CAPÍTULO 36

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De camino a casa de Camino reinaba el silencio en aquel vehículo. No sabía por qué, pero aquel encuentro que no había sido nada del otro mundo la había dejado algo intranquila. Al final Maite no aceptó el ascenso. Es más, se marchó seguro que, con su familia, a disfrutar de su mujer y de su hija. Probablemente viviendo feliz de la vida... Pero qué importaba, Maite estaba fuera de su vida, estaba mejor sin ella, sin sus besos, sin sus miradas, sin sus sonrisas, sin sus mentiras...

I: ¿Estarás bien? – preguntó una vez paró el coche frente a su piso.

C: Claro que sí – contestó con una sonrisa – sólo necesito dormir, mañana estaré como nueva.

I: Vale - dijo no muy convencido – Camino si necesitas...

C: Estoy bien, de verdad – le cortó sonriendo de nuevo – anda, iros ya, que si no no tendréis tiempo ni de dormir un par de horas.

Una vez el coche se alejó se quedó mirando a la nada, a la oscuridad. Incluso buscó por la calle algo que le dijera que la estaba siguiendo, algo que le dijera que tal vez seguía protegiéndola. Sacudió la cabeza quitándose esos pensamientos de la mente. Tenía que olvidarlo todo de una vez y seguir con su vida, mirar hacia delante sin Maite. Y aunque aparentaba que era posible, sabía que quizás jamás lo sería.

Un par de días después aun no la habían llamado para ir a la comisaría. Esperaba esa llamada sin tener muy claro qué se encontraría allí. Obviamente a Maite no, ella seguro que estaba con su familia en un lugar diferente, incluso podría estar fuera de Madrid. Así que, volviendo a su vida, intentó olvidarse de ese encuentro con su ex-conserje.

Salió de casa pues tenía que hacer varias comprar y, además, le apetecía dar una vuelta por la ciudad. Iba mirando los escaparates de las tiendas, pero sin entrar en ninguna. Paseaba metida en su mundo, pensando en mil cosas que no debería pensar pero que no podía controlar. Casi sin pensar miró hacia atrás, para después volver la vista al frente y un poco más tarde volver a mirar hacia atrás. "Esto es absurdo" se dijo a sí misma volviendo a retomar su camino.

Estuvo paseando largo rato, aclarándose las ideas que poco o nada se esclarecieron. Tal vez no tenía que haber vuelto tan pronto, así no se hubiera encontrado con Antoñito. Dirigió sus pasos a su casa y, desde la entrada a su calle, vio a alguien esperando en la puerta de su bloque. Conforme se acercaba distinguió su silueta y suspiró una vez supo de quien se trataba.

C: ¿Qué haces aquí? – preguntó llegando a su lado.

A: Hola, Camino – saludó – necesito hablar contigo.

C: ¿Sobre? – quiso saber aun imaginándose la respuesta.

A: Maite – contestó con decisión.

C: Ya, pues lo siento, pero tengo muchas cosas que hacer – dijo abriendo la puerta el portal.

A: Camino, por favor – la paró – creo que hay cosas que deberías saber.

C: Es que no quiero saber nada – seguía empecinada en lo mismo – ya sé todo lo que tengo que saber. Maite está con su mujer y su hija y yo solo fui un entretenimiento para ella.

A: Estás muy equivocada – dijo parándola de nuevo – Maite estuvo casada, si, y es verdad que tiene una hija, pero no es lo que tu piensas – decía con algo de rabia ante la incomprensión de Camino – no tienes ni idea, pero ni idea de lo que ha pasado Maite.

C: ¿Qué?... ¿qué quieres decir...? - dijo intentando asimilar aquello.

A: Dame diez minutos y te lo cuento todo – casi imploró.

AMORES QUE MATAN (MAITINO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora