Era casi la noche en la granja. La ausencia de humanos en muchos kilómetros a la redonda hacía de ese paraje algo hermoso. Las estrellas brillaban, incluso más que en Lennander. Y el frío era algo para tomarse en cuenta.
Los dos viejos lograron sembrar un campo de maíz. Ellos solos, aunque en ese momento las tierras estaban yermas. Al parecer habían perdido la cosecha anterior, así que estaban viviendo de sus reservas y de la caza.
Para la cena asaron dos conejos que tuvieron que alcanzar para los cuatro. Complementaron con pasta y pan que tomaron de las provisiones de los visitantes. Y todas las peras que quisieron, de la última cosecha de la huerta, que también producía zarzamoras y otros frutos.
—Supongo que quieren saber su historia, ¿no es así?
Müller se sobaba la barriga, al parecer satisfecho. Y el fuego ardía alto; tenían una buena reserva de leña seca para pasar la noche. No había razón para no ser buen anfitrión con sus inesperados invitados.
—Él es parte de nuestra manada, Lennander sigue siendo su hogar —respondió Konrad, mientras usaba su cuchillo para sacar la piel de una pera y poder comerla a rodajas delgadas.
—Dices que se apellida Lennox. ¿es un pariente directo del líder?
—Todo Alfa que llega al mando, cambia su apellido por Lennox —explicó Konrad—. Aunque también hay otros que conservan Lennox por ser descendientes directos de nuestra fundadora. Uno de los Omegas secuestrados es Michael y creo que podría ser su hijo.
—No, él no dejó hijos en Lennander —afirmó Burkhart, seguro de ese hecho como si fuera algo de su propia vida.
—Y no, Michael es hijo de Mike Denner —. Fue Hadrien quien aclaró el error—. Pero hay un Omega de nombre Paul. Es él quien sí podría ser su hijo. Lo hallamos en San Fernando, pero ahora vive en Lennander.
Burkhart asintió. Lo que los extranjeros decían correspondía con los datos que Ranny le había dado.
—Conocí a Ranshaw en Dankala. Yo pasé meses encerrado, pero no tengo idea de cuantos. Llegó primero su amigo y dos días después, llegó Ranny.
—¿Por qué estabas encerrado?
—Es como suelen hacerlo. Cuando llegan nuevos Alfas, los someten por la fuerza. Dos, tres o más que te igualan en tamaño, al final lograrán encadenarte y eso es todo. Poco o nada podrás hacer después.
—Por favor, Burkhart. Necesitamos que nos cuentes desde el principio. ¿Quiénes son esas criaturas? ¿Qué son? ¿Por qué nos capturan?
—Te contaré lo que nos pasó a nosotros, que es lo único que puedo decirte. Yo fui el Alfa de mi manada. Esta era nuestra granja y era muy productiva. Tenía cuatro ejecutores y con el resto, sumamos quince los que vivíamos aquí. No teníamos Omegas. Trabajamos la tierra y cuidamos a los animales para todos. Teníamos contacto estrecho con buenos vecinos de Jansen. Es la ciudad que dejaron atrás antes de internarse en el bosque. Cambiábamos leche, fruta y maíz por cosas que ellos fabrican; medicina, ropa y alimentos en lata, sobre todo.
—Lennader no hacía eso —dijo Konrad, pensativo— siempre nos mantuvimos a nosotros mismos, al menos hasta que Evan Lennox llegó a ser nuestro líder. Antes de él, solo teníamos contacto con unas cuantas manadas.
Burkhart asintió.
—Esa debe ser la razón por la cual su manada aún existe y prospera, mientras que la mía está muerta. Una noche esto se llenó de renegados. No tengo idea de cuántos fueron. Para donde miraras, había cinco de ellos. Mi gente huyó entre los árboles, al menos los que pudieron. Se quedaron a luchar conmigo tres chicos fuertes y mis ejecutores. Mataron a esos tres chicos y nos capturaron a los demás.
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Lobo Perdido Libro 2
WerewolfRanshaw Lennox, Mike Denner, Amatis Stevenson y Kris Larsson están dispuestos a dejarlo todo para vivir la vida como ellos quieren. Pero la manada permanece junta por una razón; en la mutua compañía se encuentra la seguridad. Dos Alfas solitarios co...