11

1.1K 104 2
                                    


Lex

El frío viento soplaba en nuestra contra. La voz de Zoey, cálida y serena, siempre lograba estremecerme, haciéndome sentir mejor. Algo en mi interior ronroneaba con solo su presencia.

Ella quería saber qué me estaba pasando. Podría decir que lo supe por intuición, como si un presentimiento arañara mi pecho. Quería responder a sus preguntas, tanto las presentes como las futuras. Pero también tenía miedo, miedo de estropearlo todo, de lastimarla. Pensar en alguien, como Nathan, tocándola, me hervía la sangre.


Soy una bestia enamorada de un humano. Suena a cliché, uno doloroso y penoso. Me enamoré de lo que nunca seré, porque así somos todos: nos enamoramos de lo que no tenemos y jamás seremos.


Zoey carraspeó y se detuvo, o al menos lo intentó, mientras me miraba con expectación, esperando una respuesta.


—¿Uh? —Mi labia no es la mejor y dudo que mejore. —Ya sabes... —respondí nerviosa. —Un día antes de entrar decidí que necesitaba un cambio. —La miré por un par de segundos. Estaba prestando toda su atención, lo que hizo que mis mejillas se calentaran. Aparté la mirada, intentando hablar con más naturalidad. —Fui a la peluquería donde me rapé meses atrás y quería cambiar mi estilo. Zack me ayudó. —Añadí, continuando mi camino sin volver a mirar a la pelirroja.


—¿Zack? —preguntó ella con un tono de interés, frunciendo levemente el ceño y mostrando una mueca.


¿Por qué pregunta así?


—Sí, es el chico que trabaja en la peluquería. —Intenté sonreír un poco mientras me bajaba el gorro hasta cubrir mis orejas, que se sentían calientes. No quería que notara el rubor en mis mejillas.


—Oh, vaya. ¿Y tienes novio?


Si hubiese estado bebiendo agua, la habría escupido de inmediato. No quería continuar con este tema. No quería ser esa amiga a la que le cuenta sobre qué chico le gusta. Eso dolería, lo sé y lo acepto.


—No, claro que no. —Reí con nerviosismo.


¿Cómo le explico que me enamoré de ella desde que éramos niñas sin sonar extraña?


—¿Por qué ríes? —inquirió, aún más seria.


—Es que no tengo interés en eso, ya sabes, en una relación. —Casi llegábamos a su casa. —Creo que no nací para esas cosas.


Y no mentía. Estaba enamorada de ella, y hay posibilidades de que me case con un chico al que jamás he visto, o con alguien creado para ser mi otra mitad. Las esperanzas de un buen futuro amoroso no son alentadoras.


—¿Y por qué no? —Cuestionó, colocándose frente a mí. Detuve mi paso para no estar demasiado cerca de ella y sentir su olor suave y sus rápidos latidos.


—Tengo que concentrarme en otras cosas. —Le resté importancia, encogiéndome de hombros y levantando la mirada levemente.

Mi MateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora