Capítulo 3

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Un nuevo día ha llegado a la mansión y los jóvenes se encuentran platicando tan tranquilos como pueden en la sala principal; algunos sentados en los muebles y otros en el suelo. Ellos no quieren pensar mucho en lo que pasó anoche, pero entre esas anécdotas y risas acaban de darse cuenta de que algo anda mal.

—Oigan chicos. ¿Alguno sabe dónde está Gabriela? —pregunta Manuel bajando las escaleras muy confundido.

—Ni idea —le contesta Alexander nervioso y totalmente preocupado—. No la veo desde anoche.

—Seguro el reto de ayer la dejó muy cansada y sigue durmiendo —agrega Taylor tratando de calmar la situación.

—No lo creo. —Jackson no es tonto y sabe que esa no es una buena señal. Sobre todo si antes de eso intentaron matarlos.

—Saludos muchachos~ —interrumpe Misterio con un tono casual—. Falta alguien. Mmm... ¿Dónde estará Gabriela?

—Infeliz, ¡¿qué hiciste con ella?! —le grita Alexander.

—Gabriela ahora es parte del juego de hoy y depende de ustedes que salga con vida.

—¡¿Pero qué le pasa a este tipo?! —dice Nicole para sí misma.

—Si les importa su amiguita deben dirigirse al pasillo del tercer piso y seguir hasta encontrar la puerta rota.

Asustados por lo que pueda pasarle a su amiga, los jóvenes no pierden el tiempo y corren al lugar que Misterio les indicó sin quitarse de la cabeza las posibles cosas que con las que puedan encontrarse ahí. Ahora están frente a la puerta y Ámbar la abre, dando paso a un escenario que los deja pasmados.

El lugar donde está Gabriela se encuentra repleto de escombros de cemento, pero por azares del destino no afecta al resto de la mansión. Sin embargo, es lo de menos, ya que Gabriela se encuentra al otro lado atada, amordazada, y totalmente asustada. Ella está muy confundida porque de un momento a otro pasó de estar leyendo en la ''comodidad'' de la sala a estar amarrada a una silla de madera temiendo por su vida. Alexander no puede evitar sentirse mal y se culpa por haber permitido que esto pasara. Pero va a intentar enmendar su error salvándola.

—¿No es divertido? —dice su captor rebotando una pequeña pelota de caucho contra la pared—. Verán muchachos, es muy fácil: Ustedes tendrán que llegar hasta su amiga, pero con la condición de que solo podrán moverse a través de los escombros, y si no logran rescatarla a tiempo, un enorme bloque de cemento caerá justo sobre su pequeña cabecita.

«Es obvio que este tipo nos quiere ver muertos», pensó Taylor mientras analiza la situación.

—¿Preparados?... ¿listos?... ¡Mueran! —grita con gran emoción.

No hay tiempo para perder y los jóvenes lo tienen más que claro, llegando a moverse con la mayor agilidad posible. Aunque varios tienen dificultades ya que no estaban preparados para este tipo de situaciones. Brayan le pasa por el lado a uno de los escombros que están en el suelo, pero casi es aplastado por uno de los que se encuentran en el techo cayendo de manera constante.

Mientras tanto, Gabriela está llorando y gritando como nunca antes. Ella nunca pensó que su vida llegaría a correr peligro de esta forma. Se arrepiente no de haberse ido con sus compañeros anoche en lugar de quedarse leyendo en la oscuridad. Ahora solo puede ver como el bloque de cemento se balancea encima de ella, esperando el momento en el que sus compañeros fallen para caer y terminar con el espectáculo. Ese temor a ser aplastada es lo que la lleva a realizar varios intentos de escape, todos ellos sin éxito y solo consiguiendo que se ajusten más las cuerdas.

—Esta... es... una de las peores experiencias... de toda mi vida. —Annabelle apenas puede hablar debido al agotamiento y a duras penas sigue corriendo. Para ella, esta es una carrera infinita contra el reloj y solo sigue adelante porque su compañera los necesita.

—Me alegra que te esté gustando. —Lejos de preocuparse por ellos, Misterio mantiene una sonrisa perversa y se ríe mientras goza de ver el sufrimiento de sus nuevas víctimas. Incluso está pensando en nuevos métodos de tortura.

—Tic tac muchachos... —La voz de Misterio ahora se ha vuelto más siniestra—. Tic... tac..

—¡Rápido! ¡Dense prisa! —Jackson es uno de los primeros en llegar e intenta desesperadamente liberarla, pero los amarres son muy fuertes y no le queda de otra más que esperar la ayuda de sus compañeros.

Luego de unos agonizantes minutos, los jóvenes restantes acaban de llegar y juntos intentan liberar a su compañera. Ellos dan su mejor esfuerzo y ya solo les faltan algunas cuerdas, pero de repente el tiempo se ha terminado y se escucha algo muy pesado caer.

El bloque de cemento cayó con gran fuerza, pero para la suerte de Gabriela sus compañeros logran liberarla justo antes de que el bloque sellara su destino. Ellos acaban de salir de ese horrible lugar y ella abraza al primero que ve, que en este caso es Alexander. Gabriela le da un abrazo y se aferra a él mientras sus lágrimas mojan accidentalmente la ropa de su compañero.

—Tranquila, ya pasó. —Alexander le responde el abrazo y limpia las lágrimas de su pálido rostro.

—¡Eso fue muy aburrido! No murió nadie. —Forma una sonrisa siniestra—. Aunque uno de ustedes casi lo hace. Nos vemos mañana muchachos... Descansen.

Los jóvenes están en la sala principal conversando y tratando de entender todo lo que sucedió mientras que algunos están en la cocina atendiendo sus heridas. La de Javier fue la más grave, ya que un gran escombro le hizo un rasguño en su brazo izquierdo, pero por fortuna no es tan profunda como para llegar al hueso, y tampoco dañó ningún nervio. Taylor le lavó la herida y Manuel le está haciendo un vendaje improvisado con una de las mangas de su chaqueta.

Meses De Agonía ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora