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—¡El día que tú te comprometas a no criar nada de otra especie, ni a tenerlos en corrales o a tomar su leche o sus huevos, entonces me vienes a decir que lo que hacen ellos es inmoral! ¡Mientras, lo siento, creo que somos bastante iguales!

Ese había sido Burkhart, con los brazos cruzados, del otro lado de la gran mesa en la sala del consejo en Lennander.

El resto de los Alfas lo miraron con una gran cantidad de emociones en los rostros, que partían del asombro a la inquietud y la desaprobación.

Evan Lennox estaba de pie, su silla descartada cuando el tono de la discusión se elevó de repente. En ese punto, se alisaba el cabello comenzando desde las sienes, como si no pudiera creer lo que escuchaba, pero aún quisiera hacer acopio de toda su paciencia.

—Pero ¡cómo es posible que digas semejante cosa! ¡Evidentemente, que esas criaturas te atacaran debió afectar gravemente tu capacidad de pensar! ¡No puedes comparar en nada criar a un cerdo, con secuestrar a uno de los nuestros para alimento y trabajo! ¡Para reproducción! Es absolutamente inmoral y no voy a permitir que siga sucediendo.

Evan puntualizó el final con un golpe tan severo sobre la mesa, que todos los objetos sobre la superficie se elevaron y volvieron a caer, haciendo eco del primer golpe.

Burkhart no tenía miedo de Evan Lennox. Lo reconoció como el Alfa joven y poderoso que era, pero él también fue así alguna vez. No tenía intención de provocarlo; más que nadie, él entendía el sentimiento de rabia y la sed de venganza que lo impulsaría a ir a donde fueron tantos otros, para nunca volver. Encogió los hombros y moderó su tono. Mostraría respeto, no sumisión.

—Alfa, haz lo que consideres mejor. Solo quiero que sepas esto; yo también tengo amigos. Conservo amistad y alianza con manadas del norte. Sin ir más lejos, aquí mismo está el Alfa Apellman, de Donkerlaar que no me dejará mentir al respecto. Y Jonás Toreo no tiene su propia manada porque perder la primera fue el dolor más terrible de su vida; pero sus contactos le permitirían convocar a un pequeño ejército, quizás en menos de una semana. Sin embargo, no lo hicimos.

—¿Por qué?

—No tiene caso arriesgar vidas para tratar de rescatar a aquellos por los que nada podemos hacer.

—¿Nada? ¿Y los Omegas? —. Al mirar la confusión en el rostro de Burkhart y la incomodidad de los demás, Evan se dio cuenta de que nadie pensaba en ellos -. Se llevaron a tres miembros de mi manada; Hans, Miden y Alwin. Gracias a que sus Alfas no los consideran desechables sino personas y muy valiosas, es que organizamos un rescate y tuvimos éxito. Miden esta aquí con nosotros, lo que nos hace muy felices, pero más que a nadie a su Alfa.

Los representantes de las manadas Waldweisheit, Maier, Donkerlaar y Russing Valley, como uno solo, giraron el rostro para ver a donde señalaba Evan. En una silla permanecía sentado el chico; pálido, delgado y un tanto ausente de la discusión hasta que escuchó su nombre. A su lado, de pie, imponente y agresivo, Hadrien Stengel. Konrad estaba junto a su amigo e inmediatamente después, en fila, John, Henry y Bruno, mostrando la misma fiereza que Hadrien, como invitando a cualquiera a faltar el respeto a Evan para cercenarle la garganta.

—Quiero a Hans y a Alwin de vuelta. ¡Son nuestras parejas! ¡Son mis hijos y los hijos de Konrad los que llevan en el vientre! ¡Nadie los va a convertir en ganado, no me importa lo que tenga que perder en el proceso!

—¿No te importa que mueran tus otros ejecutores? —respondió Burkhart, como representante de la manada Müller, que solo tenía dos miembros, uno de los cuales estaba con los sanadores de Lennander que intentaban averiguar si su condición de renegado podía revertirse—. ¿O que sean capturados? Míralos, ofreciendo todo su apoyo. Ahora visualizalos convertidos en esclavos de sangre. Encadenados en las minas hasta la muerte. Perdóname, Alfa Lennox, pero no te creo-. Miró a los distintos embajadores-. ¿Y ustedes qué opinan? ¿Supongo que también han perdido miembros de sus respectivas manadas?

Lobo Perdido Libro 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora