Días libres y Johan.

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Diciembre 2013.

Día oscuro, ventanas cerradas y alguien llorando encima de la cama.

Sangre en sus brazos, mientras una discusión por parte de sus padres se escuchaba al exterior de su frío cuarto.

Muy pronto entendí lo que pasaba en aquel pequeño espacio.

Esa persona, era yo.

Y este horrible lugar, era el lugar en donde dormía, comía y llegaba todos los días después de la escuela. Mi casa, mi "hogar".

La puerta se abrió de repente haciendo que me asustara y saltara, tanto que me gane un golpe de la repisa delante mi cama. Vi el reloj y eran las 5 de la mañana.

Volteé mi mirada a la puerta y estaba totalmente cerrada, con el zapato enfrente que había dejado la noche anterior.

Vaya, alguien tuvo uno de esos sueños en los que nada salía bien.

Desde que salimos de vacaciones de Diciembre, las pesadillas son un poco más constantes. Primero siempre el sueño comienza bien, pero después la historia da un vuelco tan grande, que todo comienza a volverse oscuro.

A veces son tan reales, que me pregunto si en realidad no están pasando. Son tan vividas, que me dejan pensando durante todo el día hasta que vuelve a anochecer. Siempre se tratan de algo en específico que me pone en peligro; Yo cayendo de alguna parte; alguna herida mortal de la que nadie puede curarme; yo perdida en algún pueblo o ciudad que desconozco y en algún punto siempre termino en otro lugar más lejos.

El sueño que más me aterroriza, es de cierta forma difícil de explicar, pero todo a mi alrededor crece de manera exponencial mientras yo me vuelvo más diminuta cada segundo. Y todo es caos, hay mucho caos.

Desafortunadamente, desde que las pesadillas comenzaron, nunca he tenido el valor de comentarlas. Pero tengo mis objeciones:

Uno: Mis padres en estos momentos no tendrían tiempo de escucharme. Están desviados en otro mundo que yo en estos pequeños momentos no comprendo.

Dos: Si les dijera a mis hermanos, probablemente solo se reirían en mi cara haciendo chistes sobre mi pésimo sueño. Todos ya son mayores de edad a excepción de Ximena, y digamos que ella, bueno, está enfrentando sus propios problemas en la preparatoria.

Y tres: Ya bastante tengo a Priscila con todos los sucesos que me han pasado que no quisiera agobiarla más. Ella no es como yo. Ella si es fuerte.

Así que no me queda de otra que seguir con mis pesadillas hasta que la escuela comience otra vez o hasta que se desvanezcan por si solas.

Luche por querer quedarme dormida de nuevo, descansar de los apenas 3 días de vacaciones que habían pasado. Me aferre tanto a mi almohada hasta que pude cerrar mis ojos otra vez.

Esta vez era un lugar oscuro. Parecido a aquellos cuartos de policía en donde te meten a dar tu testimonio. Solo que no había luz, ni sillas, ni un guardia esperándome con su grabadora. Solo estaba yo, ahí parada.

—Valeria.

—¿Qué? ¿Quién eres?

—Tú lo sabes perfectamente.

Reconocí a esa voz masculina de inmediato, demonios, era él. Mi estúpido subconsciente estaba molestándome de nuevo.

—Hola Johan.

***

Jamás había hablado sobre Johan. Lo conocí cuando estaba cumpliendo los 6 años, todos mis amigos y familiares estaban hablando entre sí, riendo y pasándola bien. Aún lo recuerdo.

Diario de una bisexual®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora