Minho no dejaba de ver a Taemin y a sus hijos; los había asimilado porque el rostro frío y serio de su esposo se lo había ordenado. Estaban adaptándose. El comandante había registrado su "oficina" para buscar algo, lo que fuera; solo encontró un par de cartas y algunas fotos de los, en ese entonces, bebés. Como si solo lo diferenciaran unas horas, aún podía recordad las noches que pasaba con Taemin en su camioneta y los gemidos. Nunca se generó expectativas sobre el matrimonio, él dudaba si viviría lo suficiente como para casarse, por eso en los encuentros lo tomaba con tanta fuerza y no lo dejaba libre hasta el amanecer.
—No planeaba asustarte, —le dijo a su esposo—, ¿te acompaño? —Taemin lo observó y abrió un espacio en la ducha. Llevaba tiempo sin ver a Minho de esa forma, sus ojos bajaron por su pecho y se detuvieron en los límites del bello púbico.
—Solo estoy tomando un baño...
—Lo sé —respondió, rodeó con su brazo la cintura del castaño y mordió su cuello; el otro tembló, pero no se retiró—. No me malinterpretes, eres lo más real que reconozco. ¿Recuerdas nuestras reuniones nocturnas?
Taemin retrocedió cada vez más en la ducha; finalmente, la espalda de Minho cubrió toda posibilidad de escape. Para el más joven el calor del agua había aumentado y el espacio se había reducido tanto que su piel ardía ante el toque. Lo había deseado demasiado a Minho. Su salvador.
Kyungsoo permanecía junto a su bebé y los mellizos en una de las pocas habitaciones acondicionadas y limpias. Su pequeño había estado inquieto y, por suerte, los niños Choi lo habían ayudado en tan complicado momento. Miró hacia la puerta, Taemin se estaba tardando en la ducha.
—Los cuartos de los pisos de abajo están repletos de cadáveres putrefactos, nuevos y quién sabe de qué año —aseguró Kai.
—El pequeño bastardo se divirtió todo este tiempo. —Sonrió Chanyeol.
—Tal vez probó la droga muchas veces, sin buenos resultados... o, también pudo haber sido su esposo.
—Al fin de cuentas, solo estaba vengándose de ellos.
—¿Quiénes?
—No lo sé —respondí—. Se veía feliz, como si hubiera logrado algo.
—De todo ese circo solo quedaba él. No había otra razón en su vida. Minho le hizo un favor.
—¿No encontraste algo útil? —La camilla se retorció debajo de su peso.
—Además del foco pestilente... hay una especie de arsenal de armas, pero no sé en qué estado estarán. —Suspiró—. Había mucho polvo.
—No nos caracterizamos por el uso de armas de fuego... lo nuestro es la estrategia, el escondite y la recuperación —mencioné.
—¿Sigues pensando que tu nación existe? —Me sonrió.
—Lo hace... solo que no le queda nada militar. No estábamos hechos para la guerra. Se entraba en pánico muy fácilmente... Ahora entiendo un poco a Lay; no había soldados en nuestro país, solo médicos y gente común.
—¿Crees que serás recibido en tu país? —Chasqueó los dedos—. Si cualquiera de nosotros pone un pie en campo destructor es considerado una escoria que hay que destruir. ¿Crees que preguntarán por Kai o por mi? Ya no existe un nosotros allá afuera. Nadie confía en nadie desde hace tiempo.
—No puedo discutir eso. —Minho entró a la habitación con el cabello húmedo y una mirada filosa—. Prácticamente, somos nadie. Es por seguridad, hombre que desaparece... desaparece.
—Ese hombre se marcha sabiendo lo que le espera al volver.
Sus palabras eran seguras, sus palabras; porque yo no podía dejar de lado el hecho de que uno de ellos tuvo a un "enemigo encerrado", el otro había establecido una relación con un supuesto espía y, el más representativo de ellos, el hombre que salvó a un SUBSde una muerte terrible. Ninguno de ellos, al igual que yo, podía seguir al pie de la letra una regla tan cerrada sin ser corrompido por un deseo humano.
—Deja de observarme de esa manera. —En ciertos momentos no podía soportar sentirlo cerca. Pero, ¿qué podía hacer? Todos se habían encerrado en sus burbujas cuando llegó la noche.
—Sehun, es algo complicado cuando te vez así de dócil. —Cubrió con su mano mi vientre—. Se ve tan...
—Solo a alguien como tú le puede parecer... ya, aléjate de mí.
—Estabas nervioso hace unos momentos, parecías excitado.
—No...
—Entonces, ¿tenías miedo? —Su mano levantó lentamente la camiseta—. No era la primera vez que veías mi trabajo, tú no tenías miedo. ¿Qué fue lo que te ocurrió?
En algunas habitaciones quedaron sobrevivientes, pobres cuerpos que ya no eran nada. Muchos habían escapado de sus cárceles, vagaron durante horas por las instalaciones hasta que llegaron a nosotros; eran violentos y no había razón o idea alguna en sus mentes. Estaban podridos.
—Las balas son muy valiosas. —Los oí decir. Ya habían planeado una solución.
Les arrancaban la vida y los amontonaban como hierva al final del pasillo. Yo fui el único que me quedé observando aquella carnicería; fue como revivir mi encierro. La sangre se filtraba por los dedos de mis pies y creaba caminos sobre mi piel; supongo, que a diferencia del resto, ya no deseaba temerle a nada. Este era el mundo real... o, al menos, era nuestro mundo.
—Solo estaba perdiendo lo último que me quedaba. —Su ojos se oscurecieron.
—¿En verdad? ¿Ya no hay nada del dulce Sehun? —Suspiró—. No has vivido suficiente tiempo a mi lado, Sehun. No creo que estés vacío, por el contrario, te vez más vivo y brillante que nunca...
—Yo sí lo pienso... ya no te tengo miedo.
—¿Me odias? ¿Deseas matarme? ¿Puedes hacerlo? —Sonrió—. No cambiaste, solo has aprendido a odiar. Cualquiera puede matar por odio y por dolor, cualquiera puede tomar una decisión difícil, pero no todos pueden hacerlo sin el más mínimo interés. ¿Puedes hacer eso? ¿Puedes dispararle a alguien sin usar el odio o el resentimiento? Porque yo sí puedo hacerlo. —Se arrodilló frente a mí; aún seguía sosteniendo mi vientre—. Además, el tenerte otra vez, me ha vuelto extraño...
—¿Más insensible? ¿Estúpido? ¿Engreído?
—Salvaje... tú haces todo lo contrario a un antídoto, —sonrió— cada vez que te veo algo me dice que tengo que volverme loco para mantenerte a mi lado. Lejos de sentirme mejor, me vuelvo adicto y pierdo la razón, Sehun. Definitivamente, estaba mejor antes de conocerte... solo mírame, ¿qué puede ser peor para mí?
—¿Lloras por tu patria perdida? —e pregunté con veneno—. Me alegra saber que también has perdido.
Su rostro no cambió en lo más mínimo pero, una pequeña, casi imperceptible reacción parpadeó frente a mis ojos. ¿Qué estaba esperando? ¿Alguna sensibilidad? ¿Una herida? ¿Un lugar dónde atacar? No estaba permitido; nunca más dejaría que jugara conmigo. Después de todo, alguien tenía que ser la voz de la razón entre tanta toxicidad.
Eso pensaba.
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Fuerza de Ataque
RandomQueridos tíos: ¿Cómo están? Espero que muy bien. Como sabrán, hoy se cumplen dos años desde que ingresé al cuerpo de sanidad militar como médico. Recuerdo que prácticamente entraron en crisis cuando se enteraron, pero era algo i...