CAPÍTULO 9

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Habían pasado varios días desde aquella salida con Maite y la verdad era que poco habían podido hablar. Quedaban para sus tutorías y la preparación de las clases de Maite que impartía Camino, pero, por lo demás, no hablaban de otra cosa que no fuera trabajo. Si a esto se sumaba el hecho de no haber vuelto a quedar fuera de la facultad, el resultado era, otra vez, la puerta totalmente cerrada de Maite en cuanto a su vida privada se refería.

Por otro lado, algo que no había cambiado era la insistencia de Ildefonso por quedar con Camino, algo que la halagaba al mismo tiempo que le sorprendía. El chico todos los días la invitaba a tomar algo o a comer o cualquier otra cosa que pudieran hacer fuera de la facultad. Sin embargo, ella, siempre con una sonrisa, rechazaba sus invitaciones. No sabía por qué lo hacía, pero veía tanto interés que no quería darle falsas esperanzas, aunque para qué negarlo, sentía cierta curiosidad por saber qué pasaría si algún día decidía aceptar.

Un día, Camino estaba en la cafetería, disfrutando del primer café de la mañana antes de irse al aula de dibujo. Por fin había acabado el lienzo en el que estaba liada y hoy tenía pensado empezar otro, por lo que estaba un poco en las nubes.

M: Hola – saludó haciendo que Camino levantara la cabeza - ¿puedo? – señaló la silla vacía a su lado.

C: Hola, claro, siéntate – la invitó.

M: Gracias – dijo – tengo una tonelada de trabajos para corregir y la verdad es que no me apetece nada - contestó haciendo que Camino sonriera.

C: Pues espera a la época de exámenes – contestó – para entonces igual necesitas el café en vena – dijo soltando una carcajada.

En ese momento llegó Rosina y se acercó a ellas con algo que decirle a la profesora.

R: Maite, perdona – se disculpó – me ha dicho Liberto quiere verte en su despacho.

M: Vale, ahora voy, gracias – contestó amable a Rosina.

C: Vaya – dijo una vez ésta se había ido – ¿por fin haciendo amistades en la facultad? – aunque en seguida se dio cuenta que igual se había pasado un poco y se sentía ofendida por lo que le había pasado a su amiga – perdona Maite, no quería decirlo así...

M: No, no te preocupes – contestó rápidamente – ayer me preguntó si podía ayudarle con una de sus clases.

C: ¿A sí? – preguntó curiosa.

M: Aja – contestó – es una de las asignaturas que enseñé en París y quiere saber mi opinión sobre unas ideas que tiene.

C: Pues venga, no le hagas esperar – dijo – yo también me voy a ir en breve, quiero empezar otro cuadro para la tesis.

M: Vale, vale, ya voy – contestó terminándose el café y levantándose de su asiento – luego nos vemos y me enseñas el cuadro que terminaste ayer.

C: Perfecto – contestó – luego nos vemos.

Una vez Maite salió de la cafetería, Ildefonso entraba directo a la mesa donde seguía sentada Camino. Ésta le sonrió y él se sentó a su lado.

I: Al fin parece que voy a tener un hueco para poder hablar contigo – le dijo – que para hacerlo hay que pedir audiencia al rey.

C: No seas tonto – sonrió – es sólo que siempre que has venido me has pillado ocupada.

I: O que me evitas – picó.

C: ¿Yo? – se quedó algo sorprendida por aquella información - ¿por qué dices eso?

AMORES QUE MATAN (MAITINO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora