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—Iban a matarme. —Abrí los ojos y miré a Kyungsoo que descansaba junto a su pareja en el suelo.

En una primera instancia no me animé a mover el cuerpo de Kai por temor a causar más daño. Un tirón de más podría lastimar alguna articulación. Por eso fui en busca de un refugio por mi cuenta y, por suerte, pude encontrar una construcción humilde que con unos arreglos podía servirnos.

Fue un desafío mover al soldado con todo lo que traía encima; no iba a dejar que Kyungsoo lo cargara. Por lo que le me las arreglé para llevar al gigante hasta nuestro pequeño refugio.

—Mi padre era un espía de los leños. —Guardé silencio y atendí a sus palabras—. Yo tenía que ocupar su lugar y conseguir información que fuera de utilidad... —Peinó los cabellos de Kai y siguió—. Ingresé a un campamento como un refugiado. Sé cocinar y se me da muy bien, así que, pude conseguir un lugar en la cocina. Era un estúpido adolescente y estoy seguro de que los leños me dieron por muerto y, en un principio yo también lo hice. ¿Cuánto tiempo podía durar un niño inexperto si un espía calificado moría cada setenta y dos horas?

—¿Cómo...

—Supongo que mi imagen ayudaba, era un despojo y no era muy astuto. —Frotó su vientre y cerró el abrigo que conseguí para él—. Me enamoré de una coraza con forma humana. —Miró a Kai—. Al principio me aterraba verlo merodear por la cocina, observando, controlando; pero algo me atraía de él. Me ponía a temblar cuando estaba cerca y me perdía cuando su vista se enfocaba en mi. Él lo descubrió todo.

—¿Lo sabía el comandante? —Negó.

—Kai me había vigilado durante meses. —Suspiró—. Le di tantas pistas que ya era ridículo para él. Un día, por la noche, mientras terminaba de limpiar la cocina, él ingresó y cerró la puerta. Pensé: se terminó todo esto. Pero, me interrogó y le conté todo; estaba tan asustado. No quería volver con los leños. Era feliz con mi posición entre los destructores y, como un buen perdedor sin hogar, se lo dije y le rogué que me dajara quedarme. —Cubrió a Kai hasta el cuello con una manta—. Él y el capitán me exigieron que cortara cualquier contacto con los leños y que jurara lealtad a los destructores.

—¿Te dejaron...

—Kai le dijo que me vigilaría y que se haría cargo de cualquier problema que provocara. A pesar de todo me tranquilicé y me adapté a la vida de un destructor.

—Kyungsoo.

—Todo comenzó con un mal entendido y un beso robado. —Sonrió—. Quería matarlo. Kai no tiene nociones de lo que es la dulzura o la amabilidad; le interesé y fue a por mi. No fue una declaración amorosa o tierna, de hecho, casi pierdo mi virginidad el mismo día del beso. Él conocía mi cuerpo de memoria antes de tomarme. Tal vez pienses que estoy loco pero, Kai me gustaba mucho y era el primer hombre que se acercaba a mi de esa forma. Me dejé llevar y desperté en su habitación durante dos semanas seguidas; esos días volvía corriendo a mi cuarto antes del amanecer, pero todo se terminó una noche en la que él cerró la puerta con llave y no pude regresar.

Quería decirle que lo suyo, al menos, fue medianamente consentido. Su relación con Kai estaba aceptada y valorada por ambos, se amaban, solo que el soldado no podía decirlo sin recurrir a la fuerza.

—Después de eso Kai siempre pasaba por la cocina y me hablaba de forma despreocupada sobre nuestras reuniones nocturnas o hacía comentarios inadecuados que me daban vergüenza. Incluso la jefa de cocina me hacía bromas o me decía que era muy joven como para unirme a un hombre de forma permanente; esto último a Kai no le hacía gracia.

—El gigante no estaba jugando.

—No, nunca juega o hace bromas sobre nosotros. —Sonrió. Su rostro resplandesía cuando hablaba de su pareja, incluso frente a tanto dolor—. Una vez quise acabar con lo que teníamos, porque creía que me había aferrado a Kai por el simple hecho de que no tenía nada más en este mundo, como si fuera un salva vidas...  Pero, no puede convencerme y nos hicimos daño. —Soltó unas lágrimas y le sonrió a Kai—. No puedo vivir sin él.

¿Podía envidiar a alguien que era igual de desdichado que yo? Sí, sobre todo si esa persona tenía algo en qué creer. Kyungsoo creía ciegamente en Kai, por eso se había quedado en el campamento, por eso había aceptado bien un embarazo, por eso lo había seguido a través del lago sin oponerse. Era un acuerdo sin palabras. Un lazo que les hacía daño si se separaban y los fortalecía si estaban juntos.

—No te muevas...

—No siento nada. —Los escuchaba discutir; era la segunda noche que pasábamos escondidos.

—Tu herida se puede abrir.

—Es solo...

—Sehun tuvo que coserla. —Se susurraban—. Duerme un poco.

—Me siento inútil. —Posicionó su mano sobre el vientre de Kyungsoo—. ¿Cómo está?

—Aún es muy pequeño.

—¿No tenía que ser más grande? —Esa pregunta fue dirigida a mi.

—No. Además, si es el primer bebé de Kyungsoo, la piel se toma su tiempo para estirarse. Debe estar en el quinto mes ya, así que, pronto veremos una pequeña pancita.

—¿Kyungsoo necesitará una atención especial? —El hombre observó a su chico y lo acercó.

—Un parto es algo delicado... —La conversación se detuvo—. Motores...

—K1. —Kyungsoo lo miró confundido—. Una camioneta de combate. —Intentó levantarse pero su pareja lo detuvo.

—No...

—Kyung

—Espera... —Le arranqué el logo de los destructores de la chaqueta y lo guardé en mi bolsillo—. Voy a ir a ver.

—¿Estás loco? —Kai me apretó la mano—. ¿Tienes idea de lo que haces?

—No, pero puedo morir de cualquier forma hoy o mañana. ¿Qué importa? —Me solté y le sonreí a Kyungsoo—. Toma, —le di el arma— quedate con él y no dejes que se levante de forma brusca.

—Sehun... —Kai me clavó los ojos y me devolvió el arma.

—No, si voy armado, me disparará sea quien sea. —Los cubrí a ambos con una campera y salí con apenas el uniforme común.

Corrí en línea recta hacia el sonido de los motores. Sabía que podía ser una trampa, pero era todo lo que teníamos. Tarde o temprano Kyungsoo necesitaría más que una frasada para poder dar a luz.

Una rama atrapó mi pie y caí al suelo. Mis vista se nublo por unos momentos y lamenté ser tan torpe hasta cuando necesitaba todo lo contrario. Iba a perder, otra vez.

—¡Identifícate! —Escuché a mis espaldas y maldije. El sujeto me rodeo y quedó frente a mi—. ¿Doctor Oh? —Asentí sin creer; la escopeta bajó lentamente.

—Comandante Choi. 

Fuerza de AtaqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora