Capítulo 3

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Al otro día, había un chico sentado a una mesa de la mía, en la cafetería del centro, y no paraba de hacer muecas para hacerme reír. Juntaba sus ojos color cielo y sacaba su rosada lengua sólo para continuar distrayendome mientras hacía mi tarea. Maldita sea, si esto sigue así terminaré reprobando literatura 1.

Su cabello dorado estaba perfectamente acomodado hacia arriba. Ni parecía que hubiera habido una tormenta afuera, ya que su peinado seguía en perfecto estado.

Me saludó con la mano y yo bajé la mirada a mi cuaderno justo en el momento en el que Sally, la mesera, me entregara la carta de nuevo. El otro día había pedido lo mismo de siempre, pero ahora que veía la imagen del pastel de chocolate frente a mí no se me hacía tan apetecible.

Volví a levantar la vista. Ahora yo fui quien levantó una ceja. A diferencia de mis mejillas sonrojadas, su reacción fue guiñarme un ojo.

Sentí mis mejillas sonrojarse cuando levanté la carta para evitar verlo de nuevo. Para evitar cualquier otro de sus gestos. Cubrí toda mi cara con la carta, mientras trataba de concentrarme en todas las cosas que tenía el menú.

Pero mi mente viajaba en el chico solitario de aquella mesa, sin importar cuan delicioso se veía ahora el pastel de chocolate en esa foto.

Escuché que alguien carraspeó su garganta junto a mí y luego una mano apartó el menú de mi rostro.

-"Disculpa, ¿está ocupado este asiento?"

Al levantar la vista, los ojos de aquel chico se toparon con los míos y muy apenas pude con el rubor escalando por mi rostro.

MADRE MÍA.

"Mi única excepción." // Luke HemmingsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora