9. Madrugada en el Precinto

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—Despierta. — susurra William.

Me he quedado dormida en una de las bancas de madera de la comisaría en la que tienen encerrado a River. William me ha prestado su largo abrigo de cuero para poder estar caliente y menos expuesta con el vestido de látex estando rodeados por bastantes agentes policiales y malhechores que lanzan miradas lascivas en mi dirección.

No sé cuánto tiempo ha pasado desde que estamos aquí, pero William camina de un lado a otro, frustrado mientras esperamos que se procese el papeleo de la fianza pagada para liberar a su hermano. Jess Ahmed también está aquí, sentado en el otro extremo de la banca, tecleando en su celular rápidamente.

No he visto a River desde que llegamos, solamente pudo ir una persona a verlo y tenía que ser William. Jess se quedó aquí para ayudarnos, tras enviar a Agnes y C a casa junto a Peyton, quienes se rehusaron a dejarme venir. Aunque finalmente, me soltaron, viendo mi preocupación y ansiedad por estar con River.

El plan que habíamos creado terminó fallando, y ahora teníamos que inventar otro para que River no tuviera registros criminales en su hoja de vida. Por suerte, los golpes a los paparazzi pasaban todo el tiempo y no era un delito tan grave.

Doy un vistazo a mi alrededor sin saber exactamente qué estoy haciendo aquí en realidad. Quizás cargando parte de la culpa que ha arrastrado a River aquí, por mi enorme capacidad por una persona mediática y escandalosa que no puede tener una conversación en paz sin que los periodistas la acosen y rompan los protocolos de espacio personal.

Ahora ellos saben que me escondía con River, las noticia no tardaría en esparcirse por todos los medios. Qué iba a pensar Fredo.

Soy un maldito problema con piernas.

Las personas me miran y miran a Jess, porque nos reconocen de alguna parte. Me muevo incómoda en el duro asiento, deseando estar cómoda en casa.

—    Ferguson. — exclama uno de los policías encargados del papeleo.

William se adelanta para seguirlo, y todo el sueño y cansancio desaparece para ponerme alerta de cualquier cosa que se avecine. Encuentro el reloj en lo alto de una de las paredes y por fin sé que son casi las 5am. Hemos estado aproximadamente dos horas a la espera. Sigo observando a mi alrededor, y el monstruo interno se encoge, asustado igual que yo, por los recuerdos que ambos tenemos en una comisaría hace tantos años, llorando, recibiendo muchas preguntas y respondiendo ninguna.

Antes de continuar y sentir más aflicción, Jess se pone de pie alerta, mientras William y River caminan lentamente hacia nosotros. Mis ojos se llenan de lágrimas y empiezo a llorar porque no tengo otra opción más que aflorar todo lo que siento acumulado dentro, y porque la última vez que estuve aquí, las personas por las que lloraba no regresaron jamás.

Pero River ya está aquí, buscando hacer contacto visual conmigo, y acelera el paso un poco más como si tuviera ansias por estar más cerca de mí, eso me hace sentir emocionada entre todo el mar de tristeza. William y Jess lo dejan avanzar. Mientras se acerca, puedo notar que luce agotado y desanimado, con lo ojos caídos a los costados y la ropa ya no tan lisa y limpia.

—    Oye. — me dice despacio cuando está frente a mí, pronunciando las palabras a un volumen privado, con ambas manos sujetando los lados de mi rostro. — No llores.

No puedo detenerme, y me lanzo hacia su pecho para continuar con mi sufrimiento combinado con la repentina emoción de sus modales y palabras.

—    Perdóname, River. — alzo la cabeza para que, al mirarlo a los ojos, él sepa que digo la verdad. — Es mi culpa que estés aquí. Los fotógrafos no me dejan en paz. No debí estar en ese desfile, fue una estupidez.

La Ópera del Diablo |henry cavill|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora