13. Feliz Cumpleaños

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Motion Sickness de Phoebe Bridges suena en los parlantes de la cocina, mientras River me besa el cuello y hace su mejor esfuerzo por encontrar la forma de entrar en mis shorts con las manos. La luz de la tarde lo ilumina por franjas de sombra que se han formado por la filtración entre las persianas.

—    Se suponía que sólo venías a recoger tu ropa. — me río en sus labios.

Logra quitarme los shorts y cuando empieza a bajarse el pantalón deportivo, se detiene a medio camino para mirarme a la cara con diversión.

—    ¿Quieres que me vaya?

Tomo su rostro entre mis manos y le planto muchos besos en los labios, la nariz, las mejillas y la frente.

—    Jamás, pero tenemos una fiesta en... — miro la pantalla de mi teléfono. — En tres horas y Fredo se ofreció en llevarme a tu casa.

River ruge y se inclina para besarme el cuello.

—    ¿Por qué no puedo llevarte? — habla con la boca pegada a mi piel.

—    Porque vas a recibir la comida. — vuelvo a reír. — No sabes cocinar, ¿recuerdas?

Gruñe y se retira de mí para quedarse sentado, con la cabeza tirada hacia atrás. No desaprovecho la oportunidad de recostarme en sus piernas y mirar su rostro desde allí. Su cuello grueso lleno de barba. Me provoca un suspiro y me arrepiento de haberlo alejado por el corto tiempo que tenemos.

—    Tengo un regalo para ti. — me dice, bajando la cara hacia mí.

Me siento a horcajadas sobre él para mirarlo de frente y buscar dentro de sus ojos que no sea una broma. No estaba esperando nada, pensé que la reunión sería la única forma de celebración. Por eso, mi corazón se llena de emoción. No puedo adivinar qué será, o dónde está. Debe ser muy pequeño, y lo trae en el bolsillo. O probablemente, sí está bromeando. Además, la canción que escribió para mí ha sido un obsequio suficiente que me gustará hasta que muera.

—    ¿Es una broma? — pregunto.

River arruga el entrecejo, desentendido.

—    ¿Por qué sería una broma? — me retira con cuidado de su regazo para empezar a caminar hacia la puerta.

Si fuera una niña quizás estaría saltando en un pie, llena de la buena ansiedad de querer recibir algo desconocido por la persona que en este poco tiempo se ha encargado de hacerme la mujer más feliz de toda la historia.

River saca la mitad de su cuerpo por la puerta y cuando vuelve adentro, tiene en la mano un forro duro de guitarra, de color rojo oscuro. Sonríe a penas cuando cruza miradas conmigo mientras se acerca al sofá donde nos recostamos inicialmente. Me muerdo el labio inferior por la felicidad. ¡Es una guitarra!

—    Para ti. — dice.

Ahora sí sonríe mostrando los dientes, y su acento inglés me hace cosquillas en el vientre. Toma asiento en el sillón y coloca la coraza del instrumento sobre sus piernas, para abrirlo. Por otro lado, yo me posiciono en el suelo, ansiosa como una niña abriendo regalos en Navidad.

La guitarra está hecha de madera beige clara, mezclada con pequeños destellos plateados, como si árbol de dónde talaron el material hubiera sido sacado de un cuento de hadas y ciencia ficción. Lo más especial está en el mango, que tiene escrito mi nombre en el mismo tono plateado, con letras corridas y elegantes.

Nuevamente las lágrimas picando por salir.

—    No te lo dije en ese momento pero, escucharte cantar fue maravilloso. — lo miro a los ojos y al estar aún sentada en la alfombra, dejo caer la cabeza sobre su pierna, mientras paseo las manos por la guitarra.

— Llevas la música en tu sangre, Korn. Aprovecha eso. Incluso, podría decir que eres la misma música, para mi, estás en todas partes.

Me gusta cuando desliza los dedos por mi cabello, haciéndome sentir segura y querida en sus palabras. Pero al mismo tiempo, en la inconsciencia le otorgo un pequeño poder sobre mí, pensando que será muy fácil para él tomarlo todo y romperme en pedacitos. Por ahora, disfruto su toques y sus palabras, viéndome ridícula, como una niña conmovida por sus regalos.

— Quise darte esto porque siento que tienes el potencial para canalizar las cosas negativas en otras actividades, si quieres, yo mismo te enseñaré a usarla... es muy fácil. — continúa. — Sé que tienes potencial... pero si no te gusta, puedes escoger otra cosa, yo no...

La Ópera del Diablo |henry cavill|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora