𝓬𝓲𝓷𝓬𝓸

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Durante las siguientes semanas, los intercambios furtivos de capítulos no cesaron. Apenas tuvieron ocasión de intercambiar palabra, pero Javi sentía que la iba conociendo mejor a través de la historia. Al fin y al cabo, todo artista deja una parte de sí mismo en su obra.

Leía con una sonrisa las vivencias de la chica italiana, y con especial atención sus reflexiones, preguntándose dónde acababa Paola y dónde empezaba Alessia.

En cambio, para ella, aquel chico alto de Malasaña de ojos hermosos seguía siendo todo un enigma,y empezaba a sentirse en desventaja. Las palabras que recibía, escritas, en forma de anotaciones en sus capítulos, se le antojaban escasas. Quería charlar con él sin tener que mirar el reloj. Quería dejar que las horas pasasen, sin preocupaciones.

Pero eso era algo que se quedaba en sus ensoñaciones diarias.

En su día a día, Alessia no tenía tiempo para nada más. Los trabajos de la facultad, mantener y cuidar sus amistades, las horas invertidas en investigación para el libro, y en seguir escribiendo... Tener un rato libre en el que tirarse en el sofá y ver cualquier programa en la tele, era algo que su mente ya había olvidado.

Por otro lado, Javier seguía con su camino improvisado. Las únicas constantes en su vida eran las reuniones con su tutor, su familia y las quedadas con sus amigos. Siempre había considerado a aquellos chavales  hermanos, y se trataban como tal. Pero no había sido con ellos con quienes había hablado sobre esa pequeña aventura con la hija de su tutor, sino con su hermano mayor, Pedro.

El consejo de su hermano había sido que tuviese cuidado, pero le recordó que tampoco estaban haciendo nada malo. Javier tenía sentimientos contradictorios respecto a eso: si bien sus intenciones eran las más honestas que había tenido con una chica en mucho tiempo, y su interés nacía de una curiosidad genuina por la morena, no dejaba de pensar que estaban jugando a aquel juego delante de las narices del profesor, y que, de enterarse, podría interpretarlo como una falta de respeto.

Aunque, al final del día, le pesaban más las sensaciones que le producía la lectura de aquellos capítulos que la opinión del hombre.

Era un lunes por la tarde, y Javier no esperaba encontrarse a Alessia al entrar en la cocina. Por lo general, los lunes que tenía tutoría, nunca la veía, ya que tenía clase hasta tarde. Antes de que ella se percatase de su presencia, aprovechó para observarla. Tenía la larga melena recogida en una trenza. Miraba su ordenador con el ceño fruncido. Suspiró, agotada, y Javier extrañó su habitual energía.

—¿Mal día? –preguntó con voz suave, caminando hasta la nevera. Cogió un refresco, lo abrió y caminó hasta la mesa del comedor, en donde ella se encontraba.

—No sabía que estabas aquí. –evitó responder la pregunta. Había sido un día pésimo, pero no quería explicárselo a él. Ni a él ni a nadie, realmente. Solo quería acabar ese trabajo, prepararlo para la entrega, y dormir doce horas seguidas.

El chico percibía que algo no estaba bien. Y sospechaba que no era solo cansancio.

—¿Qué te atormenta? –una diminuta sonrisa cruzó el rostro de la joven ante la selección de palabras de su compañero. Atormentar era una palabra poderosa, y muy acertada para la ocasión.

—Esto. –Alessia señaló la pantalla del ordenador. Tomándola por sorpresa, Javier se acuclilló al lado de su silla. Apoyó el brazo sobre la mesa, y su mentón sobre este. La morena observó sus facciones, fascinada. La longitud de sus pestañan, las perfectas líneas de la nariz, el brillo tan característico de sus ojos. Una voz en su interior le decía que dejase de observarle antes de que la pillase in fraganti, pero sentía como si un imán controlase la dirección de su mirada. Javier sabía que le estaba mirando, pero no le importó. Pocas cosas perturbaban su calma.

Philosophy ; [Bnet] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora