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Jean toma el mango ámbar de mi daga y la saca de la cabecera, coloca la afilada punta en la yema de su dedo anular y la gira juguetonamente.

-Ah, casi te mato - digo con un poco de decepción -. ¿Qué haces en mi habitación?

-Asegurarme de que llegaras antes de media noche, princesa - se pone de pie y se acerca lentamente -. Pero ya sabes que pasa si tratas de escapar.

-Encontré a Cecily, que no sea la bastarda que quieren no es mi culpa. Puedo irme si quiero.

Jean me mira de pies a cabeza, sus ojos se entrecierran en mi costado, bajo la mirada y acomodo mi camisa. ¿Por qué me pasaba eso? La noche anterior mi vestido se había quedado atorado en mi ropa interior después de haber estado con Max, y ahora Eren había dejado mi camisa alzada.

-Pierdes tu tiempo con él - dice con la mirada baja.

-Para pérdidas de tiempo está la última semana - me apoyo en la cajonera al lado de la puerta -. ¿Y qué te dije si volvías a husmear?

Jean termina con la distancia entre nosotros y me da el mango de mi daga, se inclina a mí, apoyando su mano derecha en la cajonera, con la otra toma la punta de la hoja y la coloca detrás de su oreja.

-Solo ten cuidado con él - bajo la hoja a su cuello y lo tomo de la barbilla.

-Buenas noches, Jean.

Dejo la daga en la cajonera y lo aparto de mí, abro la puerta y me apoyo en ella. Jean truena la lengua y se pone derecho, camina en dirección a la salida. Lo detengo antes de que salga de la habitación.

-Si de repente te preocupas por los sentimientos, preocúpate por los tuyos.

-¿Qué quieres decir? - la luz anaranjada del pasillo le ilumina la cara.

-Deja a Mikasa en el pasado. Solo te haces daño a ti.

-No me quieras hablar de amor, Beltaine - dice cansado -. Jamás lo entenderías.

-Eso no es amor, Jean. Es ilusión. Estás aferrándote a algo que jamás pasará.

-No tienes idea de lo que estás hablando - dice mirando al pasillo.

-He visto como te mira Jean, y más importante, como mira a Eren. Tienes que aceptarlo: jamás serás él.

Jean me toma de la barbilla y cierra la puerta de golpe, me hace mirarlo a los ojos. Estiro mi mano a su cadera y tomo la pistola, aprieto el cañón en su abdomen. Respira furioso en mi cara, es la misma mirada que me dio cuando disparé a Sasha en la Ciudad hace una noches: odio puro. Pero a pesar de eso, no me lastima las mejillas, se que quiere hacerlo, pero se contiene. Jamás lo haría, él no es así, no importa cuanto lo provoque jamás explota.

Y cuando creo que tendré que esperar a otro día para verlo explotar, me besa. Jalo el martillo del revolver pero Jean me desarma y la pistola cae a nuestros pies, retrocedo hasta que la orilla de un mueble se entierra en mis glúteos, me quejo y Jean me eleva, me sienta sobre el mueble y vuelve a besarme.

Espero a que vuelva a nombrar a Mikasa, a que necesite de alguien más para encontrarme estimulante pero la desesperación en sus manos que tratan de desvestirme me dice que está concentrado en mí y solo en mí. Me quito la camisa y con sus manos arranca el botón de mi pantalón, así como yo arranqué los de su camisa hace unas noches.

Me toma de la orilla del pantalón y jala mi cuerpo al suyo, nos miramos a los ojos jadeando por aire. Su aliento huele a manzana y café, la cena menos nutritiva que pudo escoger pero supongo que él tampoco tenía mucho apetito. Sus dedos acarician mi quijada, pasa su pulgar por mis labios y beso su la yema de su dedo, Jean mete su dedo a mi boca.

Bastarda (JeanKirsteinxLectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora