7

831 137 9
                                    

Cuando Ranshaw bajó el rostro, el lobo se había desvanecido un poco de la expresión del hombre; sus ojos brillaban grandes y amarillos y sus garras, enteradas en los muslos de Kris, aún escocían. Pero había entendimiento en su mirada y sonrisa en su semblante.

Fue hasta que recuperó un poco el control que husmeo entre el cuello del Omega, hincó los colmillos y lo mordió. Kris chilló fuerte, lo que a su vez provocó que el Alfa se detuviera para lamer su herida. Susurró algo y comenzó a empujar las caderas al ritmo que su deseo exigía; duro, con mucha fuerza. Más que antes. La diferencia de estatura le obligó a doblarse un poco para besarlo.

—Una vez escalé un pino gigante —susurró Ranshaw.

—¿Qué?

Kris abrió los ojos. Estaba sacudido, con dolor en el cuello y en el trasero, en donde las garras del lobo dejaron rasguños profundos. No sabía cómo llamar a lo que ocurría en el punto de unión con su Alfa. El hombre entraba y salía con enorme poder. Pero conocía muy bien a Ranshaw; justo en ese momento iba a cantar una canción. O le haría una broma.

Por saturado que se sintiera, también se divertía.

—Un pino. Gigante. Lo escalé. Una vez.

Kris asintió y trató de mantener los ojos abiertos, atentos a las palabras de su Alfa, aunque las oleadas de dolor/placer se sucedían con tal intensidad que no podía hacerlo muy bien.

—Sí. Un pino.

—Gigante. Me llevó un par de horas y cuando llegué, fue casi lo más hermoso del mundo. Podía ver como un mar verde reflejando el sol. El viento movía las copas de los árboles y había un murmullo que no se escuchaba en el suelo.

—Sí.

—Fue un momento increíble de mi vida. Ocurrió justo antes de tomar las pruebas para compartir por el puesto de Alfa Mayor.

—¡Qué genial!

—¡Lo fue! —dijo, y en el entusiasmo que relatar la historia le provocaba, su embestida se ralentizó. Su cadera fue sinuosa en vez de demoledora. Al hablar, se dio cuenta de que su lobo retrocedía y que no era algo malo. No había frustración en su interior, el animal era feliz de la vida mientras el apareamiento continuaba —. Ver todo desde ese lugar me hizo cambiar. Entendí que quería ser libre para subirme a un pino si se me daba la gana. Guardó silencio, mirando a los ojos a su Omega. Su ritmo siguió siendo poderoso, pero acompasado y sensual, incluso mejor que antes.

Kris quería llorar o morirse o que le salieran alas para sacudirlas de felicidad.

—¿Esperas respuesta?

—Sí.

—¿Qué debería responder?

—"Oh, qué interesante, cuéntame más".

—¡Ah sí! ¡Qué...! ¡Interesante! ¡Cuéntame más, por favor! ¡Y sigue así, es maravilloso!

Ranshaw se sintió feliz, capaz de conquistar al mundo. No quería tomar a su Omega como si fuera un animal, ni ver ni un instante más el miedo que Kris sentía por debajo de todo ese deseo. Jamás quería asustar a su chico de esa manera.

—Pues bajé, muy rápido. Cuando el sol se ocultó, sabía lo que deseaba hacer con mi vida. Intenté descender más despacio, pero no pude y me caí.

Para Kris era un poco desesperante. Aquello nada tenía que ver con el presente. Mientraslo penetrabacon ese ritmo lento y poderoso, apenas podía hilar dos frases. Por otra parte, la voz ni siquiera le temblaba al Alfa, mientras Kris estaba seguro de que se iba a morir. Los brazos aún los tenía atrapados en las manos del Lobo, podía sentir sus garras afiladas, pero ya no le herían.

—¿Puedo abrazarte? Quiero sentirte.

Ranshaw soltó sus manos, que antes había inmovilizado sobre su cabeza. El chico se aprovechó para disfrutar de todo a su alcance: su espalda poderosa, su cadera que se tensaba y relajaba.

—Cuando te caes de un pino tan alto, es como si el árbol te fuera bajando entre las ramas suyas y las de sus vecinos. No es muy gentil, pero llegué al suelo vivo, aunque muy maltratado.

—¡Ah, quéinteresante!¡Y tu cuerpo! ¡Me gusta! ¡Dame más historia, más...!

Ranshaw rio y al hacerlo, más del hombre afloró. Su virilidad engrosó al mismo tiempo. Casi había logrado, con la estúpida historia del árbol, conservar su atención y cuidado durante todo el apareamiento, que Kris disfrutó de verdad. Sus adorables sonidos de placer daban fe de ello.

Debajo de él no estaba más el suave y manso Omega, sino un mono apasionado. Sin el peso de su Alfa encima, estaría saltando. Lo besaba y mordía con exigencia, movía la cabeza de un lado al otro y componía las expresiones más divertidas que Ranshaw había visto.

Ya que solo le quedaban unos cuantos minutos, el Alfa se permitió abandonarse a las sensaciones, sabiendo que eran sus últimas embestidas.

Kris aulló más que gritó. Enterró los dedos en los glúteos de su Alfa y también lo insultó, pero Ranshaw no entendió su balbuceo.

El nudo los fijó en la posición, ambos ahogándose en un mar de dicha que no los dejó decir nada en algún tiempo, no existiendo más como individuos, consolidando la mutua pertenencia que hizo sentir más completos que nunca. Le pertenecían a un todo. Igual que nervios de un corazón latiendo, recorridos una y otra vez por sensaciones intensas.

Un rato después, aún prisioneros del nudo, la pareja giró en la cama para que Kris pudiera sacudirse sobre su compañero con mayor libertad: se contorsionaba, maldecía y se dejaba caer en su pecho para acariciarlo, besarlo y morderlo.

Ranshaw pensó que su Omega había disfrutado el apareamiento; no vio lágrimas de dolor en sus mejillas, ni tensión alguna en su cuerpo.

De todos modos, no estaba mal asegurarse

—¿Kris? ¿Te dolió?

—¿Qué? —dijo el chico, que tenía el rostro escondido en el pecho de Ranshaw, en donde había suficiente músculo para morder y rasguñar cada que necesitaba hacerlo.

—Pregunté si te dolió. Dijiste que no querías que te lastimara.

—¡No sé! ¡No puedo! ¡Cállate, si quieres! ¡O habla! ¿Cuánto va a durar esto?

Él no estaba mejor que Kris. El placer provocaba en el Alfa unas ganas inmensas de retorcerse y empujar las caderas, presionar el cuerpo de su chico, apretarlo, ir más dentro, aunque más era imposible

—Por eso me acordé de la historia que te conté. Quería explicarte que...

Sostuvo las caderas de su Omega contra las suyas, presionando en un intento de llevarse profundo en su interior. El nudo hizo que no se moviera dentro ni un poco, demasiado grande y apretado por el cuerpo de Kris, que lloriqueó de nuevo—

—Que esto se parece como a lo que fue subir ese árbol y quedarse en la cima. Estuve horas. Lo mismo va a pasar aquí y entre más te muevas más tiempo estaremos pegados.

—¿Y qué sugieres?

Kris no se enfadó, aunque su inflexión no se libró de impaciencia y cierta desesperación. Maravilloso, pero cerca de intolerable. A ese paso iba a desmayarse, a explotarle la cabeza, se iba a soltar a llorar o brotarían llamas de sus ojos.

—¡Qué te diviertas! —dijo, riendo el joven Alfa.

Ese nudo parecía irrompible. Pero por él, podría permanecer pegado a su Omega hasta la muerte y moriría feliz. Se alzó un poco, quedó medio echado contra las almohadas y la cabecera, para besar a Kris y ser acariciado por él.

En una tarde, se volvió adicto a sus caricias.

Lobo Perdido Libro 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora