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Ranshaw regresó a la casa Lennox a esperar entre los árboles de la plaza central hasta que Biel salió del despacho del Alfa Mayor con la intención de dirigirse a sus aposentos.

—¡Hey! —gritó Ranshaw, al tiempo que subía corriendo por las escaleras.

Al aludido se le agrió la expresión al contemplar a su hermano menor, que en lugar de reclamar a su Omega tal y como se le había indicado, saltaba los escalones de dos en dos hasta llegar al tercer nivel de la mansión.

—¿Por qué estás aquí?

—Te esperaba.

—¿Para qué?

—¡Vamos! ¡Somos hermanos! ¿No puedes ser un poco más amable conmigo? ¿Qué te hice?

El mayor echó a andar en dirección a sus habitaciones. Con las manos en la espalda y sus pasos largos y tranquilos, no se notaba la frustración que Ranshaw le hacía sentir. El chico a su alrededor bullía de energía, era incapaz permanecer tranquilo y desde niño fue así; como si tuviera pulgas o cosas urgentes que resolver en otro sitio.

—Nada me hiciste, Ranshaw. Pero solo porque no te lo permito. ¡Eres un desastre total! Has hecho enojar a Ralf con tu actitud y más con tus acciones. Por fortuna tienes una impecable casta o serías visto como un paria total. Uno menos compasivo que Ralf ya te hubiera expulsado de la manada.

—¡Estás exagerando! —dijo Ranshaw con una gran sonrisa en el rostro. Aún no se daba cuenta de lo molesto que estaba Biel, acostumbrado a resolver todo con su encanto.

—Por favor, ve a casa y preña a ese Omega lo antes posible. Es lo único que tienes que hacer.

—¿Por qué no se lo dieron a Mike? —Biel lo miró con los labios apretados, como si lo que quería decir fuera en verdad hiriente y considerara que su hermano no podría con ello. Aunque se lo hubiera ganado.

—Yo lo sugerí a Ralf.

—¡Pero...!

—Ustedes, par de idiotas, debían ser puestos en su lugar.

La paciencia se le agotó. Bajó el volumen de su voz e imprimió en ella toda la ira que sentía. De lejos, cualquiera podría pensar que estaba comentando cualquier cosa a su hermano pequeño. Con el rostro próximo a la oreja de Ranshaw y susurraba—. ¿Por qué fueron a ver a los Omegas si lo tenían prohibido? ¿Cuánto tiempo llevaban haciéndolo? ¡Es una burla a la casa de tu Alfa Mayor! ¿Qué tienes en la cabeza? ¿Por qué no razonas? ¿Y Mike? ¿Es imbécil? Ahora recibieron un castigo. Espero que les sirva de lección.

—Perdón, pero, no entiendo— dijo Ranshaw entre risas que, aunque trató de ocultar, solo logró molestar aún más a Biel—. Quiero decir, ¿me porto mal y me dan al Omega más lindo del mundo? Entonces si le prendo fuego a Lennander, ¿puedo tener un rebaño de cabras?

Biel se rio, pero no con diversión.

—Tu castigo es ver cómo tu amigo se está muriendo de tristeza. Y el suyo es no tener al Omega que quería. Nuestros padres hablaron con el Alfa Mayor ofrecieron una satisfacción en nombre de ustedes, idiotas. Y Fénix pidió que Amatis fuera dado a Mike, en virtud de los sentimientos de ambos, ya que el Omega también siente lo mismo. Ralf lo consideró, puesto que no hay queja alguna de Fénix. Ha sido un ejecutor impecable. Y tiene buen corazón.

—¿Y por qué se negó?

—No estás prestando atención a lo que digo. De nuevo, yo lo sugerí a Ralf.

Ranshaw se quedó helado.

—Le dije que, tanto tú como Mike, aunque tontos sin disciplina, tienen una sangre impecable.

Lobo Perdido Libro 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora