𝓬𝓪𝓽𝓸𝓻𝓬𝓮

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Noviembre era uno de sus meses favoritos del año. Conservaba todavía la esencia poética propia del otoño, pero se respiraba un ambiente más festivo. Las Navidades estaban al caer y el frío empezaba a apretar, en algunas casas más que en otras.

Mientras algunos trataban de conservar sus casas, otras deseaban escapar de ella, aunque fuese renunciando a todos los privilegios que esa vida le daba.

Alessia se había pasado toda la tarde consolando a Lara. Sus problemas familiares solo iban a más, y ya no sabía qué decirle para reconfortarla. Le había ofrecido la habitación de Lucía si necesitaba un sitio donde quedarse, pero sabía que eso no era suficiente para curar la herida de su amiga. Al menos, era lo mínimo que podía hacer: asegurarle que tendría un hogar si lo necesitaba. Lara se había negado, con lágrimas en los ojos. Agradecía el gesto, pero esperaba no tener que tomarle la palabra.

Tras horas de charla, y tras haberse calmado gracias a Ale, Lara decidió volver a casa. Sus problemas no se solucionarían escapando de ellos. Debía afrontarlos.

—¿Estarás bien? –preguntó con preocupación, buscando los ojos de su amiga.

—Sí, Ale. Hoy vuelvo, pero esto se ha acabado. Le voy a dar el ultimátum definitivo. –Alessia asintió, infundiéndole ánimos.– Tú deberías volver a casa, también. Siento haberte robado toda la tarde.

—No me has robado nada. Para eso estamos las amigas. –ambas se levantaron de la escondida mesa, al fondo de la cafetería. Pagaron sus cuentas, y salieron a la calle. Les sorprendió el fuerte viento, y Alessia recordó, pesarosa, el temporal que se acercaba a la capital.

—Voy a coger un taxi antes de que el tiempo empeore. Nos vemos pronto. Gracias de nuevo, cielo. –se abrazaron con fuerza, cada una con una intención. Lara no creía que sus palabras de agradecimiento fuesen suficiente, y Alessia intentaba darle una última dosis de ánimos para afrontar la que se le venía encima.

Se despidieron, y cada una caminó en una dirección.

Ale no se encontraba muy lejos de casa, así que caminó con calma por las calles, observando a los últimos rezagados volver apurados a sus hogares.

El cielo se iluminó durante breves instantes, y seguido del relámpago, escuchó el correspondiente trueno. Pocos segundos después comenzó a llover con fuerza, como no lo hacía desde el invierno pasado. Se resguardó en el primer portal en el que pudo, todavía a unas manzanas de su casa.

El agua caía en cortina, y esta se movía a gusto del viento. Disfrutó de la imagen durante un par de minutos, pensando en palabras para describir el olor, el movimiento, y la esencia de la lluvia. Esas ansias de escribir tan características la invadieron, y decidió correr hasta su casa en vez de esperar a que escampase.

Nunca cinco calles se le habían hecho tan largas. Pese a sus esfuerzos por no mojarse, caminando pegada a las fachadas de los edificios, el tiempo no estaba a su favor, y acabó empapada. Dejó de correr en el momento en el que supo que no podía estar más mojada, y se dedicó a caminar bajo la lluvia.

Una mirada curiosa la escaneó, y su característica sonrisa de lado hizo presencia. Dio una calada a su cigarro, y el humo se desvaneció entre las gotas al expulsarlo a través de sus labios.

Él también iba calado hasta los huesos. A él también le había pillado la lluvia, y se encontraba resguardándose en un estrecho soportal, a apenas unas calles de la casa de su tutor.

Cuando la chica pasó por su lado, sin reparar en él, salió de su resguardo y tomó la mano de ella, entrelazando sus dedos. Alessia se sobresaltó, y al alzó la vista asustada. Su corazón aceleró todavía más el ritmo al reconocer al chico.

Philosophy ; [Bnet] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora