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Escena extra.

—Mueve el culo, amigo. Eso es; sobre las rodillas y apoya tu peso en los antebrazos. ¡Tío, eres un pedazo de culo caliente! Ahora respira... O  no, si quieres es necesario, ya sabes... O posible.

En efecto, iban por el número cuatro en el juego de las estocadas. Miden era fabuloso con esos suaves y lentos deslizamientos. Comenzaban con su glande en los labios de Hadrien jugando un poco, acariciando su lengua y terminaban cuando podía pegar la piel de su vientre a la nariz de Hadrien para privarlo completamente del flujo de aire. Intentar respirar entonces se ponía interesante. Era como tratar respirar a través de una bolsa de plástico en la cara. Era una sensación un tanto angustiosa y tal vez por eso era tan excitante.

O lo era por lo extradelicioso que resultaba escuchar los gemidos más sublimes de Miden, acompañando los sinuosos movimientos de su cadera, tan cerca de su rostro que el golpe último le sacudía el cerebro. Ese sonido final: estertor, aire exhalado, suspiro componía una melodía; la suma de todas sus notas de placer.

Entendía perfecto lo que Miden sentía. Porque Hadrien estaba también en el cielo, en uno, sospechando que apenas era un nivel inferior, pero ascendía con la determinación de una flecha.

Sax había decidido de buenas a primeras que esa era una gran noche, ideal para follarlo.
Hadrien no tenía idea de qué pudo pasar por su cabeza para llegar a esa conclusión.

En los últimos minutos Sax le había hecho comprender el entusiasmo que sentía por el significado del término: beso en negro.
Hadrien no era inocente.

De acuerdo; lo era.

Sabía la teoría de lo que Sax iba a hacerle, pero nada lo preparó para la experiencia real y menos cuando en su calidad de experto, le brindó un universo entero de placer nada más con la lengua. Y con uno o dos dedos.

A ese punto, Hadrien no deseaba nada más en el mundo que sentir a sus parejas dentro de él.

La quinta estocada abandonó su cabeza. Miden estaba resollando.

—¡Voy a perder Sax! No llegaré a ocho —dijo, con voz temblorosa, sosteniendo la cara de Hadrien que jadeaba tratando de recuperar la respiración.

—No puedes fallar, ratoncito. Aquí faltan algunos dedos. Vamos, ve más despacio.

—Si voy más despacio voy a correrme por toda su cara... ¡cielos!

Miden gimió y se apartó un poco. Le mero pensamiento de bañar la cara de Hadrien casi lo arruina todo. Sax, desde la retaguardia, evaluó las posibilidades. Metió otro dedo un tanto a la fuerza. Hadrien se quejó.

Sax hizo una señal y Miden volvió a su tarea, apretando los labios. Sostuvo al hombre por la garganta con una mano y con la otra, tiró de su cabello hacia atrás para hacerle alzar el rostro y mantenerlo en el sitio en el que tenía que estar.
En esa ocasión empujó rápido. Al salir la última vez, casi lloró.

—¡No podré, Sax! ¡Estoy al borde!

Sax sacó tres dedos del agujero aún demasiado estrecho. Al menos su grosor no era el de un Alfa, de modo que era posible que no le resultará tan difícil.

—De acuerdo. Dame un momento.

—Es todo lo que tengo —susurró. Con el pulgar acariciaba los labios del Alfa. Y Hadrien estaba tan salido, que si tuviera cola, la menearía a toda velocidad.

Sax se orientó, hizo una señal. Contó en silencio hasta tres, Miden leía sus labios, con su rigidez orientada a la boca de Hadrien. Cuando formó muda la palabra "tres", Miden se empujó hasta el fondo de su garganta y Sax empujó su cadera al mismo tiempo que el pulgar en el virginal conducto.

Lobo Perdido Libro 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora