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La vida podía volverse muy desagradable de un momento a otro. Kyunsoo me dijo que el comandante no mostró ningún cambio en su comportamiento delante de sus hombres pero que, cuando volvió a la habitación para dejar la bandeja de comida, fue interrogado por él. Ante sus palabras, y luego de revisarlo para saber si su embarazo estaba bien, me senté en el suelo y esperé en silencio. Así es como planeaba vivir hasta que pudiera encontrar una forma de escapar. Esperar en las sombras, escondido en el núcleo de los destructores.

—Está más calmado. —Me dijo y cerró con cuidado la puerta de la trinchera—. Kai me preguntó por qué mi uniforme estaba roto y tuve que decirle. —Abrí los ojos—. Fue un momento fuerte, pero todo quedó en calma.

—Yo... lo lamento.

—Estoy seguro de que no tiene idea de nada. —Me dio una bolsa—. Desde el accidente con el espía, el comandante decidió tenerte en secreto. Todos creen que estás muerto.

—¿Solo tú lo sabías?

—Sí, pero no fue porque él quisiera. —Sacudió su ropa—. Supongo que no siempre puedes ocultarle todo a todo el mundo, por eso existen los espías. ¿Qué sería de la guerra si todos guardaran sus secretos? No habría debilidades. Alguien siempre debe perder.

—Incluso los ganadores renuncian a algo.

—Tienes razón. —Frotó su vientre—. ¿Dónde estudiaste?

—En la universidad de mi pueblo, cuando me recibí el edificio aún existía. —Me miró.

—¿Lo destruyeron?

—No, pero era muy peligroso para nosotros ser un punto estático. —Le señalé la bolsa—. Cada uno de nosotros tomó sus cosas y se volvió nómada. Cada uno de nosotros representa a esa institución y, aunque no todos eligieron la guerra como oficina de trabajo, muchos ocultan lo que son y ayudan desde otro lugar.

—¿No hubo desertores?

—No, no es un secreto que no sobrevivimos lo suficiente como para pensar en la traición. —Sonreí—. Nos enseñan a usar armas para defendernos, pero no saben que esa no fue nuestra formación inicial. A un soldado no le tiembla el pulso cuando debe disparar.

—Supongo... —Suspiró—. Yo solo estoy en la cocina y nunca le he preguntado a Kai.

—¿Cómo recibiste la herida en tu pierna?

—Bueno, uno de los espías intentó huir atravesando la cocina y me atacó con un cuchillo, por suerte uno de los guardias lo vio entrar y lo ejecutó.

—No le dijiste a... —Sacudió su mano.

—Él tenía problemas aún más complicados.

—Pero estabas herido. —Repliqué.

—Ni que lo digas, cuando vio los puntos en mi pierna recibí el regaño más grande de mi vida.

—Se preocupó por ti y por el bebé. —Su expresión se volvió triste.

—Tengo miedo. —En fondo lo entendía.

Su mano se detuvo en el centro de su vientre y movió su dedo índice con cuidado sobre la tela de la camisa.

—Tengo que volver. —Se levantó—. Voy a cerrar la puerta, tal vez debas esconderte entre los muebles viejos. Sé que él está buscando en los almacenes. También creo que me observa, pero no me ha seguido porque Kai está muy pendiente de mi y del bebé.

—Es bueno que sepa respetar algo. —Escupí.

—Un conflicto interno no es nada bueno. Kai lo respeta pero no dejará que me haga daño. —Unos golpes en la puerta nos helaron la sangre. Kyungsoo me hizo una señal y retrocedí hasta ocultarme detrás de unos barriles; en esos momentos detestaba ser tan alto.

—¡Kyungsoo! —Se escuchó. Cubrí mi boca e inconscientemente las lágrimas comenzaron a salir.

Me levanté y corrí hasta Kyungsoo, él se asustó cuando le tomé el brazo y lo arrastré hasta un armario. Los golpes consecutivos me aturdían.

—Quédate aquí. —Le dije entre susurros—. No dejes que te vea. —Lo cerré y lo cubrí con un barril que estaba vacío—. Te lo suplico, no salgas. Me has ayudado demasiado.

Si siguió a Kyungsoo, seguramente lo buscará hasta dar con él. Tomé la llave de la puerta y me alejo sin hacer ruido hasta las mantas que robé para poder dormir en el suelo.

Mi cuerpo no podía procesar un movimiento más cuando él golpea de forma violenta la puerta. Estábamos muy lejos del campamento, nadie podía escucharnos. Su mayor arma es la soledad que consume a esta zona.

—¡Estoy cansado! ¡Deja de perseguirme! ¡No ves que te odio! —Los golpes se detienen y puedo sentir su mirada sobre mi, observándome desde la cerradura. El picaporte se movió de un lado a otro; mi pecho subía y bajaba—. No...

—Espero que Kai tenga un ataúd listo. —No respondí, no era tan estúpido como para delatarlo—. ¡Abre esta mierda! —Otro golpe movió el marco y el seguro flaqueó; estaba a punto de romperlo—. Te arrepentirás de esto.

—Ya lo hago. —Dije en voz baja y me arrodillé entre las mantas. No miraría el armario, no podía dejar que me descubriera. Sequé mis lágrimas y me preparé para el castigo que caería sobre mi. Mi mente se nubló y no escuché como la puerta cedió ante un último golpe.

—¡Por qué no te mueres! —Le grité cuando me levantó del brazo.

Su expresión era ira pura; la presión en mi brazo dolía y mis dedos temblaban. Acorraló mi cuerpo contra la pared y levantó con una mano la camisa que llevaba puesta desde que escapé. Sujeté su mano porque odiaba que me tocara o que se acercara a mi.

En esa semana había recobrado algo de mi humanidad, sabía que era alguien y que tenía que luchar o morir por lo poco que me quedaba.

—No me toques. —Arrastré esas palabras por lo bajo—. ¿No me has humillado lo suficiente?

—¿No has entendido que eres mío? —Me arrojó al suelo—. Voy a buscarte como un depredador a su presa, hasta el fin de tus días.

Fuerza de AtaqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora