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Después del brindis regresé al hotel con la excusa que la cena me había hecho daño. La verdad era que no quería ver a Jean a menos que fuera necesario y no quería encontrarme con Max después de nuestra escapada al almacén. En lugar de haber preguntado su edad debí de haberle preguntado si estaba casado. 

-Jean - me cubro la boca y saco mi mano de mi pijama. 

Me siento de golpe, afino mi oído esperando una risa o golpes en mi puerta. La imagen de Jean y Grace en la habitación había asaltado mi mente, pero esta vez era yo la que estaba en su regazo con su mano en mi cuello. Calmo mi respiración cuando la calma de la noche es lo único que me rodea, me vuelvo acostar con las manos temblando. Cierro los ojos, dejando que el sueño se apodere de mí. 


Salgo de mi habitación y me encuentro con Jean a mi izquierda, en el cuarto contiguo al mío. Siento mariposas en los nervios al recordar que lo imaginé la noche anterior, exhalo por la boca. Me cuelgo la mochila y cierro la puerta, Jean me mira conforme me acerco a él. 

-Voy a hablar con ella antes de que la lleves con Historia. 

-No. 

-No estoy pidiéndote permiso, Jean. 

Lo miro a los ojos antes de dirigirme a las escaleras, escucho a Jean quejarse antes de seguirme. 

Jean saluda a algunos de sus amigos de Trost mientras caminamos por la calle, se nota que extrañaba su hogar. Giramos en una calle y Jean silba de la impresión, pero eso es lo que yo veo cada día en Sina. Llegamos a la zona residencial de Trost, hay mansiones y casas grandes. Fuentes, jardines coloridos, estatuas de piedra cristal que brillan aún más con la luz del sol que le da. 

-No me dijiste que era rica. 

-Lamentablemente, su esposo es el rico. 

-También puedes ser rica si eres traficante. 

-Sí, creo que incluso gano más que un soldado de alto rango - rueda los ojos. 

Bajo la mirada la dirección que me dio Annetta y empiezo a caminar sin decirle a Jean. Llegamos a un edificio de cinco pisos, cada piso es un apartamento. Entramos al lugar, la recepción huele a lavanda y limón. El hombre detrás del escritorio nos da la bienvenida y anuncia nuestra llegada al tercer piso, el de Cecily. 

Mientras esperamos la respuesta, Jean se queda observando el techo de cristal sobre nosotros. Los cristales de distritos colores, reflejan luces arcoíris en el suelo de la recepción. Estiro mi mano a la luz más cercana y mi piel se ilumina de color morado, levanto la mirada. Son diseños de distintas flores exóticas. Una campana suena detrás del mostrador y el hombre se gira, abre un compuerta y saca un papel. 

Nos da la afirmación y Jean y yo nos dirigimos al elevador, abro las rejas y entro. Indicamos el piso al botones y el elevador comienza a subir. La tecnología había avanzado desde los marleyanos, antes usaban los elevadores solo en las murallas por su elevado precio, no ha cambiado mucho ya que solo lo más ricos o recintos como este pueden pagarlos y mantenerlos.

 -¿Tuviste una buena noche?

-¿Qué?

-Creí que llegarías a dormir después de lo mucho te divertiste en la fiesta - dice mirando a la puerta -. Pero te escuchabas... entretenida.

-Escucha, Jean, sé que compartiste cuarto e incluso cama con tus compañeros de Tropa, no conoces tal cosa como la intimidad así que, si vuelves a husmear, te rebano las orejas - el botones se remueve incomodo.

-¿Qué no conozco la intimidad?

-Ni la respetas.

-Las paredes son delgadas, Beltaine - siento su mirada sobre mí -. Se puede escuchar todo.

Bastarda (JeanKirsteinxLectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora