𝓺𝓾𝓲𝓷𝓬𝓮

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Caminó por Malasaña, tratando de encontrar la ubicación que Javier le había mandado. Se negaba a abrir Google Maps por cuarta vez para buscar la calle.

Esperaba no tener que depender nunca de su sentido de la orientación en una situación de vida o muerte, porque tenía muy claro cuál sería el resultado.

Tras diez minutos dando vueltas, creía haber encontrado al fin la calle correcta. A lo lejos, vio al chico en un portal, apoyado en la puerta y mirando el móvil. Iba vestido con un chándal azul oscuro, y su pelo despeinado de siempre. Alzó la vista, y sonrió al ver a Alessia caminando hacia él.

—Pensaba que eras una chica puntual. –se pasó la lengua por los labios de manera inconsciente, y sonrió de lado.

—Lo soy, te lo prometo. Es que me he perdido. –se justificó. Llegó junto a él, sonriente. La espera de esos pocos días se le había hecho eterna, pero al fin le veía de nuevo.– Hola.

Javier se acercó, y besó su mejilla con cariño.

—¿Cuál es el plan? –preguntó ella, tratando de contener su alegría.

—No hay plan.

—Cómo que no hay plan.

—Vamos a improvisar. ¿Izquierda o derecha?

—¿Derecha? –Javier ahogó una carcajada, poniendo nerviosa a Alessia.– No, no. Izquierda.

—Pues vamos. –tomó la mano de la chica y entrelazó sus dedos. El gesto la tomó por sorpresa, pero le encantó. La había saludado solo con un beso en la mejilla, así que no se esperaba ningún gesto cariñoso. Empezaba a comprender que Javier era completamente impredecible, y que hacía lo que quería en todo momento.– Dime un número del uno al diez.

—Siete.

—Genial. Vamos a bajar a la primera parada de metro que veamos, y vamos a bajarnos siete paradas después. Y allí comienza la cita.

—¿Esto es una cita?

—Claro que es una cita. Me he puesto mi mejor chándal. –respondió obvio, y Alessia soltó una enorme carcajada.

—Estás muy guapo. –Javi la miró brevemente a los ojos, con cierta timidez, y le dedicó una sonrisa de labios cerrados. –Se te ha olvidado peinarte, pero tú te lo puedes permitir.

—Te he visto recién levantada. Tampoco puedes quejarte. –se sonrieron con diversión, pero ambos sentían esos nervios más bien propios de los adolescentes.

El tiempo no estaba a su favor. Alessia sentía que una hora con él se pasaba en cinco minutos. Todo lo que se contaban parecía poco. Hablaron de todo: de su infancia, de cómo veían su futuro, de sus torpes primeros besos. Ale se encontraba fascinada por cada gesto. Cada movimiento parecía perfectamente medido al milímetro, pero sabía que era algo natural del chico. Por su parte, Javier tenía problemas de concentración al sentirse examinado por tal bella mirada.

Su improvisada ruta les dejó en la parada de metro de La Latina. Javier exhibió sus conocimientos de graffiti, hablándole algunos de los autores de los murales del barrio. Dieron vueltas sin rumbo por las calles, que lucían llenas de vida. Sábado por la tarde, últimas horas de sol: los turistas y vecinos llenaban las terrazas y los comercios, y las calles estaban llenas de música. Habían escuchado jazz, hip hop, indie...

—¿Podemos volver a la calle donde estaba sonando 50 Cent? –bromeó Javi, tirando de la mano de Alessia, al escuchar la sintonía de los 40 principales. Ale rio, caminando hacia él, siguiéndole sin pensárselo dos veces.– ¿Has subido alguna vez al mercado?

Philosophy ; [Bnet] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora