Chapitre vingt trois

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El sábado siguiente, me vi rodeado de muchos sentimientos inexplicables mientras Jungkook me besaba con cariño en mi habitación y las grandes goteras de la lluvia golpeaban contra la ventana de cristal. La noche estaba gris.

No había una palabra para definir la sensación que sentía en mi pecho en el momento que los labios finos del pelinegro comenzaron a besarme tan lento y disfrutando de cada centímetro de mi boca. Simplemente no podía describir aquello con exactitud, porque expresarlo con letras quedaría muy corto para todo lo que estaba sintiendo justo ahora.

Mi pecho subía y bajaba encontrándose totalmente cálido. Mi corazón latía tan rápido llenándose de una esencia primaveral y mi vientre cosquillaba ante las caricias ajenas sobre la piel desnuda de mi torso. Me sentía en las nubes y no quería bajar de allí nunca más. Jamás. Anhelaba quedarme ahí por más tiempo, conociendo de esta sensación que me traía loco y de las mariposas aleteando a mi alrededor, flotando, volando y bailando junto a la llovizna de allá afuera.

Y por primera vez en mi vida, entre besos me pregunté mentalmente a mí mismo: ¿Qué hice para merecer todo esto? ¿Qué hice para encontrar el amor y que él me encontrara a mí? ¿Qué hice para que amara tanto a una persona hasta el punto de querer dar mi vida por aquella?

¿Qué hice para merecer a Jungkook?

Era irónico pensar en mi pasado y recordar cuando hacía menos de un año, era un joven veinteañero despreocupado que se sentaba todos los sábados en el mismo taburete de 15feetunder, bebía de unas cuantas cervezas y luego bailaba con personas aleatorias durante toda la noche, perdiéndome en la pista de la discoteca entre las luces de neones. En ese entonces, no sentía nada, absolutamente nada.

Pero ahora sentía de todo.

Antes, no había ni una pizca de este sentimiento primerizo en mi interior, incluso temí de sentirlo alguna vez porque muchos decían que el amor, a veces, no era tan bonito como uno se lo imaginaba. Que te cegaba, que te ponía tonto y que te hacía sentir como si estuvieras ciego. Que te ilusionaba y luego, te tiraba.

Que te mataba.

Conocer a Jungkook y darme cuenta verdaderamente de nuestros sentimientos, me hizo pensar que el amor parecía ser como una lotería, como algo de suerte. Tal vez, no todas las historias eran las mismas y terminaban iguales. Al menos, no en nuestro caso.

Y no podía creer que tuviera que haber llegado Jungkook a mi vida para abrirme los ojos y mostrarme la realidad tan vacía en la que yo estaba viviendo, para enseñarme a amar y aprender sobre el amor, para fijarme en el prójimo y preocuparme por ellos, para decirme que también podía seguir siendo libre y vivir de mi juventud junto a alguien más. Qué el amor existía y era real.

Que la felicidad podía encontrarla en otra persona.

Y vaya que la encontré, aquella que tanto anhelé de hallar, la encontré. Y me sentía muy feliz, tanto que mis manos temblaban cuando acariciaba las mejillas calientes de mi felicidad. Tanto, que quería convertirme en un pájaro y volar. Que quería ser un león y maullar. Que anhelaba convertirme en el tiempo y el espacio para ser infinito, para convertirnos en invencibles y vivir para siempre.

Porque lo que sentía por Jungkook no era una broma, ya no lo sentía como un simple tonteo como había comenzado en primer lugar. Lo sentía como algo que quería para toda la vida. Porque lo quería para toda mi vida. Para siempre.

Y quería ir más que esto. Más que un simple tonteo. Más que amigos, compañeros de baile o personas que se besaban sin compromiso. Quería que Jungkook fuera mi pareja y ya lo había decidido. Ansiaba poder por fin entregarme a él en cuerpo y alma para amarlo.

Samedi • JikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora