Quince años después
Londres
Abro el ojo a regañadientes cuando escucho al camión estacionándose en la entrada. He estado esperándolos por casi tres horas antes de que Morfeo me arrullara entre sus encantos en el sillón de la oficina. Por suerte, tengo el sueño ligero y, sobre todo, cuando se trata de una descuidada siesta de la tarde.
Me apresuro a abrir la puerta, pero el staff del local ya se adelantó. Les agradezco sonriendo apenado por ser un viejo que se duerme en todas partes, a cualquier hora, pero es con lo que he estado lidiando estos años. Me cruzo de brazos en las escaleras, mientras los encargados ingresan con todo el equipo para el concierto de esta noche.
- ¡Jefe! – llama John, el encargado del sonido en The Dublin Castle. - ¿La llave del camerino?
- ¿Para qué la quieres? Se supone que llegará todavía más tarde.
Se encoge de hombros y se acerca a mí subiendo un par de escaleras.
- Ella está en el auto. – susurra como si me dijera un secreto, que es más un imprevisto.
Quisiera admitir que no me petrifiqué por un segundo, y que mi somnolencia se fue inmediatamente cuando John dijo la palabra ella, pero me altero lo suficiente para subir escaleras arriba con el pretexto de traer las llaves de inmediato. Me encierro en el cuarto de baño para al menos mojarme la cara y peinar mi cabello con los dedos.
Sabía que sucedería hoy, pero en mi cabeza había establecido un horario. El staff llegaría primero y los recibiría para darles las pautas para usar el ambiente, luego iría a casa delegando mis funciones a otra persona, quizás a John. No lo sé. Todo ha cambiado repentinamente y heme aquí actuando como un jovencito, como si el mundo de ella todavía girase a mi alrededor.
Volver al primer piso me toma una eternidad, porque en cada peldaño de las escaleras pienso en cómo saludar a la mujer que cantará esta noche en mi escenario. En su momento ella fue una estrella, ganó premios y su música tuvo un alcance que nos sorprendió a todos. Con los años, Korn se mantuvo al margen de su fama, y actualmente se dedica a dar pequeños conciertos para cantar sus temas más relevantes.
Me quedo de pie antes de terminar la escalera, esperando que John aparezca y es cuando la escucho hablar, con ese acento de chica neoyorquina que todavía conserva, y esa frescura en forma de ser.
- Si, C... - dice en una llamada. – Estaré contigo mañana... Lo prometo... Bueno. Adiós.
Pone un pie dentro del lugar mirando al frente, observando con los brazos cruzados sobre su pecho el escenario, su cabello larguísimo tiene varios tonos de rubio, pero se ha dejado crecer las raíces oscuras hasta las orejas. Al mismo tiempo, la sigue otra mujer, más bajita y con aspecto, digamos, ordinario comparado a la mujer con los ojos verdes dibujados de negro alrededor, que se abren más cuando voltea a verme. Yo no estoy sorprendido, ella definitivamente lo está.
- River Ferguson. – me presenta la otra mujer. – El dueño del lugar.
- El dueño. – dice Cornelia, alzando las cejas, afirmando lo que acaba de escuchar.
- Bienvenida a The Dublin Castle. – digo lo primero que se me ocurre, orgulloso de mí, esa frase estuvo mil veces mejor que un casual "Buenas tardes, Cornelia, ahora soy el dueño de este lugar ¿acaso no lo sabías?" Porque en su rostro puedo leer que, de hecho, se acaba de enterar.
Hace sonar sus tacones en la madera del suelo a paso lento y demandante, cuando se acerca a mí como si quisiera verme las arrugas de cerca. Por supuesto, ella es la dueña del universo y yo soy un simple humano. Sus pupilas no se quedan en un solo sitio, sino, se mueven rápido por todas partes de mi rostro. Para mí, es un honor tenerla aquí y ver que la edad le asienta perfectamente. Ni siquiera luce como una mujer de cuarenta años, sigue tan hermosa como la última vez que la vi en persona.
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La Ópera del Diablo |henry cavill|
FanfictionTras la trágica muerte de sus padres, todo lo que Cornelia Dreyfus conoce, se esfuma para siempre. La música, la familia y la alegría. Incluso, el amor imposible de su infancia. Los años han pasado, y Cornelia vive en el mundo salvaje del espectácul...