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—¿Piensas quedarte aquí? —Taemin se quedó en silencio ante mi pregunta, miró a sus hijos y respondió:

—No lo sé. Afuera no es seguro y son hijos de un destructor... no puedo volver a la ciudad como si nada. Además, Minho jamás aceptaría vivir rodeado de... bueno, nosotros. —Suspiró—. Tampoco mi vida fue muy buena entre los SUBS, así que, no sé qué hacer.

—Supongo que no hay lugar seguro para nadie.

—Yo me seguiré sintiendo inseguro con Minho, pero moriré de ansiedad si tengo que dejarlo, ¿cómo puedo lidiar con eso? Es una locura. —Suspiró.

—Kyungsoo no tiene muchas dudas. —Sonreí—. Si Kai da un paso, él hará lo mismo. Son una pareja extraña, pero al menos son una pareja.

—Tú y ese tipo, ¿qué tipo de relación tienes con él?

—Me secuestró, me violó, y es el padre de mi futuro hijo. —Fui levantando un dedo por cada característica; no esperaba la mirada aturdida de Taemin, me había visto teniendo sexo con Chanyeol tantas veces que pensé que estaría preparado.

—¿Cómo?

—Ya atravesé la etapa de lo moralmente correcto, ya no es importante. Tenemos sexo en donde se le canta y listo. —Lo miré—. Lamento lo de la otra noche...

—Debí tocar antes de entrar...

—Chanyeol ni siquiera lo notó, solo yo te escuché llegar.

El comandante tal vez se había excitado por la carnicería cometida horas antes o por mi desagradable reacción a sus palabras de mal gusto; nunca sabía la verdadera razón. Él sentía que debía demostrarme que estaba equivocado.

—Chan...

—¿No vas a insultarme? —Se sostuvo de mi cadera y clavó su pene en mi interior. Mis pezones estaban duros por la fuerza que ejercía contra mi. Mi cara ardía, no por la vergüenza, sino por el esfuerzo que me llevaba la acción.

Sus dientes estaban sobre mi cuello. Mi cuerpo desnudo, de espaldas a él, estaba de pie, sin autonomía y completamente bajo su control. Le gustaba oírme gritar y sudar. Aunque no quería aceptarlo, esos momentos en los que teníamos sexo me hacían sentir vivo; pero cuando terminaba las nauseas regresaban.

—Es por el embarazo —me dijo—. No hay que ser un genio, lindura. Tus ojos brillan cuando te cojo, no son nauseas. Lo que tienes ahora es por culpa del bebé. —Seguía hablándome detrás de la puerta.

—¡No quiero que te me acerques! —grité—. Estoy harto de esto, del encierro y de la incertidumbre... ¿cómo puedes estar tan tranquilo?

—Son años y años... o puede que haya nacido así.

—¡Lárgate! ¡Déjame solo!

Escuché unos pasos y me senté en el piso del baño. Aún no amanecía y los demás parecían tan ajenos a la situación. Sentí frío en los pies, me levanté como pude, froté mi duro vientre y caminé con las piernas acalambradas. Chanyeol estaba recostado sobre la puerta principal y, desde allí, me observaba; su rostro no tenía ninguna expresión.

—¿Qué es lo que esta vagando por tu cabecita?

Desde que lo conocí sabía que estaba frente a un hombre que era de temer; todo en él me lo dejaba claro. ¿Acaso podía leerme o entenderme? ¿Sentía que algo estaba mal conmigo? O, ¿solo estaba probándome? ¿Qué tanto creía saber o intuir sobre mi?

—No importa ya —respondí al aire y sin sentido. Taemin tomó mi mano y sonrió.

—Ha pasado un tiempo, ¿por qué seguimos en este lugar? Minho no entiende por qué seguimos atrapados, por voluntad propia, aquí.

—No tenemos nada más, eso es lo que sucede. No podemos volver a vivir como antes. Los esquemas se están rompiendo y no tenemos soluciones.

—Tienes razón. —Suspiró—. Tal vez nuestras vidas terminan aquí. —Pasé los dedos por mi vientre y los conté uno a uno con cuidado.

—Ocho, ocho meses.

—Estás muy cerca. —Sonrió.

—Dos meses y medio desde la muerte de Lay. ¿Crees que ellos tengan un plan? ¿Se quedarán aquí?

—Esos tres han estado actuando raro.

—Estoy muy cansado.

—Vamos, te llevaré a tu habitación.

Lo había notado. Él estaba rodeando mi área pero sin acercarse demasiado, como si estuviera tendiendo una trampa. Sus ojos no me miraban, pero me seguían por todas partes.

Estaba paranoico. Los movimientos extraños en mi vientre no me causaban ningún regocijo. Sentía como si una bestia se estuviera devorando mis entrañas. Tenía miedo de esa creación que por las noches me atormentaba con la idea de su nacimiento.

—¿Qué es lo que me da miedo? ¿Qué es lo que me da miedo de ti? —Se lo pregunté, como si pudiera oírme, porque sabía que podía, pero que no comprendía nada. Él o ella no comprendería nada, porque ni yo sabía lo que ese miedo significaba.

Quería que esa sensación se fuera, pero quería que el bebé se quedara. ¿Qué era eso?

En los últimos meses me empezaron a temblar los dedos cuando rozaba la piel. Me alejaba de los otros niños para no imaginarle a semejanza de ellos.

—Puedes dormir un poco —me dijo y retiró su mano de mi frente—. Tienes un poco de fiebre, pero no es grave.

Antes de marcharse me preguntó algunas cosas, solo para asegurarse. Unos segundos después y en la oscuridad, la habitación pareció perder calor hasta volverse azul y violeta. La poca luz que había se dejaba ver a mis pies, sobre la manta. Mi vientre se entumeció y me levanté con la respiración agitada.

—¿Cómo pueden mirar a sus hijos sin culpa? ¿Cómo pueden dejarlos vivir en este mundo de mierda? ¡¿Por qué me tuviste y me dejaste en este infierno?!

Fuerza de AtaqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora