Capítulo 15

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Los jóvenes estaban dispuestos a superarse en el reto de hoy, sin embargo nunca se sabe lo que puede pasar estando dentro de la mansión.

«Que sueño, ¿Qué hora es? Ya no importa. Todo está muy oscuro así que supongo que todavía es temprano.

—Creo que debería ver como están los demás —Un minuto, ¿por qué no puedo moverme? Es como si estuviera en un ataúd. Esto ya me está poniendo nerviosa.

No escucho a nadie, lo único que puedo distinguir es el sonido del reloj. Será mejor que me calme, debo seguir dormida y todo esto es una simple pesadilla o una de esas parálisis del sueño con las que me asustaba mi tía», pensó Elizabeth.

Mientras tanto, Alexander apenas está comenzando a entender lo complicado de su situación.

—Hola, ¿hay alguien aquí?

«Ya no sé si estoy asustado o confundido. No veo nada y solo puedo escuchar a mis compañeros haciendo las mismas preguntas. Esto es tan raro que no cabe duda de que se trata de uno de los retos de ese loco, sin embargo le agradezco el detalle del agujero para respirar. De todas formas, ¿Cómo nos ató y nos metió en estas ''cajas''? Si es que se les puede decir así. Supongo que no lo sabré hasta que aparezca. Al menos Annabelle no está aquí porque estoy seguro de que no resistiría tanto tiempo estando aquí adentro.

Conozco esa risa, es la risa que me persigue desde el día que pisamos este sitio. No es nadie más que Misterio, ese bastardo tiene mucho que explicar.

—Lo veo y no lo creo —conociéndolo, seguro que esto va más allá de simplemente estar dentro de una caja—. Hasta que por fin despiertan.

—Ya entienden más o menos de lo que va este reto, sólo necesitan saber que dentro de esos cofres hay unas llaves con las que podrán salir. Y será mejor que no se asusten o esto no acabará bien... para ustedes, claro.

A pesar de estar aquí adentro, pude escuchar esa estúpida risa otra vez. Ya me tiene harto».

—Ahora sí. ¡Comiencen a buscar, mis conejillos de indias!

Para Ámbar, esta situación es un caos total. Pero aún así intenta llevar las cosas de la mejor forma posible.

«No lo puedo creer. Me esperaba literalmente cualquier cosa menos esto. Casi no puedo moverme y ahora tengo que buscar una llave, que bonita forma de empezar el día. Con tanto movimiento la puerta podría abrirse de golpe, pero ojalá fuera así de fácil. Sea de lo que sea que estén hechas estas cosas, debo admitir que son muy resistentes.

Ya no soporto estar aquí; es muy incómodo, no puedo ver nada y creo que hay algo en el techo, porque cada vez que alzo una de mis manos y la vuelvo a bajar, aparece llena de arañazos. Soy una pendeja, ¿por qué no me muevo más despacio y listo?. Espera, siento algo detrás de mi espalda. Trataré de dar la vuelta para ver si es mi boleto para salir de aquí. No lo puedo creer, ¡Es la llave! Y a la primera».

Ámbar finalmente encontró la llave, y con dificultad acaba de salir del cofre. Sin pensarlo dos veces, se dirige a uno de los cofres y trata de abrirlo con su llave. Esto no hace otra cosa más que sacarle una carcajada a Misterio.

—¿En serio creíste que no tomaría eso en cuenta? Será mejor que te sientes querida y disfrutes del espectáculo. —Con sus ilusiones rotas, Ámbar le hace caso a Misterio y se sienta en el suelo. Pero no encuentra nada divertido en ver como los cofres se mueven sin parar mientras escucha como sus compañeros buscan la llave.

Los minutos pasan hasta convertirse en agonizantes horas. Pero, ya son varios los jóvenes que con suerte salieron de aquellos cofres. Pero todavía quedan algunos, entre ellos están; Manuel, Gabriela, Michael y Brayan. Es muy complicado para ellos ver allá dentro, y también se les hace casi imposible moverse. Causando que ellos se autolesionen de forma inconsciente. Pero eso no supera su deseo de libertad. Aunque el movimiento no es lo único que los preocupa, porque solo tienen un agujero para respirar y esto no les da mucho oxígeno, por lo que tratan de no moverse tanto para evitar sofocarse. Esta sensación es similar a estar dentro de un auto caliente con las ventanas casi cerradas.

Y en contra de todas las expectativas, Gabriela, Mike y Brayan han logrado salir prácticamente ilesos. Eso deja a Manuel como el último en salir de su cofre.

Lejos de ese caos y desesperación, Misterio observa atentamente. Lo disfruta tanto como a otros al ir al cine.

«Tan solo ver sus caras me repugna. Sigo sin entender cómo es que siempre logran escapar, tal vez tenga que intensificar las cosas. Mmm... parece que Manuel no puede salir. Es tan tonto que ni siquiera puede encontrar la llave. Veo que empezó a forcejear la puerta, pero se lo dejaré pasar porque es realmente satisfactorio ver como se queda sin aire».

—¡Ayuda! ¡Que alguien me saque de aquí, por favor!

—Sabía que tarde o temprano se iba a romper —dijo para sí mismo.

—Pobre Manuel... no debiste decir eso.

Lo que está en la parte de arriba de los cafres es en realidad una placa de acero que Misterio acaba de accionar. Haciendo presión sobre el cuerpo de Manuel y aplastándolo como si estuviera hecho de plastilina. Sus gritos, combinados con los de sus compañeros, solo le hacen más gratificante el momento. Se pueden apreciar las caras aterradas del grupo, reflejadas en el charco de sangre que sobresale del ataúd.

—¡Maldito infeliz, cómo te puede dar risa esto?!

«Oh Nicole, tan sensible como siempre», pensó Misterio.

—Al igual que Annabelle, él sabía muy bien cuáles eran las reglas. No es mi responsabilidad que él haya sido un cobarde que no respetara eso.

—Algún día te haremos pagar por lo que les hiciste.

«Elizabeth es tan graciosa... como me gustaría verlos intentarlo»

—Bueno, le agradezco a Manuel por su querida contribución, y a ustedes por mantenerme tan entretenido. Buenas noches muchachos.

•• <<────≪•◦ Más tarde ◦•≫────>> ••

El reloj ha marcado las dos y media de la mañana en la casa de la abuela de Manuel. La tranquilidad del ambiente se ve interrumpida, debido a que alguien acaba de llamar a la puerta. Este hecho capta la atención de la Abuela de Manuel, quien se dirige a abrir la puerta con un aire de intriga.

—Me pregunto quién puede ser a esta hora. —La anciana, al abrir la puerta, encuentra un pastel de carne y lo recoge pensando que debe ser el regalo de alguno de sus viejos amigos.

—¿Quién era, mamá? —preguntó desde el sofá.

Su hijo mayor la mira y le pregunta por el pastel, a lo que ella solo se limita a decir que es un regalo y le ofrece un poco. Al escuchar un sí de parte de su hijo, ella corta dos trozos y se sienta nuevamente en el sillón a comer dicho postre mientras ven un programa de televisión. Pasadas unas horas, su hijo ahora está en la cocina para limpiar su plato, pero se da cuenta de que hay una nota pegada a la caja del pastel.

«¿Sabe bien, cierto? Manuel le da un toque especial»

Meses De Agonía ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora