Capítulo 47.

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En la tardanza dicen que suele estar el peligro. —Miguel C.

Alessia.

—Estás loca, es tu hijo. No te ha hecho nada, es el menos culpable de tus desgracias —alego.

Emociones traspasan su rostro y sus ojos se ponen llorosos, pero eso desaparece cuando sonríe.

—Por eso, porque es mi hijo. Quiero ser una madre egoísta, si yo no soy feliz él tampoco. El deber de Nicolás es estar con su madre, quererme, pero no lo hace. Ha pasado su vida amándose a sí mismo, amando a otras mujeres y a mí no, ¡soy su mamá! —dice incrédula.

—Tu misma haces que te odio. Le mataste a la mujer que amaba, a un hijo y lo hiciste vivir cosas insoportables. ¿Cómo pretendes que esté cerca de ti, cómo?

Grita un momento, se arregla el cabello con las manos temblorosas y me mira con desprecio.

—Cállate, Nicolás es mi hijo y yo decido como vivirá su vida.

—¿Qué vida, es vida sentirse solo todo el tiempo? ¿Es vida no tener a alguien que te ame? ¿Es vida no tener una familia estable, dime, es eso vida? El amor de una madre no es remplazado por nada, ni nadie. Rosella estará muy decepcionada de ti.

Me golpea en la cara. Puedo ver qué le duele escuchar la verdad. Sin embargo, puedo notar que le duele más que mencione a lo único puro que tiene y esa es Rosella.

Antes escuchaba que los padres siempre tienen un favorito, no obstante, yo nunca sentí eso hasta ahora que lo veo en vivo, al examinar el reflejo de brillo en sus ojos cuando habla de su niña más eso se esfuma cuando habla de Nicolás. Y ahí entendí, como un padre lástima a un hijo, haciendo elecciones entre uno u otro.

Y que tormentoso debe ser saber que eres ese hijo que no eligieron.

Nadie, absolutamente nadie merece sentirse así.

—Rosella es pura, fue concebida con amor. Ella estará bien. En cambio, Nicolás y tú, no —asegura.

Sin más sale por la puerta, Alfonso había salido minutos atrás a comunicarse con no sé quién. Necesito más agua, estoy seca por dentro, sumándole que no entra nada de aire y sudo por segundos. Mis heridas molestan y mis piernas sangran por los raspones.

Minutos más tarde Alfonso entra, se queda un momento mirándome con admiración. Se aproxima a pasos lentos y lo único que hace es asustarme. Acaricia mi mejilla con sus nudillos sin apartar la mirada que tanto debería asustarme y no lo hace, al contrario, me ocasiona mucha lástima saber que esos ojos jamás serán felices.

—No quisiera que vivieras esto... —dice con un destello de melancolía.

—Sácame de aquí, Alfonso. Este no eres tú, no te dejes manipular por ella. ¿Quieres mi odio? —retira la mirada, luego me mira y se carcajea.

—Alessia, no eres capaz de odiar ni a una mosca. Si no haz odiado a tu hermana por todo lo que te dice, no lo harás conmigo. Y esa es una de las cosas que más amo de ti, que eres sana, pura y no ver el mundo te hacía única. Aún eres única.

Su respiración se siente tan cerca de mí rostro, él me sostiene, pues tiene sus manos en mi mentón. Rompe el espacio para besar mis labios, quiere besarme y retiro mi rostro. Cosa que no le gusta, con su otra mano aprisiona mi mejilla con más fuerza y hace que lo mire. Me da un beso corto, no lo recibo pero aún así insiste.

No quiero nada de él, ni un beso, ni una caricia, porque todo es tan vacío, tan insano y tan sucio que no deseo que marque mi piel con sus manos llenas de sangre y odio. No quiero vivir con ese tipo de recuerdo, no cuando ya han trazado otros más bonitos y más sanos.

A través de ti  [COMPLETÁ] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora