22. The Dublin Castle

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Me aplico lápiz labial rojo para finalizar mi atuendo.

Cecilia me está mirando a través del espejo, unos pasos detrás. Vistiendo un conjunto negro ajustado al cuerpo igual que el mío. Retrocedo para estar junto a ella y tener una mejor visión de nosotras en el enorme espejo de nuestra habitación. Ella usa un top de tiras y yo uno strapless para diferenciarnos un poco.

— Bueno, Korn, si River no te lleva a casa después de verte... — me toma de la mano para hacerme girar en mi propio eje para chequearme de pies a cabeza. — Hay muchos ingleses que sí van a querer hacerlo.

Me dejo caer sobre la cama.

— ¿Será una buena idea? Aún tenemos tiempo de volver sin dejar rastro de haber venido.

C vuelve a tomarme de la mano para ponerme de pie. Me sostiene los hombros y me hace pararme de frente al espejo para observarnos otra vez.

— Cornelia. — dice dándome seguridad. — Es una buena idea.

Suspiro y sonrío.

Por supuesto que lo es.

— Y tú, amiga... — imito lo que ella hizo conmigo hace un momento y la hago girar. — Eres un absoluto bombón.

Vestir completamente de negro me recuerda a mi vida antes del torbellino que ha sido la llegada de River. Los conciertos con Cecilia, las fiestas y las fotografías en la calle después de nuestras travesuras. Siento adrenalina corriendo por mis venas, porque se siente espectacular volver a lo básico.

Londres en la noche luce extraña ante mis ojos neoyorquinos, acostumbrados a las luces y al bullicio. Aquí todo es más pacifico y puedes cruzar la pista sin tener que preocuparte por ser arrollada por un auto a toda velocidad.

C me toma de la mano para caminar. No sabemos a dónde dirigirnos, pero reímos y nos sacamos fotos frente al Big Ben con nuestros teléfonos, para recordar que vinimos a Londres en busca del amor.

Decidimos subirnos a un taxi que nos lleve a The Dublin Castle más rápido, que está ubicado en Camden. Nos sacamos más fotos allí. Y se me ocurre que quizás es un buen momento para crearme una cuenta de Instagram y hacer feliz a Agnes.

The Dublin Castle tiene la fachada de color rojo y ventanales blancos. Es tan antiguo como el rock'n roll y te hace sentir bastante cómoda con lo que sea que vistas. La gente es muy ordinaria en la fila. Jeans y camiseta. Una vez más, Nueva York es como un recuerdo fashionista y futurista al mismo tiempo. La arquitectura de esta zona cae a pelo con la clase de personalidad que demuestra River. Sombrío y acogedor, con un toque de clase.

Es bastante obvio que C y yo resaltamos entre todo este público que nos observa sin disimulo. Un par de mujeres rubias se acercan a nosotras, dudando y sonriendo con nerviosismo.

— ¿Eres Cecilia Ferreira? — le pregunta una de ellas a C.

— ¡Si! — se emociona.

— ¡Te vimos en el show de Victoria's Secret el año pasado! — saltan.

Después de sacarse varias fotos juntas, la atención que recibimos aumenta, y todo el mundo allí nos observa con más intensidad.

Las puertas de la taberna por fin se abren y la fila empieza a avanzar considerablemente lento. La impaciencia me empuja a terminar la mitad de mi paquete de cigarrillos. De pronto, la gente empieza a gritar y un auto de lunas polarizadas se abre paso entre el aglomerado.

C y yo nos ocultamos entre ellos, aunque no sea fácil, ya que entre empujones y jalones, nos separamos. La gente está llena de algarabía y suponen que todos aquí sentimos la misma pasión, por lo que caigo en el frente, segundos después que el auto ha pasado y se detiene en la entrada.

La Ópera del Diablo |henry cavill|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora