Dieciocho años y es tan monstruoso como su padre. Las personas escapan de su camino como las cucarachas de los escorpiones. Su peor hábito es que no tiene ninguno, es impredecible.
A veces siento que he sido derrotado biológicamente. Sin embargo, algunas veces, sobre todo en ausencia de su padre, suele volverse mi bebé.
—Ya suéltalo —, le dije con la poca dulzura que me inspiraba el asco. El pequeño joven se arrastró entre los matorrales y permaneció con la cabeza hacia bajo. El miedo no lo dejaba llorar, ¿no era la primera vez?
Mi hijo arregló sus ropas, pero se quedó sentado en el suelo. No me miraba, pero tampoco se veía avergonzado.
—El comandante te llama. —Era un límite, o eso me decía Chanyeol. Fuera de nuestra casa lo único que importaba era la jerarquía. Todos sabían quién estaba al mando. Papá era una palabra que se convertía en un insulto si se pronunciaba frente a la multitud. —No lo hagas esperar.
Se levantó de un salto, quiso mirar hacia el chico, pero se topó con mi interés hacia esa criatura. Aplastó algo en suelo y se retiró.
—¿De dónde eres? —Su actitud no era de la ciudad; a ese pobre lo había traído desde algún lugar lejano. —No voy a hacerte nada. Es verdad, no sé mentir.
Los yuyos se sacudieron en sentido contrario a mi. Me incliné un poco y solo fueron segundos de atención; era todo lo que mi estado me permitía hacer.
—Seguro tienes hambre... Lo lamento.
No me estaba rindiendo. Solo quería que él saliera por su cuenta. Conocía ese sentimiento de impotencia. Me daba rabia saber que el desgraciado era mi hijo, hubiera preferido que alguien me lo contara y, tal vez negarlo. Tuve que verlo.
—Mi casa está a trescientos metros. Estaré solo todo el día. No haré preguntas, o algo de eso. —Era verdad, no quería detalles ni nada parecido. Las galletas de Kyungsoo se me habían antojado y solo pensaba en sentarme debajo de un árbol para tomar té.
Mis pies dolían por la caminata. Ya no estaba en edad como para cargar tanto peso, pero había sido un pequeño deseo accidental. Porque estaba muy deseoso, aunque el desenlace fue algo brusco y difícil de masticar para mi.
—No te quedes ahí, puedes resfriarte. -Sacudí mi mano para que se acercara. Al parecer lo pensó, porque caminó despacio hacia mí. ¿El embarazo genera sensibilidad? No, seguramente me veía tan pesado e incapaz. Estaba claro que no pensaba correr, siquiera quería levantarme del sillón.
Tembló un par de veces cuando le pedí que se sentara. Solo llevaba una camisa. Necesitaba un baño y más ropa.
—¿Té? —Le di una taza aunque no respondió. Era lo que solía hacer con los niños refugiados, fingir que todo estaba bien. ¿Falsa sensación de seguridad o mentira?
Bebí un poco y dejé que sus ojos vagaran con miedo y curiosidad por la sala. Rastreaba y analizaba al enemigo. Su expresión pasó del terror a la venganza en un vistazo.
—Daré a luz mañana o pasado. Puede que esta tarde. —Se asustó por el comentario. —Lo que llevo dentro es una copia pequeña de... —miré la casa —mi esposo. Aún le faltan detalles, pero se formará. Los primeros años será todo mío, llorará y gritará para que lo bese y cuide. A los diez u ocho años querrá vivir como su héroe y lo seguirá a todas partes. Cuando me de cuenta, ya será todo un Park.
Corrí la taza y le acerqué las galletas. Tomó un par y las comió sin quitarme los ojos de encima.
—No los veremos en un buen rato... Tengo ropa que podría quedarte, pero tienes que venir conmigo.
Tenía un carácter ingenuo y perdido. Su mente volaba ante cualquier estímulo. Como un gatito se dejó mimar y cuidar.
—¿Es muy pequeño o yo soy muy gigante? —me dije mientras buscaba algo en la cocina. Rescaté una bolsa y volví a la sala. Mi pequeño estaba aterrado en una esquina del sofá. En la puerta Chanyeol sostenía el picaporte con fuerza y mi hijo tenía la mirada rígida sobre la criatura. -Llegas muy temprano. ¿Qué ocurrió con el grupo raro ese? —Mi hijo retrocedió y Chanyeol cerró los ojos. Me acerqué a él y dejé que colocara sus manos sobre mi vientre.
—Fue una orden. —Me miró. —¿Cómo se te ocurre...
—Estaba solo y no es una amenaza. Es mi nuevo hijo. —Chanyeol tomó mis manos.
—No.
—Voy a tener un bebé, necesito ayuda. —Señalé con mis dedos la casa. —Lleva más de tres horas aquí. —Parpadeé y tomé mi vientre; las discusiones no verbales me agotaban. Además, estaba comenzando a lamentar las copas de más que tomé nueve meses antes. —Los quiero fuera de aquí. —Cerré la puerta y fui hasta una habitación; lo tenía todo planeado.
A mitad de la noche el pequeño apareció por la puerta y casi se desmayó.
—Puedes pasarme eso... —le señalé las tijeras. —Será complicado sin eso... Un niño. Tiene mis lunares, pero será igual a él. Estoy harto.
Él chico asintió y con las manos temblando me pasó las tijeras. Escuché su llanto cuando el dolor en mi cuerpo bajó.
—Ese par estará insoportable. ¿Puedes cerrar esta puerta? Pasaremos unos minutos con el pequeño bebé, porque cuando sepa quién es su padre lo voy a perder. —Suspiré—. Siéntate junto a mi. Seremos compañeros en esto.
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Fuerza de Ataque
RandomQueridos tíos: ¿Cómo están? Espero que muy bien. Como sabrán, hoy se cumplen dos años desde que ingresé al cuerpo de sanidad militar como médico. Recuerdo que prácticamente entraron en crisis cuando se enteraron, pero era algo i...