Capítulo 25

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La noche estaba siendo tan relajante como Lucy había querido que fuese

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La noche estaba siendo tan relajante como Lucy había querido que fuese. Después de pasarla bien tomando un largo baño de burbujas con sales relajantes, se vistió para dar una vuelta por el campus. Un bullicio en el salón de juegos del Goreth llamó su atención. Dentro había estudiantes jugando con las distintas máquinas con las que constaba la instalación, y bebiendo de botellas cuyo contenido era probablemente ilícito en los terrenos del colegio. Tenía que admitir que jugar al tenis de mesa con magia y bebidas alcohólicas en el medio, no había sido una buena idea. Una hora después no estaba borracha, pero tampoco se encontraba en su momento más lúcido.

La joven chilló cuando su rival logró anotarle un punto. El muchacho sonrió y le ordenó tomar un nuevo trago, como dictaban las reglas del juego. Sin embargo, justo cuando bebió, Luceenda notó el segundo en que el ambiente a su alrededor cambió. La energía violenta de Allen Bradford crispó los sentidos de los presentes, sobre todo los suyos.

—¿Divirtiéndote, Luceenda?

—Sí. Ya que hacía mucho que no te veía.

—Lamento que mi persona tenga tanta influencia sobre ti, intentaré ser menos importante en tu vida.

Allen sonrió, actuando como todo un idiota consentido. La chica reprimió a duras penas las ganas de pegarle en la cara y desquitarse por todas las que le debía. Por su parte, el acompañante de la muchacha se debatía mirando al uno y a la otra, preguntándose a dónde iba a llegar aquello.

—¿No vas a hacer tu jugada, Rangel? —preguntó ella, apremiando al joven para que ambos pudieran ignorar a Allen.

—¿Qué? —contestó él, confundido— Yo no... ¡Ah! —sonrió apenado— El juego, ja, ja. Te refieres al juego.

Lucy levantó una ceja mientras le prestaba atención. De pronto el alcohol pareció perder todo su efecto para dejarle claro que aquel imbécil había estado planeando algo más para esa noche. Algo que no sucedería ni en sueños.

—¿Me dejas jugar, Rangel? —interrogó Allen, con amabilidad en los labios y fuego en los ojos.

—Claro, sí. Por supuesto. Ya... ya me estaba aburriendo.

Rangel se marchó de la mesa de juegos como si hubiese visto un puñado de demonios enfurecidos. Fastidiada, Luceenda torció los ojos y soltó la raqueta con la que había estado jugando. De pronto había perdido el interés en el tenis de mesa.

—¿Vas a irte sin siquiera perder un partido?

—¿Perder? —inquirió ella, indignada— No creo que alguna vez hayas jugado conmigo.

—Sé que estás un poco borracha, lo cual significa que has bebido bastante. Y eso se traduce en haber perdido varias jugadas.

—Solo perdí porque quería beber, métete en tus asuntos.

—Pues ahora perderás porque así lo quiero yo. Te reto.

Luceenda mordió el anzuelo como si fuese una novata. Lo mordió con ganas, y sin esperanzas de poder liberarse. Agarró la raqueta con rabia y le dirigió al muchacho una mirada que prometía sufrimiento. Pero Allen solo sonrió tras haber logrado convencerla. Cada rebote de la pelota se convirtió en un motivo para sudar. Pronto el juego atrajo la atención de muchos de sus compañeros. Los dos se negaban a perder. El partido estaba igualado en puntos y cada uno había bebido mucho más de lo aconsejable.

Resplandor [Hermanos Ceniza I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora