Al fin terminó Enero, el mes más largo de mi vida a pesar de que 6 días estuve de vacaciones.
Es el llamado efecto del tiempo. Muchas veces el tiempo suele pasar demasiado rápido, tanto que no te das cuenta cuando ya has tomado el transporte que te lleva de tu escuela a casa, pero también existen veces en las que llega a pasar tan lento, que solo ha pasado un módulo de tu clase y tu piensas que has perdido toda la vida sentado en tu banca.
Generalmente los meses se me pasan rápido, pero enero a sido el peor mes que tuve en mi vida.
—A ver, pónganme atención por favor.
La voz de la maestra irrumpe los pensamientos que tengo, llamando mi atención. Varios de mis compañeros siguen hablando y los observo. Tengo la extraña manía de observar a la gente, lo que ellos tratan de transmitir con sus gestos y movimientos extraños es una forma de distraerme. Y me gusta mirar en especial a Priscila cuando trabaja, cuando sonríe y cuando como ahora, pone atención.
—Como saben—dijo mi maestra con aquella voz chillona que poseía, estábamos en la materia de Español—, en este mes celebramos algo llamado Día de San Valentin, vamos a hacer un intercambio y voy a sortear los números, además también pueden traer otro regalo para una persona en especial que ustedes quieran. Vengan por su boleto.
Ninguna persona menor de 13 años mantiene el orden en este salón. Todos van corriendo con la maestra para sacar su respectivo boleto que le hará saber quien le toca. Me levantó de mi asiento con pesadez porque realmente no tengo ni las mas mínimas ganas de levantarme.
—¡Priscila! Ven que ya te aparte un lugar. —Creo que gritarle a alguien desde el otro lado no es muy decente.
¿Por qué ella tiene que ser la única persona capaz de alejar los pensamientos malos de mi mente con tan solo su sonrisa? Que cursi me estoy volviendo.
Bromeo un poco con Priscila sobre quien posiblemente le toque, y como siempre elijo a los más feos. Por primera vez en estas dos semanas puedo escuchar mi escandalosa risa. Ya no la había escuchado por un buen tiempo.
—Olvídalo Val, prefiero que me salgas tú a Jeremy. —Dijo Priscila riendo.
—No estaría nada mal, Jeremy es como "Te lo doy y me voy". —Le dije ahora yo.
Digamos que estábamos bien. Últimamente suelo hablar muchísimo más con Lizbeth y dejo a Priscila tener su espacio con sus otros amigos. Como que nuestra amistad tomó otro rumbo, no sé si es porque me gusta, o porque siento que con Lizbeth me siento más libre de hablar sin tener la necesidad de llorar cada 5 segundos.
Su risa lograba de alguna forma tocar mi pecho haciéndome sentir satisfecha. Lizbeth lleva quejándose sobre quien le había tocado, y Ricardo aún no pasa. Anda raro ese niño.
***
No le toqué a Priscila y ella no me tocó a mí, chale por mí, bien por ella porque le salió una de sus amigas. Pero no importa, aun así le voy a dar algo importante que le he venido prometiendo desde Diciembre. Un disco de su banda favorita.
Será muy fácil darle su disco por una simple razón. Un vecino mío le gusta la misma banda y esta vendiendo/regalando discos. Al hermano de este vecino, le gusto.
Se llama Gabriel.
Es... un poco vergonzoso para mí relatar esta historia, pero bueno, un diario no se escribe solo.
Supongamos que fue de esas personas con las que sientes que tienes cierta química pero al final no pasa nada, y es que, como que los lugares y muchas otras cosas te ponen muy indeciso. Yo sabía que le gustaba, incluso un día que estábamos afuera en la calle con otros amigos jugando, me llevó a un lugar apartado y nos besamos.
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Diario de una bisexual®
Non-FictionVal tiene un problema. Bueno, tiene varios. Se enamoró de una chica cuando tenía novio. Su novio es un estúpido. Sus dos mejores amigos no son razonables entre si. No sabe lo que siente por su mejor amigo. Su familia a veces es un pésimo ejemplo de...