Épilogue

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—¡Tío Jimin, no te vayas! ¡Es mi fiesta de cumpleaños!

El pequeño Han, quien el día de hoy cumplía cuatro años de edad y su fiesta de cumpleaños ya había terminado, se bajó de la silla y corrió hasta la puerta en donde yo estaba. Me agaché con una sonrisa y acaricié su cabello negro con cariño.

—Debo regresar a casa, Han-ssi —le murmuré y él hizo un pequeño puchero—. Ya son las ocho de la noche, me esperan en el coche allá afuera.

—Pero yo quería jugar a los tractores con el tío Jimin —murmuró el niño, a punto de llorar.

Solté una risa y palmeé despacio su hombro derecho. El niño pequeño intensificó su puchero y apretó ambos puños a los lados de su cadera. Me reí porque se veía muy tierno y cada vez que crecía, más parecido a Hyolin se volvía.

—Puedes jugar con Aeon, él es divertido —le señalé al pelinegro de mi amigo que entraba a la sala con una sonrisa gigante y un gorro de cumpleaños en su cabeza.

—¡Aeon es un idiota y un peleador! —gritó el pequeño Han, comenzando una rabieta, por lo que mi amigo fingió haberse ofendido con aquellas palabras y llevó ambas manos a su pecho.

Asentí con la cabeza, dándole la razón.

—Sí, sí —dije repetidamente y me puse de pie para mirar fijamente a Aeon, quien había llegado hasta nosotros en silencio y se paró detrás del pequeño Han, sosteniéndolo de los hombros—. Tienes razón, Aeon es un idiota y un peleador.

—¿Eh? —Aeon frunció las cejas y Han soltó una carcajada dejando de lado su tristeza por completo—. Como te gusta dejarme mal parado frente al niño, Jimin. Después de que estuve esperándote el año pasado frente a la fuente de Concordia hasta las ocho de la mañana y jamás apareciste porque te fuiste con Jungkook a no sé dónde —bufó y negó con la cabeza.

—¿Me vas a continuar sacando en cara lo que sucedió ese día hasta que me vuelva un anciano? —le pregunté un poco cansado y rodeé mis ojos sujetando fuerte las cuerdas de mi bolso en mi hombro derecho. Aeon estaba a punto de responderme, pero la bocina insistente del automóvil que esperaba por mí afuera de la casa, lo interrumpió. Volví a rodar los ojos y solté un suspiro mirando al pequeño Han—. Realmente debo irme, Han-ssi. Regresaremos el próximo fin de semana. ¿De acuerdo?

A regañadientes, el niño asintió.

—Los estaré esperando —dijo un poco triste y bajó su cabeza.

—¡Oh! ¡Minnie espera! —Hyolin salió apresurada de la cocina y me tendió una bandeja con una gran rebanada del pastel que sobró—. Para que tengas para desayunar mañana.

—Gracias, para desayunar toda la semana mejor dicho —me reí y le recibí la bandeja—. Debo marcharme, gracias por habernos invitado. ¡Regresaremos el próximo fin de semana! —me despedí de la pequeña familia y salí de la casa comenzando a bajar los escalones del jardín.

—¡Adiós! —gritó el pequeño Han abrazado a su mamá, me giré un poco y extendí una mano para despedirme.

Cuando llegué al automóvil que estaba estacionado frente a la casa, abrí la puerta del copiloto y sin tirar la bandeja con el pastel, entré sentándome y cerrando la abertura, suspiré cansado.

—Lo siento, el pequeño Han no quería que me vaya —murmuré—. ¿Sabes? Agradezco muchísimo que Hyolin haya decidido mudarse con Aeon aquí en Busan, pero por parte no porque sigue quedando lejos de la capital y es lo mismo. ¡Oh, mira! Me dieron pastel, podemos comerlo de regreso a casa si es que te quedas —solté y relamí mis labios mirando a las pequeñas luces de neones en la guantera frente mío, esperando por su respuesta que no estaba llegando y comenzaba a impacientarme. Sus ojos en mi parecían verme con burla—. ¿Qué pasa que te quedaste callado?

Samedi • JikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora