29

938 99 9
                                    

Zoey


—¿Hija, estás bien? —me pregunta mi madre—. Te ves pálida, ¿necesitas algo?Logro enfocarme en ella. Nada de eso pasó, solo fue una ensoñación mía, pero aun así siento como si todo hubiera ocurrido de esa forma. Mi cuerpo duele, y aún percibo el olor carbonizado del hombre que me capturaba antes, junto con el suave aroma de Lex.


Miro a mi alrededor y todo sigue igual. El restaurante de emparedados continúa siendo el mismo, naranja y soso. Tengo la necesidad de huir de aquí, como si ese sueño no fuera solo un sueño.


—¿Zoey? —insiste mi mamá.


—¿Mamá? —mi voz apenas se escucha—. Yo...


El sonido que anuncia nuestra orden hace que mi madre voltee de inmediato.


—Si te sientes mal, avísame —dice antes de ir a recoger nuestra comida.


Todo está sucediendo tal como en mi recuerdo. Volteo por inercia hacia la mesa y, como ya sabía, hay popotes de plástico desordenados.


—¿Mi casa? —pregunto suavemente, buscando el reloj colgado cerca del mostrador.


Faltan cuarenta minutos para que nos vayamos y... no, no, esto no es real. Solo estoy soñando despierta.


—¿Qué tal te ha ido en la escuela?


Pregunta lo mismo otra vez, pero ahora hay un interés genuino en su voz, como si esta vez no estuviera fingiendo, como en mi sueño.


—Mamá, no quiero comer aquí —le digo de inmediato.


Mis nervios están a flor de piel, todo esto me atormenta, me corroe por dentro, como si, sin importar lo que haga, ese sueño se hiciera realidad, y no quiero estar aquí para verlo. No quiero ver los ojos profundos de Lex llenos de enojo, y si los miras más de cerca, notarás el miedo que hay en ellos. ¿Lex preocupada por mí? Ni en mis sueños. Estoy resignada a que ella y yo jamás seremos ni siquiera amigas. No puedo ser amiga de alguien que me eriza la piel con su cercanía, de alguien que hace que todo mi ser quiera estar a su lado. Simplemente no puedo ser amiga de la chica que me rompió el corazón, y aun así la aceptaría... El amor sí duele, más cuando no tienes a quién dárselo.


—¿Estás segura? Es nuestro restaurante de emparedados favorito —me mira confundida.


—Mamá, por favor.


Lo piensa por unos segundos y suspira antes de responder:


—Deja que lo preparen para llevar, no tardarán más de cinco minutos —asiento con la cabeza y ella se levanta para pedir que lo preparen para llevar.


Sus cinco minutos se convierten en quince y, después de tanta insistencia, finalmente salimos del lugar. Recorrimos el mismo trayecto que yo había tomado en mi sueño despierta.

Mi MateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora