El campo no es extenso, pero lo verde a nuestro alrededor inspira paz y la soledad vibra asertivamente entre nosotros. Vince está mirando al cielo con devoción, pero yo solo puedo mirar a sus muñecas envueltas en vendas frescas que me preocupan. Aún no sé cómo preguntarle sobre ellas, sin embargo, es bueno verlo y estar aquí con él en este lugar desconocido, tras haber sucumbido en nuestro pasado.
Vince es el mayor de La Ópera del Diablo, él fue quien descubrió a mi padre cantando en un bar de mala muerte en los rincones turbios de Nueva York. Se hicieron amigos entre copas y pronto formaron la idea de una banda. Grey llegó después, y años más tarde le dieron la bienvenida al joven River de Inglaterra. Cuando el grupo se quebró, a Vince le fue peor, las drogas acabaron con él y la poca fortuna que tenía, rebotando de esposa y rehabilitación más veces de las que podía contar.
Me termino el desayuno y alejo la bandeja para estar más cómoda y buscar en el cielo lo que Vince está observando, pero me deslumbra la vista y deseo haber sacado los lentes de sol.
— Te vi en las noticias, mi cielo. — inicia diciendo, con su voz ronca y pesada.
— Ya estoy acostumbrada. — me encojo de hombros.
— ¿Tuviste un presentimiento de que me traerían a BronxCare también?
Se ríe entre dientes.
— Christian me lo dijo. — voltea a buscarlo, pero el enfermero ya no está. — Es mi único amigo en esta pocilga. — me brinda una mirada tierna acompañada de una sonrisa. — Ahora tengo a otra.
Coloco mi cabeza en su hombro por un momento.
— Me alegra no estar sola, Vince.
— Nunca has estado sola, mi cielo, tus padres te cuidan.
Guardamos silencio por un momento, admirando todavía la maravilla de este jardín. Y considero que quizás tiene razón. Me imagino a mis padres, cuidándome de todos los peligros que he afrontado durante mi vida para no tener la misma suerte.
— Estaré dos semanas. — le digo, suspiro y me recuesto en el pasto con los ojos cerrados. — Estoy muy flaca, consumo demasiados antidepresivos, tuve una sobredosis por mezclarlos con sintéticos... Mi vida es una comedia.
— Funcionará para ti, la desintoxicación es la parte más fácil. — guarda silencio. — Sé que has visto mis muñecas.
Se recuesta conmigo y abro los ojos para darme cuenta que ha levantado los brazos y los está mirando como estaba mirando al cielo.
— No quería preguntar.
— Descuida. No me avergüenza andar exhibiéndolas aquí porque todos tienen una cola que les pisen. — baja los brazos. — ¿Vas a ir a la reunión grupal de la tarde? Prepárate para escuchar peores comedias que la tuya.
Me deja muda.
Me hace tener una veloz y fuerte idea de estar flotando en agua turbia. Quizás mi vida no es tan grave como la de los demás, y si estoy aquí es por puro capricho y malcriadez. Maldición.
Decido cambiar de tema.
— River me regaló una guitarra por mi cumpleaños y no sé usarla. — le doy un ligero codazo. — Si tan solo el mejor guitarrista del mundo estuviera aquí para ayudarme...
Ríe.
— Acepto. — se limita a decir, sonriendo, con los ojos nuevamente en el cielo.
La mañana pasa despacio, y Vince termina por retirarse para su reunión personal con Anna antes del mediodía. Regreso al edificio, directo hacia mi habitación para revisar el horario otra vez. A esta hora toca el almuerzo, pero mi estómago se siente confundido por tanta comida en un corto lapso de tiempo. Considero en quedarme aquí y saltarme esa pequeña parte del horario, pero antes de poder sentarme en la cama, tocan a la puerta y Christian está aquí para llevarme al comedor.
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La Ópera del Diablo |henry cavill|
FanfictionTras la trágica muerte de sus padres, todo lo que Cornelia Dreyfus conoce, se esfuma para siempre. La música, la familia y la alegría. Incluso, el amor imposible de su infancia. Los años han pasado, y Cornelia vive en el mundo salvaje del espectácul...