CAPÍTULO 17

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En pocos minutos estuvieron todos listos y preparados para aquella excursión que había preparado Camino. No era nada realmente del otro mundo. Era un paseo por aquel paraje para subir una pequeña montaña y poder ver desde allí uno de los paisajes que más le gustaban a Camino, el pueblo rodeado por todos aquellos campos verdes. Estaba claro que la chica sentía adoración por aquel pueblo y así se lo hacía saber a todos sus amigos.

Con ropa cómoda y alguna que otra mochila al hombro emprendieron aquella excursión. Al principio iban todos en un mismo grupo, pero, al cabo de algunos minutos y cuando el camino comenzó a estrecharse se fueron separando. Ildefonso iba delante con Camino, seguidos de cerca de una Maite que no hacía más que poner muecas a cada gesto del chico. Tras ellos Lolita, que veía la reacción de Maite y no entendía absolutamente nada, junto con Rosina y al final el resto de los compañeros.

I: Entonces dices que las vistas son geniales – decía mientras ayudaba a Camino a pasar por un pequeño saliente.

C: Sí ya las verás, seguro que os gustan – dijo mirando hacia atrás un segundo.

M: Camino, por favor – pidió seria – mira para adelante que te vas a caer – "y a ver si así el tontolaba este deja de meterte mano", pensó para ella misma.

C: Ya queda poco – anunció.

Y, como bien había dicho, al poco tiempo llegaron por fin a la colina. Cada uno se dedicó a admirar el paisaje a su manera. En el centro, Camino, Ildefonso y Maite sin quitarle ojo a su alumna, quien, al sentirse observada, giró su mirada para fijarla en ella. Maite bajó la cabeza rápidamente y se sentó en uno de los bordes.

M: Tenías razón – dijo hablando sin mirar a ninguna parte – esto es precioso.

C: Me alegra que te guste – contestó casi sin mirarla a ella.

I: La verdad es que no me lo esperaba así – dijo él.

C: ¿Cómo te lo esperabas? – sintió curiosidad.

I: No sé, pero me gusta – contestó. "Qué absurdo" pensó Maite – a Anabel le gustaría.

C: Quien es Anabel – preguntó pícara.

I: Pues... mi... mi hermana – contestó – le gusta mucho el campo.

M: Anabel - se oyó susurrar.

I: ¿Qué pasa? ¿No te gusta el nombre? – preguntó algo altivo al darse cuenta de quien lo había dicho.

M: Sí, si... me encanta – contestó volviendo un segundo la vista hacia atrás y ponerla de nuevo en el infinito – pero me ha recordado a alguien – soltó.

C: ¿Estás bien? – se preocupó.

M: Perfectamente – dijo levantándose de allí para unirse a los demás.

I: Oye, Camino – se acercaba a ella peligroso, sonriente - ¿esto qué altura tiene? – preguntó.

C: Pues ni idea, pero, unos cincuenta ¿metros? – dijo mirando hacia abajo.

I: Ten cuidado – decía chistoso – no sea que te caigas.

C: Qué gracioso – contestó.

I: Gracioso ¿eh? – se acercaba rápido hacia ella – ahora verás – hizo como el que la empujaba sujetándola para que no cayera.

M: ¡Pero tú estás imbécil! – gritó corriendo hacia allí para separarlo - ¿no ves que se puede caer?

AMORES QUE MATAN (MAITINO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora