24. Reputación que precede

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Cuando desperté River no estaba en la cama.

Tampoco estaba en la cocina, ni en la sala ni en el baño. Pensé que pasado un rato aparecería con el desayuno, pero no recibí noticias de él hasta las diez de la mañana cuando ya le había dado mil vueltas al pequeño espacio del apartamento sosteniendo el teléfono a la oreja y escuchando timbrar una y otra vez sin respuesta.

- ¡Korn! – me dice, pronunciando mi nombre como algo que acaba de recordar. – No quise despertarte.

- ¿A dónde fuiste?

- Estoy en camino a Camden Town. – suena apurado. – Trasladando los equipos de The Dublin Castle hasta Electric Ballroom. Olvidé que debemos tener listo todo con un día de anticipación... ¡Oye! ¡Cuidado con eso! – le habla a alguien más. – Sí, diablos. No aplastes el amplificador.

Espero en silencio mientras River recuerda que estoy en el teléfono.

Me replanteo haber venido hasta aquí para estar con él si ya tiene bastantes responsabilidades. El monstruo dentro mío se cuestiona y a la vez me apuñala con una idea. ¿Alguien querría estar con una mujer que acaba de salir de rehabilitación? Eso dice mucho de ella. Me quedo con los ojos puestos en la ventana, recapacitando sobre mis decisiones.

- Korn... ¿sigues ahí? ¿Te veo esta noche? Te prometo que cenaremos juntos. Tú y yo solos. Te buscaré en tu hotel a las 7.

Mi semblante cambia de inmediato y con un poco de tristeza y autocompasión solo puedo responder:

- Si, de acuerdo. Te veo esta noche.

Media hora después estoy en lo que espero sea un taxi, camino al Park Plaza. Aquí todos son autos negros clásicos y me encuentro echando de menos mis excéntricos autos amarillos. Tengo puesta aún la camiseta de Bristol y el maquillaje corrido de anoche. Londres es diferente de día, hay bastante gente fumando cigarrillos en las esquinas y turistas con mochilas gigantescas en la espalda. Me cuestiono nuevamente mi visita. Ni siquiera sé dónde está Cecilia.

Las decisiones por impulso puede que no sean las mejores, no importa si son por amor al arte o por amor a alguien. No debí dejarme llevar por el ímpetu de Vince. De todos modos, aquellas decisiones terminan siendo una aventura. Cuando estoy en la desolada habitación del hotel, busco entre mis cosas mi bitácora. No voy a desperdiciar el día sintiéndome sola y miserable si puedo mejorarlo de una forma más metafórica.

Me doy un baño y al ver el reloj espero que ya pronto sean las 7 pero ni siquiera han dado las dos de la tarde.

Escribo pensamientos vagos en la bitácora, sobre todo recuerdos de los momentos con River pintándolos musicalmente con rimas. Me imagino que en algún punto se convertirán en algo más que palabras divagantes. Aún recuerdo los acordes que practiqué con Vince y los reúno mentalmente para no olvidarlos. No tengo la guitarra entre mis manos, pero mi memoria aún está fresca.

Cuando han pasado unas cuantas horas planeo vestirme para la cena.

No quiero ir tan despampanante como lo hice anoche para el concierto, por lo que elijo lo más simple que traje. Como un par de jeans sueltos y una camiseta ajustada debajo de un abrigo enorme.

El clima en Londres no es nada como el neoyorkino, en el que corre viento, pero si caminas un par de cuadras ya tienes sudando todo el cuerpo. Aquí siento un frío real y quizás es porque no he tomado Adderall para mantenerme llena de serotonina.

Texteo un mensaje para C, poniéndola al día de lo que sucedió anoche y preguntando en dónde se ha metido. Asumo que con Jess, ya que ambas no es que tengamos conocidos en esta parte del mundo.

La Ópera del Diablo |henry cavill|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora