Meses De Agonía ©

Capítulo 19

El oficial Fernández está relajado en su oficina, revisando algunos casos recientes. Pero el detective acaba de llegar a su oficina con un rostro que refleja lástima, y una carpeta en las manos.

—¿Recuerda el equipo de búsqueda que enviamos para el caso de aquellos chicos?

—Sí, ¿Qué pasó con ellos?

—Véalo usted mismo.

El detective le entrega la carpeta que trajo consigo y el oficial procede a abrirla. Pero se sorprendió al ver una foto que muestra a todo el equipo en un avanzado estado de putrefacción, y sus cadáveres formando una gran mano mostrando el dedo medio. El detective menciona que aparte de eso encontraron una carta al lado que decía lo siguiente:

«Buen intento, caballeros. Pero si realmente quieren ver a los muchachos, tendrán que esperar hasta que estén disponibles. Y les sugiero que no vuelvan a intervenir si no quieren ver más de mis obras de arte».

El detective y el oficial permanecen analizando la carta por unos minutos y uniéndola con las demás que fueron encontradas junto a los cuerpos de Annabelle, Manuel y Ámbar, concluyen que probablemente sea la misma persona que les hizo esto. El detective deja todo sobre la mesa y se frustra porque ya no pueden continuar con la búsqueda de los jóvenes. Fernández intenta animarlo diciéndole que según dice la carta los chicos siguen con vida, aunque les será difícil darle la noticia a sus padres.

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Mientras tanto, en la mansión, los jóvenes están en la sala principal como de costumbre. Algunos hablan del reto de ayer y otros hablan de algunos problemas personales.

—¿Todo bien? —Javier le preguntó a Nicole quien sigue un poco desconcertada por lo que pasó ayer.

—Supongo, pero ahora quiero hacerte la misma pregunta.

—¿A qué te refieres?

—Cuando regresamos de la exploración nos miraste con una cara muy extraña, como si te hubiésemos hecho algo. Y además, no querías hablar con nadie durante el resto del día. ¿Hay algo de lo que quieras hablar?

—Mira —se acerca a ella y baja el tono de su voz—. Entre tú y yo, ya no confío tanto en ellos. De hecho, me costó un poco hablar contigo. Y estoy seguro de que Jackson mató a Ámbar a propósito, tal vez buscando lastimarme de alguna manera.

—¡¿Cómo puedes decir eso?! —Nicole está totalmente sorprendida—. Siempre tratamos de ayudarnos unos a otros y en ocasiones nos sacrificamos para que el resto al menos pueda ver las luces de las bombillas un día más. Incluso Annabelle arriesgó su vida para encontrar la forma de escapar. Así que, no te atrevas a volver a decirme qué desconfías de nosotros después de todo eso.

Aunque Nicole se apartó de Javier totalmente ofendida por sus palabras. Él no piensa cambiar su nueva forma de pensar, especialmente cuando se trata de Jackson. En el fondo, todavía piensa que él es inocente, pero después de la charla que tuvo con Misterio, ese pensamiento se vio invadido por una nube de ira y rencor.

Por otro lado, Jackson apenas le guarda rencor. Al principio estaba celoso al verlo con Ámbar porque estaba realmente enamorado y temía que el mito del mejor amigo que se enamora de su mejor amiga fuera una realidad, pero ahora ya no hay nada por lo que tenga que enojarse con Javier porque ella ya está muerta. Y a pesar de que ella murió a manos de él, y que incluso también pensó que fue su propia culpa, Brayan le dejó claro que la verdadera culpa era del fantasma que lo poseía y por supuesto, Misterio. Gracias a eso, Jackson pudo quitarse ese peso de encima, pero sigue con el dolor de que ya no podrá decirle a Ámbar cuánto la amaba.

—¡Saludos muchachos!

«¿Y ahora qué se trae?», pensó Michael, mostrando una clara sospecha.

—Como me divertí mucho ayer, hoy les traigo un juego muy divertido. —Misterio no aguanta la felicidad—. Pero antes de decirles que es, tienen que ir al salón de la puerta número cuatro de la tercera planta.

Ya estando en el lugar. Misterio les dice que formen un grupo de cinco y otro de cuatro. El grupo de cinco irá en el medio mientras que el resto irá detrás de una línea blanca que está a poca distancia de la pared.

—Está bien, iré al centro —dice Alexander caminando hacia esa dirección.

—¡Espera! —Michael lo toma del brazo y lo detiene— Deja que yo vaya al centro. Ve con los demás a la línea blanca.

—¡Uy! Globos de agua. —Gabriela toma uno de los globos que se encuentra en cajas al lado suyo, pero se sorprende porque está caliente. Aunque pensó que tal vez estaban llenos con agua de esa misma temperatura.

—Adelante, lancen uno —insiste Misterio.

—De acuerdo —Elizabeth toma uno—. ¡Ahí te va, Mike!

—¡Espera Eliza...! —Antes de que Michael pudiera terminar la frase, la mano y parte de su antebrazo que usaba para protegerse, hicieron contacto con el globo que liberó una especie de ácido que quemó parcialmente su piel, dejándola semi expuesta. Sus gritos de dolor asustaron aún más a sus compañeros, especialmente a Alexander, que no puede hacer nada al respecto, y solo puede ver cómo su hermano se retuerce de dolor.

—¡¿Pero qué diablos te pasa?! —exclama Elizabeth horrorizada.

—Si, tampoco era lo que esperaba. —Misterio esperaba que el ácido disolviera todo su brazo, pero decide continuar de todos modos, ya que encuentra igual de divertido ver a sus víctimas retorciéndose de dolor.

—Sigan jugando o dejaré caer el resto del ácido. —Aunque la cantidad que tienen los globos no es lo suficientemente poderosa para matarlos –a menos que se los arrojen a la cara–, la cantidad que Misterio está usando para amenazarlos es más que suficiente para disolver incluso los huesos.

Así, con gran pesar, los jóvenes se vieron obligados a continuar lanzando los peligrosos globos a sus pobres compañeros que corren desesperados para evitar siquiera ser tocados por ellos. Algunos no tuvieron tanta suerte y recibieron su dosis, como fue el caso de Elizabeth que por error dejó que uno de los globos explotara en su pierna derecha. Solo está pensando en quedarse en el suelo y retorcerse de dolor, pero tiene miedo de que la bañen con el resto del ácido o de recibir algún otro tipo de castigo, por lo que no le queda más remedio que tragarse su sufrimiento y seguir adelante.

Desafortunadamente para ellos, varios globos no explotaron y se esparcieron por el suelo, convirtiéndose en un nuevo obstáculo para los jóvenes, quienes evitan los globos como si fueran minas de guerra. Los lanzadores no quieren seguir lastimándolos y les gustaría desviar los globos o lanzarlos en direcciones opuestas, pero como Elizabeth, también tienen miedo de ser castigados por Misterio, quien parece muy entretenido con el espectáculo.

Pero no todo es mala suerte porque algunos afortunados como Brayan y Taylor solo fueron salpicados por los globos, lo que significa que no sufrieron quemaduras tan grandes como las de sus otros compañeros. Pero afortunadamente para ellos Misterio acaba de anunciar el final del desafío, para que los jóvenes finalmente puedan descansar y tratar de recuperarse... o eso pensaban.

—Saben... —interrumpe Misterio— Leí que el alcohol es muy bueno para las heridas.

Tan pronto como terminó la oración. Una gran cantidad de alcohol cayó sobre los jóvenes afectados por el desafío. No paran de gritar por el enorme ardor que sienten en sus heridas y tuvieron que recibir la ayuda de sus otros compañeros para salir de la horrible habitación.

Son más de las nueve y toda la mansión está a oscuras. Después de lo que le pasó a Gabriela la última vez que estuvo sola en la sala principal, todos tomaron la decisión de quedarse juntos en los dormitorios. Y no se escucha nada desde la habitación de los chicos donde los únicos despiertos son Michael y Alexander.

—Oye Mike... —Alexander se sienta al lado— Solo quería darte las gracias por cambiar de lugar conmigo antes de que empezara la locura de hace rato.

—No hay de que. Sabes que nunca dejaría que algo malo te pase.

—Pero, ¿Cómo sabías que algo así iba a ocurrir?

—Lo veía venir —dice poniendo más seriedad en sus palabras—. Ya sabía yo que él no planeaba nada bueno. Ahora ve y descansa, mañana nos espera un largo día.