTULO XII: LAS SIETE CABEZAS

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"¡En esto consisten el entendimiento y la sabiduría! Las siete cabezas son siete colinas sobre las que está sentada esa mujer. También son siete reyes: cinco han caído, uno está gobernando, el otro no ha llegado todavía; pero, cuando llegue, es preciso que dure poco tiempo"

Apocalipsis 17: 9-10

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Se estremeció por el frío y por la oscuridad de aquel túnel en el que jamás había estado, pero que siempre había sabido que existía. Se recargó en la pared cuando escuchó un ruido y varios chillidos a lo lejos. Con la mano puesta en su pecho, intentó tranquilizarse, entrecerrando los ojos.

Siendo una alfa... Una alfa de sangre pura, Julie tenía una excelente vista, pero no había forma de que enfocara casi nada en medio de aquella negrura. Tuvo que avanzar a tientas, sintiendo la pared helada y mohosa bajo las palmas de sus manos. No pudo evitar dar un par de saltos, chapoteando el agua mugrienta, cuando al menos tres ratas atravesaron corriendo a un lado de sus pies, removiendo la pestilencia y logrando que las náuseas subieran hasta su garganta. Tuvo que girarse a un lado, e incluso si llevaba más de una semana sin comer, tuvo que vomitar, vaciando el ácido de su estómago en medio de fuertes espasmos. Se limpió la boca con el dorso de la mano e hizo una mueca de asco y producto del ardor.

Avanzó unos cuantos pasos más y se detuvo un momento cuando estuvo frente a la pequeña puerta metálica y circular. Había una rendija de desagüe en la parte superior, por la cual se filtraba un poco de la luz de la luna que parecía estar especialmente brillante esa noche. Esperó unos minutos ahí, intentando recuperar el aliento.

Los acontecimientos de unas horas atrás seguían repitiéndose en su mente una y otra vez... El olor de la pólvora, de la sangre y del miedo. Todo iba y venía en su mente como una cinta en repetición. También los hechos de una semana atrás. Especialmente los de una semana atrás. Después de todo, saber aquella verdad que Mark le había revelado, era lo que la había llevado a actuar de esa manera. Por una parte, se arrepentía, por otra, una vida había sido suficiente para hartarse de hacer lo que otros le ordenaban.

Julie estaba cansada de vivir con la angustia carcomiéndole el pecho. Aquella herida que tanto tiempo le había costado poder sanar, volvía a estar en carne viva.

Había llorado la pérdida de su primer hijo varón. Se había retorcido de dolor cuando le habían dicho que su bebé alfa había fallecido luego del parto. Había sostenido en sus brazos a un niño muerto, y había llorado hasta secar su corazón... Pero tantos años después venía a enterarse de que ese bebé muerto en realidad no era su hijo.

Su hijo, su pequeño bebé alfa, había terminado perdido en quién sabe dónde, y aunque era remota, había una posibilidad de que estuviera vivo.

Su búsqueda se había duplicado. Tenía que encontrar a sus dos hijos.

Acercó sus manos a la escasa luz de la rendija superior, y pudo distinguir el rojo de la sangre ajena mezclándose con la suya. Pudo ver una vez más los ojos suplicantes de esa beta, clavados en los suyos. Sacudió la cabeza, intentando borrar el recuerdo y talló de inmediato las palmas de sus manos en la tela de su pantalón. Gruñó en voz baja cuando rozó sin querer la herida que tenía en la pierna derecha.

No había querido hacerle daño a nadie, pero fue algo necesario.

—¿Qué estoy haciendo aquí? —se preguntó a sí misma. Realmente no sabía por qué había terminado en ese lugar en el que tanto había sufrido. Julie solo sabía que luego de escapar de La Asamblea, había empezado a correr y no había podido detenerse. Por algún motivo sus pasos la habían llevado a ese lugar.

ANDRAS: En el corazón del infierno (Libro 2 saga CIUDADES MALDITAS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora