𝓷𝓾𝓮𝓿𝓮

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La ciudad gris amparaba a sus habitantes bajo una cruel ola de frío. Dentro de aquel piso tan bien situado en el barrio de Salamanca, Alessia ignoraba los siete grados de temperatura que se sentían en el exterior. Envuelta en un pijama camisero, negro con bordados de colores, empezaba su mañana con la característica desidia de un sábado sin nada que hacer.

Su hermano pequeño, Pablo, apuraba el cigarro en el balcón del salón, aprovechando que su padre había salido a hacer unos recados. Nadie en su familia sabía de los vicios del pequeño, o eso creía él. Era completamente ajeno a que su hermana le robaba algún pitillo, muy de vez en cuando, en las pocas ocasiones en las que la rutina hacía mella en su ánimo y necesitaba sentir que algo llenaba el vacío de su pecho.

Unos pisos hacia abajo, Javier caminaba decidido hacia el portal que empezaba a conocerse tan bien. Incluso algún vecino comenzaba a saludarle con una sonrisa, pese a su ropa, o sus apariencias.

Subió las escaleras de dos en dos, ansioso, sin querer esperar a que el lento ascensor bajase a por él.

Aprovecharía cualquier excusa que se le ocurriese para encontrar a Alessia, y tener una conversación seria con ella. Sentía indignación por el final del último capítulo. Aunque la joven se lo había advertido en su último encuentro, no se esperaba tal montaña rusa de emociones.

No era capaz de recordar la última vez que se había implicado tanto leyendo una historia. Su placer por la lectura narrativa se había ido apagando con los años, dando paso a la música, al graffiti y, por supuesto, a la filosofía. Pero esta historia le tenía atrapado, con la mente en la ruta italiana que seguía la protagonista.

Llamó al timbre, y fijó su vista en la gran puerta de madera oscura, que le separaba de su objetivo.

Y su objetivo le abrió la puerta, en pijama.

La mirada de sorpresa de la chica le desconcertó brevemente. Se preguntó para sí mismo si se esforzaba para verse tan bien incluso recién levantada, o si le salía natural. Alessia se hizo a un lado, dejando pasar al joven.

—¿Qué haces aquí? –preguntó con su voz aterciopelada. Había confusión en esa voz, pero también una pizca de alegría.

—Oh, perdona. Me llamo Javi. Llevo un par de meses viniendo a tu casa. Estudio con tu padre. –respondió divertido, caminando por el pasillo, mientras se quitaba el chaquetón y el gorro.– ¿Qué crees que hago aquí?

—Mi padre no está. Salió hace un rato. –Javier frunció el ceño. Sacó de su bolsillo su teléfono móvil, comprobando el correo que había recibido hacía unos días. Se lo mostró a la chica, que leyó la fecha y la hora. Sí, el chico era puntual como un reloj. Caminaron hasta la cocina, sin perder las costumbres. Javier sonrió al reconocer el olor de la infusión de vainilla nada más entrar.– Le puedo llamar para que venga, se habrá olvidado.

—Espérate un poco para llamarle. –dijo él, dejando su mochila en el suelo, y sacando el capítulo que con tanta rabia había acabado de leer.– ¿Estás loca? –preguntó enfadado.– Eres cruel.

—Entiendo que ya lo has leído. –replicó con una sonrisa, tomando el montón de folios que el chico le ofrecía, y ojeando que estaba lleno de anotaciones.

De todos los capítulos que le había entregado al chico, aquella espera había sido la más tortuosa.

—Pobre Paola.

—La vida no es fácil. Paola tiene que encontrarse obstáculos en su viaje, Javi. –la joven sonrió, recordando cada palabra que había escrito.

—Obstáculos, no un puto tren en marcha con ella atada a las vías, Alessia. –la chica ahogó la risa que estaba naciendo en su pecho. Pese a tener vía libre, tenía la costumbre de no hacer demasiado ruido cuando hablaba con el muchacho.– Te vas a deleitar con las notas. No te he insultado porque soy un caballero, pero ganas no me han faltado. –añadió con el ceño fruncido.

Philosophy ; [Bnet] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora