Chapitre vingt-six

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La mañana de otoño estaba nublada. Corría viento fresco y las hojas cafés caían de los árboles como si estuvieran bailando entre ellas en un ritmo sincrónico y bien perfeccionado, balanceándose y moviéndose con elegancia, me recordó al Tango. Incluso podía escuchar el bandoneón en el aire, al violín y al piano. Pronto escucharía a Gardel cantando para completar estas vibras del día, me reí sosteniendo la taza en mis manos y suspiré mirando hacia los rascacielos cuyas ventanillas estaban empapadas por el frío.

Mi corazón volvió a doler cuando le di un trago al café y los ojos de medialunas aparecieron en mi mente como por arte de magia. Me estremecí casi soltando la taza al suelo y me afirmé contra el vidrio de la ventana, respirando fuerte y tratando de calmarme.

Dolía.

Su imagen, dolía demasiado.

Y me hacía sentir vulnerable, se me aguaban los ojos y me temblaban las piernas. Se me volvía a partir el corazón en dos. Tanto, que perdía la razón de mí mismo y volvía a llorarle una vez más, como lo había estado haciendo en estas dos últimas semanas desde aquel sábado donde lo encontré mintiéndome frente a mis narices. Parecía que todos estos meses que habíamos estado uno al lado del otro, había sido un sueño. Se me hacía difícil de creer que Jeon Jungkook formó parte de mí vida alguna vez, que estuvo conviviendo conmigo y que era mí todo porque desde aquel entonces, mi vida solitaria y rutinaria volvió a ser la misma de antes.

La misma de antes en donde Jungkook no existía para mí.

Solitario, amante de las salidas nocturnas y el baile a lo loco.

De repente, el pelinegro desapareció de todas las redes sociales, incluyendo KakaoTalk donde solíamos escribirnos a diario. Cuando intenté llamarlo hacía una semana atrás para preguntarle cómo estaba, su número me dio inexistente. Pensé que quería espacio y le confié en que vendría a explicarme todo lo que había ocurrido aquel día, si era que él quería. Si no, entonces ya no habría nada que hacer. Yo no iba a obligarlo a nada. Ya está. Ya terminó. Tampoco iba a luchar por lo que tuvimos, no tenía sentido hacerlo si la otra parte estaba en desacuerdo. Ya finalizó todo. Y aunque me dolía aceptar aquello mientras más iban pasando los días, tenía que afirmar que así eran las cosas y no había manera de que cambiaran.

Ya está. Me mintió. Me jodió.

Solté una risa irónica entre lágrimas, negando con la cabeza.

Me enamoró y luego huyó.

Pero no era su culpa, ni mucho menos la mía el haberle creído. Tampoco era la culpa de Soomi, ella ni siquiera sabía lo que estaba pasando con Jungkook y yo. Ni mucho menos lo sabía el destino y la vida. Nada era para siempre. Yo suponía que en algún momento todo esto iba a terminar, sólo que no quería aceptarlo y preferí vivir el momento en vez de deprimirme por eso. Y así lo hice y no me arrepentía de nada. Sin embargo, el dolor era peor. Pasó todo tomándome por desprevenido, ni siquiera podía pensar en ese momento y mucho menos supe cómo actuar. También hui.

También tenía miedo de volver a ver a Jungkook una vez más y saber toda la verdad.

Y también comencé a temerle a los sábados, porque me recordaban a él.

Como hoy que, si nada hubiera ocurrido, me encontraría tan emocionado de que llegara la noche para poder pasarla con Jungkook en 15feetunder y luego amarnos debajo de las sábanas.

¿Jungkook realmente me amó?

Yo quería creer que el porqué él estaba viviendo una doble vida se debía a su trastorno. Realmente quería creer en eso. ¿Y sí no? ¿Cuál fue su punto de jugar, si sabía que iba perder? ¿Cuál era su propósito? ¿Por qué me engañó? ¿Por qué me hizo amarlo, me hizo creerle que la única persona que había en su vida era yo? ¿Cómo pudo besarme y luego ir a besarla a ella? ¿Cómo pudo amarme y luego correr a los brazos de ella? Me dolía. ¿Tanto se divirtió hiriendo a dos personas? ¿Tan divertido era tener dos amantes? Uno para los fines de semanas, otra para los días de semana en la universidad.

Samedi • JikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora