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Más tarde esa noche, la anciana suspiró perezosamente mientras abría los ojos con lentitud.

Al mirar a su alrededor, parpadeó. No era solo la firme cama en la que estaba acostada, sino que el techo también le era familiar. Sintió una calidez y el sonido del crujir de la chimenea.

Con ello comprobó que se encontraba en su habitación.

La última cosa que recordaba era que había salido a la ciudad con uno de los niños mayores a comprar. Pues el Lord los visitaría.

En su camino ocurrió un problema. Después de terminar sus compras, tuvo un repentino ataque de náuseas y no pudo moverse.

El niño trató de dejarla lo más cómoda posible en un callejón y corrió a pedir ayuda. Verlo gritar, tratando de llamar la atención de las personas fue lo último que recordaba.

No tenía idea de lo que pasó después.

¿Cómo regresó?

Sus ojos registraron la habitación encontrando la familiar figura de los niños iluminada por la chimenea...Aunque también estaba una señorita que no había visto antes. Todos la miraban muy preocupados.

Pero, tan pronto notaron que abrió los ojos, parecían aliviados.

El cuarto que estaba silencioso hasta el momento como si todos contuvieran el aliento, rápidamente estalló en ruidos.

○○○

—¡Les dije que todo saldría bien! ¡Pero no me creyeron, ¿cierto?!

—¡Es porque ni siquiera sabías que medicina tomaba y le diste algo raro! ¡Además hiciste que yo la cargara más tiempo!

—¡Deberías agradecer que al menos te ayudé! ¡Si seguías lloriqueando solo, ¿cómo la ibas a traer a casa?!

—¡¡No estaba lloriqueando!!

En aquel pequeño y viejo cuarto, Camilla y el niño discutían sin cesar.

Aunque era chico estaba lleno de niños observando a la anciana. Al menos se podían contar diez. De la felicidad al verla mejor, algunos lloraban. Pero sus llantos eran opacados por la discusión.

—¡En primer lugar, ¿por qué debería tener las medicinas correctas conmigo?! ¡Además ni siquiera tuvimos tiempo para comprarla!

—...¡Tienes razón...!

El niño abrió los ojos sorprendido. No lo había pensado hasta ahora.

—Sabes, pareces ser un niño malo, pero eres sorprendentemente inteligente...

—¡¿Te estás burlando de mí?!

Los hombros de Camilla se tensaron sin querer. Cuando le iba a responder al niño, una voz ronca la detuvo.

—Discúlpeme...¿Quién es usted...? ¿Usted me trajo aquí?

La mujer mayor se sentó en su cama mirando muy confundida. Parecía muy débil todavía, estaba pálida.

—¡Ah, abuelita, esta persona no ayudó en nada!

Antes de que Camilla respondiera, el niño se acercó a la cama y habló.

—¡Aunque dijo que ayudaría, me hizo hacer todo el trabajo! ¡No sabía a dónde ir y es muy grosera!

Sus palabras no eran completas mentiras. Si bien la anciana es frágil y delgada, era imposible para Camilla llevarla en su espalda. Así que la llevaban entre los dos apoyándola en sus hombros, y por momentos el niño tenía que llevar a la señora en su espalda; poco a poco lograron llegar.

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