★ diez; agridulces dieciséis

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LAS COSAS EMPEZARON A Acelerarse sin piedad alguna para ellos que no tenían ninguna decisión más que enfrentarse a todos esos peligros. Poco a poco, comenzando a sucumbir ante la presión que se les fue otorgada con el conocimiento de Mercadotrol, aunque ya no solo se trataba de sobrevivir un día más a las amenazas de Bular y los cambiantes, si no también a los días en los que no se encontraban cazando a algunos goblins.

O así es como lo había sentido la más joven de los Martínez. Sentía que poco a poco estaba ahogándose en sus mentiras mientras en sus adentros no podía silenciar la constante culpa que le carcomía por mentirle a todos los que la rodeaban, ya que incluso estaba llegando a mentirle a Nashira.

Quería dejar de mentirle a su padre, exigirle a Blinkous las respuestas que los libros de le brindaba no le respondía, reclamarle a Nashira su poca fe en ella ante la falta de un arma de verdad para defenderse, gritarle a Jim el cuanto lo amaba y a Tobías cuánto se preocupaba por el bienestar de todos ellos. Se había sentido sola.

Pero él jamás la dejó completamente sola.

John permaneció a su lado a pesar de sus intentos por alejarlo como lo hizo con Ben, se mantuvo sentado a su lado calmando cada uno de sus impulsos con sonrisas, abrazos y consejos. Y si no hubiera sido por él, la rubia estaba segura de que hubiera sucumbido ante sus propios gritos hacía ya algunas semanas.

Pero había sobrevivido hasta esa esperada fecha: el cumpleaños de James. Si bien se había ausentado en su cacería de cambiantes por culpa de los turnos en el café, Benjamin le había dado completo permiso a su hija para pasar ese día entero con sus dos mejores amigos pues no le negaría esa fecha importante.

Mayra bajó con rapidez de su bicicleta cuando llegó a la casa de los Lake, con una respiración jadeante para ocultar la enorme sonrisa de emoción y es que ella era la encargada de llevar al azabache a su primera sorpresa del día.

─ ¡J-Jim! Tenemos un problema en... ─su voz se apagó poco a poco al notar a Bárbara en la cochera antes de sacudir levemente su cabeza ─. ¡En el lugar! No es una emergencia en realidad. ¿Acaso es eso una magia culinaria?

Una sonrisa algo nerviosa se ensanchó mientras apuntaba a la licuadora en las manos de su mejor amigo.

─ Tres Mil ─añadió Bárbara ─. ¿Tienes permiso de tu padre de venir, May?

─ Permiso especial por ser el cumpleaños de Jimbo ─respondió con esa misma sonrisa nerviosa.

─ Muy bien. Los dejaré solos, pero Jim... esta noche tendremos celebración.

La rubia mordió su labio tratando de no reír al ver como Bárbara hacia un intento por bailar ante la extrañada y apenada mirada de su hijo.

─ No puedo esperar...

─ Que bien, pero enserio tenemos una emergencia uno en Mercadotrol ─aviso una vez la puerta se cerró.

─ ¿Y cómo lo sabes?

─ ¡Tobes me dijo! ¡Ahora corre!

Tomó la licuadora de sus manos y la puso a un lado para tomar al pelinegro de la mano y llevarlo al exterior donde Tobes se preparaba para ir con ellos.

James trató de buscar una explicación durante el camino, aunque ambos dieron pobres respuestas a sus preguntas asegurando que entendería cuando llegan a Mercadotrol pero ninguno de los tres esperaba lo que vieron en la Forja, a excepción de Tobías y May quienes habían ayudado a preparar la sorpresa.

Blinkous había activado varias armas de la forja y reunido una gran cantidad de trolls que fingían huir del enojado AAARRRGGHH.

─ ¡Ya es muy tarde, Maese Jim! ¡AAARRRGGHH perdió la cabeza! ─advirtió Blinky.

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