19

1K 99 6
                                    

Zoey

¿Qué estaba pasando? Todo esto... ¿qué es? Primero, ¿por qué tuve la sensación de tener que seguirla minutos después de que entró a la escuela? ¿Por qué sentí ese pequeño dolor de cabeza? ¿Y por qué su olor se sentía tan desesperado?


Tengo tantas preguntas, no solo para mí misma, y ella es la cuestión más grande, la única pregunta que realmente necesito responder.


—¿Te sientes bien? —pregunté, intentando recuperarme después de haber escapado del conserje.


—Sí, de hecho, mucho mejor —sonrió un poco. La miré mientras ella se desajustaba la camisa, un poco de sudor recorriendo su clavícula fue lo único que observé. —Gracias, ya sabes, por eso. Creo que estaba teniendo un ataque de pánico.


Mentira.


¿Qué fue eso?


—¿Segura? Podríamos ir a la enfermería —intenté persuadirla, con mi preocupación aumentando.


—Sí, ya estoy mejor. Además, apuesto que tienes cosas que hacer —dijo con un ápice de tristeza—. Así que nos veremos mañana —sonrió levemente, aunque entristecida, y se desvaneció por el pasillo.


Mi teléfono comenzó a sonar. Era Samantha.


—¿Sí? —contesté.


—¿Dónde estás? ¡Llevamos rato esperando!


—El libro que buscaba no está en la biblioteca —respondí, buscando ideas para mentir.


—Te esperamos en la entrada.


—Pero... —colgó antes de que pudiera terminar de hablar. —Maldición, Sam siendo Sam.A veces siento que estoy en la piel de alguien que no soy yo, que les estoy mintiendo a todos, y lo peor, a mí misma también. Diría que las cosas empeoraron desde la muerte de mi papá, pero no siempre fue así. Ella apareció en mi vida en el preescolar, siendo la más pequeña y enana de todas, pero cambió después de su pelea por defenderme. Se volvió más temerosa. Empecé a cuidarla yo, hasta que llegaron ellos y se la llevaron. Me sentí abandonada y dudo que ella lo note. Dudo que note cómo me siento al respecto de que, cuanto más cerca me siento de ella, ella solo se aparta y desaparece.


—Como que se pasaron de rápidos estos tres años de mierda —se quejó Sam, que estaba acostada en mi cama como de costumbre.


—No fueron tan malos —respondí, sentándome en mi escritorio para revisar mis pendientes.


—Bueno, para mí sí. Tener a la odiosa de Jessica detrás de mí con su pestilente olor 24/7.


—Sigo sin entender de qué olor hablas —me giré en la silla—. Ella no huele a nada.


Sí, estoy mintiendo nuevamente, pero tengo una buena razón: sería extraño decirle que mi sentido del olfato me permite hacerlo sin que yo quiera. Es molesto, aunque el único olor que soporto, y es porque me gusta, le pertenece a Lex.

Mi MateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora