Alyssa, sus hermanos, y su mejor amigo -por el cual siente más de lo que debería- se verán envueltos en misterios que van más allá de sus imaginaciones cuando intenten graduarse del colegio universitario para hechiceros al que asisten.
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No, en realidad no era un humano, por supuesto. Estaba segura de que era un hombre lobo. Lo suponía por su tamaño, la gran cantidad de pelos y la extraña manía de ir oliendo a las personas.
—Brujita —dijo el sujeto, acercando su rostro al de la chica—. Hueles muy rico.
—Gracias —contestó ella, tratando de limitar la cantidad de desprecio que se transparentaba en su voz—. Ahora, ¿te importa? Estábamos teniendo una conversación privada.
El hombre lobo la miró con diversión, y rebosando confianza en sí mismo. Susurró unas palabras a otro de su especie y después de compartir una risa desagradable, se marcharon. El corazón de Alyssa latía furiosamente, a la par de los de sus amigas. Hablaban en serio cuando decían que dejaban entrar a todo tipo de razas en aquel bar. No había querido creer a Nathan, pero tenía razón al decir que el lugar era peligroso. Le sorprendía que no prohibieran a los estudiantes visitarlo. Aunque, dado el hecho de que ya eran mayores de edad, no tenía caso intentarlo. El colegio era similar a cualquier universidad humana. Los estudiantes podían salir y entrar cuando quisiesen, y solo debían dar explicaciones cuando no cumplían con las reglas básicas.
—¿Alguna conoce un hechizo de protección contra hombres lobo? —preguntó Alyssa.
—No —respondieron al unísono las dos chicas.
—Entonces será mejor que nos andemos con cuidado. No deberíamos separarnos de los chicos el resto de la noche.
Aly intentó localizar a sus hermanos y a Nate en el bar. Allen estaba entretenido con una chica en la pista. Adrien parecía ocupado conversando con un joven de aspecto sombrío. Nate, por su parte, no se veía por ninguna parte hasta que pudo divisarlo en compañía de una muchacha pelinegra. Una espina de rencor se clavó en su pecho, sofocando a las mariposas que antes había sentido. Era infantil y egoísta, pero quería que esa chica se fuera de allí. No le gustaba nada su presencia y lo que significaba.
—¿Estás bien, Aly? —inquirió Lucy, viendo la expresión en su rostro.
—Sí. Por supuesto.
Alyssa disimuló lo que había estado pensando, pero sus amigas siguieron la dirección de su mirada y se percataron de todo. Las dos se miraron entre ellas y comprendieron, aunque no hicieron comentarios sobre el asunto. Ya habría tiempo para hacerlos.
Las horas pasaron y las bebidas se multiplicaron. Bailaron y cantaron a la par de la música. Aun así, para la desgracia de las muchachas, no faltaron los imbéciles atrevidos que se habían acercado para hacer propuestas nada decentes. Uno de ellos incluso se había atrevido a tomar la mano de Sephy, quien después de gritar se repuso y lo rechazó con un hechizo elemental de fuego. Para entonces ya habían tomado varios tragos, y aunque no estaban ebrias, sí un poco desinhibidas, principalmente Luceenda. Aly observaba a su amiga con extrañeza, al verla coquetear abiertamente con un desconocido. Ante la atónita mirada de Allen, la chica había ido a bailar con el otro joven, un estudiante de tercero del Goreth.