𝓭𝓲𝓮𝓬𝓲𝓸𝓬𝓱𝓸

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Habían sido unas semanas estresantes para ambos. Los exámenes finales de Alessia habían sido largos y tediosos, mucho peores que los del primer año. Quizás tuviese algo que ver la eterna distracción que suponía Javier en su cabeza. Por su parte, el chico preparaba su trabajo final con esmero. Ultimaba los últimos detalles, queriendo que todas y cada una de las palabras estuviesen en su sitio. Ale había sido de gran ayuda para eso. Una de las pocas veces que pudieron verse desde la noche de fin de año fue, como Alessia la había bautizado, ''la cita menos romántica de la historia''. Cuatro horas íntegras de preparación de las diapositivas y ensayos de un nervioso Javier. Le había repetido hasta la saciedad que lo iba a hacer perfecto. Era un chico con un don para la comunicación, para hablar en público sin fallar nunca en su dicción o en su selección de palabras. Aun así, sentía los nervios tomar su cuerpo al imaginarse de pie, en el aula magna de su universidad, presentando aquel trabajo frente a todos sus compañeros y profesores. No eran personas cualesquiera. Era gente que sabía de lo que iba a hablar, y temía no saber responder a las preguntas que le formulasen.

Con los exámenes de ella, y el trabajo de él, poco se habían visto en lo que iba de mes. Un par de veces se habían visto en casa de Ale, mientras Javi ultimaba detalles de la investigación con Marcos. Las miradas que se lanzaban los jóvenes podrían empezar un incendio que arrasase con hectáreas completas.

Se encontraba repasando la conclusión final del trabajo, en el despacho de su tutor, cuando escuchó la puerta abrirse. Por el sonido de los delicados pasos, supo que era su chica, y sintió un cosquilleo en el estómago al pensar en verla. Llevaba unos días muy estresantes y solo quería verla un rato.

Le dijo a Marcos que iba a tomarse un descanso para fumar, pero este estaba tan absorto en su lectura que ni siquiera alzó la vista. Sólo asintió, de acuerdo. Javier entró en la cocina con una sonrisa. Caminó silencioso hasta la chica, y besó su mejilla sin hacer ruido. Alessia cerró los ojos, inclinando su cabeza hacia un lado y disfrutando de los labios de Javi.

—¿Qué haces? –susurró, escuchando con atención por si escuchaba los pasos de su padre.

—Te he escuchado entrar en casa hace un rato. No pude resistirme. –besó sus labios riendo en silencio.– Está con un texto de Heidegger, tardará media hora en despegar la vista del papel. –las grandes manos de Javi se ciñeron a la cintura de la chica, acercando sus cuerpos.

—No juegues, Javi, que nos pillan. –sus palabras eran de advertencia, pero rodeó el cuello del castaño con sus brazos, queriendo tenerle cerca.– ¿Vas a estar hasta muy tarde? Podemos ir a cenar. Le digo que quedé con Carla, o con alguien de la uni.

—Vale. –besó brevemente los labios de la chica, y se separó por precaución.– No te hagas un sándwich, entonces.

—Subestimas la capacidad de mi estómago, Javier. –se rieron por lo bajo, sin querer llamar la atención. Javier observó el rostro de la chica, admirando cada detalle de cerca. Había echado de menos tenerla tan cerca.– ¿Quieres algo de la nevera?

—No, no. Sólo venía a verte. –Ale alzó la mirada, observando el rostro angelical de Javi.– ¿Qué?

—A veces eres muy tierno. –sin saber qué responder, volvió a acercarse a ella.– No me provoques. –pidió, acariciando su pecho.

—No estoy haciendo nada. –respondió, sin ser capaz de esconder su sonrisa.

Inclinó su cabeza lentamente, y Ale observó los labios de Javi. Estaba sin afeitar y despeinado, el corte en la ceja casi había desparecido, pero aun sin arreglar estaba guapísimo. Antes de que la besase de nuevo, puso un dedo sobre sus labios, y paseó su uña de manera suave. El castaño tomó su mano, entrelazando sus dedos y apartándola de su rostro, y la besó, olvidándose de dónde estaban, de que Marcos y Pablo estaban en la casa, y de las consecuencias que podría haber si alguien entrase en ese momento en la cocina.

Se separó a regañadientes, cuando Ale se inclinó un poco hacia atrás. A ella no se le había olvidado dónde estaban.

Acarició la mejilla del chico, y él cerró los ojos, apoyando el rostro contra su mano.

—Estoy deseando poder verte con tranquilidad, sin preocuparnos por qué barrios vamos de la mano.

—Sabes que puedo renunciar en febrero, ¿no? –Ale alzó su rostro, mirando los castaños ojos de Javier, escaneándola.– La beca cubre todo el curso para poder hacer las prácticas con tu padre, pero no es obligatorio. Podría hacer las prácticas en un instituto, y así podríamos estar juntos.

—No, Javi. No quiero que desperdicies esta oportunidad. –respondió rotunda. No quería que, si pasaba algo, si al final no funcionaba, se arrepintiese de haber hecho eso por ella.

Javi estaba convencido. Llevaba semanas pensándolo, pero no había encontrado el momento de decírselo. Sabía que Alessia se opondría, pero no era decisión suya. Y él ya la había tomado.

—Ya he aprovechado cuatro meses. Además, no quiero esperar hasta junio, Ale.

—¿Y quieres hacer prácticas en un instituto lleno de críos? –preguntó incrédula. Por la carrera que estudiaba ella, esa era una de las opciones para las prácticas finales. Una que no pensaba tomar. Sus años aguantando a niños con las hormonas revueltas habían acabado, y no pensaba volver a ellos.

—Siempre me he llevado bien con los chavales. –se encogió de hombros, despreocupado.– No creo que haya problema.

—¿Estás seguro? Porque podrías... –dejó de hablar al observar los ojos brillantes de Javi, sonriéndole. Acarició sus mejillas, calmando su verborrea. No le hacía falta nada más que esa mirada, para entender todo lo que estaba pasando por la caótica mente del chico. Sonrió, sonrojándose, antes de escuchar las palabras.

—Quiero estar contigo. Me da igual la beca. –dijo firme. Alessia asintió, y en el rostro de Javier se dibujó una hermosa sonrisa.

Ambos querían fundirse en un abrazo que durase horas, sujetando al otro, sintiendo los latidos acelerados de ambos corazones. Pero no podían. Con un último beso, se despidieron, al menos hasta un rato después, cuando Alessia le contaría a su padre una elaborada mentira para poder estar un par de horas con Javier.

No veía el día en el que dejase de mentir por él. Lo que no se imaginaba, es que ese día no llegaría nunca.

Philosophy ; [Bnet] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora