Capítulo 33.

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Nada es más triste que la muerte de una ilusión. —Arthur K.

Alessia.

El gran día ha llegado o al menos mi familia lo ve así. He estado muy nerviosa desde que estoy en el hospital a punto de entrar a un quirófano. Mi familia y mis amigos no caben de la emoción, según ellos ven la esperanza a mi lado.

Estoy en un momento de mi vida donde indago y algunas cosas simplemente no tienen respuesta. Cómo este momento por ejemplo, después de años, hoy podría ver la luz o permanecer en la oscuridad. Y, luego de los resultados sabré a ciencia cierta las respuestas a mis demandantes cuestiones.

La presión constante de no saber qué hacer, me hizo detenerme un momento a pensar y supe que era lo que quería. Lo anhelaba desde pequeña, sin embargo, el temor me hacía retroceder como a nadie, el miedo suele estancar y me duele pensar que me estaba dejando vencer por algo que solo estaba en mi cabeza.

Y es que como dice mi madre: siempre habrá un lado destructor y un lado reparador en nuestras cabezas, ¿por qué hacerle caso al lado destructor? Si lo único que busca es eso, destruirnos. Debemos mirar el horizonte del lado reparador, porque ese lado, al menos intentará guiarnos hacia el camino de la abundancia y sosiego.

Aunque, eso no quita que mis esperanzas no estén tan elevadas, lo voy a intentar, sí, porque en mi interior hay ganas y la palabras de Luka y Nicolás siguen en mi cabeza: «inténtalo», «no dejes que el miedo gane, desafíalo y se irá» Por una vez en la vida me alegro de tener sus voces en mi cabeza, de una forma u otra me obsequian un aliento de positividad y amor.

Por otra parte, sino llego a ver he decidido que está operación sería la último que haría. No voy a arriesgar mi salud mental por nadie, no es lo correcto y con esto me enfrento a tener un desorden en mi cabeza que me podría llevar a la locura. Una locura eterna y triste.

Algo que me reconforta es que Luka ha sido excelente, puedo asegurar que con él estoy en buenas manos. Me ha llevado de aquí para allá sin parar, me ha tenido ocupada y no he podido pensar más de lo necesario. Pero, ahora que estamos a nada de entrar a un quirófano, todos y cada uno de mis pensamientos vuelven a mí y me ponen los pelos de punta.

Me siento feliz, melancólica y extraña, tengo un cúmulo de emociones que me hacen alterar aún más; tanto de gozo y preocupación. Lo más incómodo de todo, es no percibir a Nicolás aquí, conmigo.

Sé por boca de Luka que él se encargo de avisarle mi decisión, por tanto lo sabe, pensé... o más bien desee que estuviera aquí y sé en demasía que no debería importarme que esté o no, aún así me importa más de lo que acepta mi mente.

Por desgracia, no me amargaré por eso. Allá él si no quiere venir, siempre supe que no quiere que yo vea y ahora me lo afirma. No puedo negar que sus acciones de los últimos días me confundían, por ello llegué a creer que vendría y me equivoqué.

Mi madre no para de orar al igual que los demás en voz alta, yo también lo hago dentro de mi mente. Tiempo atrás, estaba tan ocupada siendo negativa, rebelde y testaruda que no me daba cuenta qué algo dentro de mí pedía esto, pedía que me diera la oportunidad de brillar, de ver la felicidad. Creo que todo ciego lo desea, es algo demasiado difícil de explicar y entender.

Mientras más pasaba el tiempo, mi terror y mi vigor subían de nivel. Cabe destacar que Luka insistió tanto en que acepte esto, él me habló mucho sobre la posibilidades que había, se enamoro de mi caso y tiene más esperanza que yo misma y lo mas desvanecedor es que esas esperanzas se las ha instalado a mi familia. Bueno, a dos de ellos, porque Idara tampoco se ha aparecido por aquí. La verdad no me sorprende, lo deduje desde que se entero que iba a operarme. No le gusto en absoluto, Nicolás y ella debería montar un club que diga: no queremos que la ciega vea.

A través de ti  [COMPLETÁ] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora