Capitulo VII

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Al día siguiente, Gelda se levantó temprano para preparar el desayuno. No sabía a qué hora despertaba Zeldris pero le haría para el también. Aun en pijama se colocó la bata y fue a la cocina para ver que podía hacer de comer.

Estaba cortando unos panes para tostarlos cuando las puertas del ascensor se abrieron y Zeldris salía por ellas, vestía ropa deportiva, sostenía una botella de agua y un buzo también estaba un poco sudado. Debería de tener calor, ya que solo tenía puesta una remera de manga corta, al verla se quitó los auriculares que tenía puestos en los oídos.

-Buenos días.-dijo el pelinegro mientras avanzaba por la sala, su voz se oía profunda y calmada con un toque de cariño en el fondo.

-Buen día, ¿sales a correr por las mañanas?-

-Sí, me levanto, como una fruta y salgo a correr.-

-¿Entonces aun no desayunaste?-

-No, lo hago luego de volver de correr.-

-Ah.-

-¿Estas bien?- pregunto algo extrañado, Gelda lo miraba como analizándolo mucho también noto sus mejillas ligeramente sonrojadas.

Debido a su piel blanca como la leche y sus cabellos rubios sueltos, cayendo por los costados del rostro se evidenciaba más su sonrojo aparte de acentuar más su belleza.

Debería darse una ducha fría luego de esa visión.

-Sí, solo que nunca fuiste muy dado a hacer ejercicios. Me sorprendió un poco, eso es todo.-dijo Gelda regresando un poco a la realidad.

-Me lo recomendaron en rehabilitación, pero solo son ejercicios básicos. No hago demasiado.-

-Ya veo, hare el desayuno. Alexander no tardara en despertar.-

-Me duchare y vendré enseguida.-

Zeldirs desapareció por la puerta del pasillo que conduce a las habitaciones, la primera puerta era la habitación del pelinegro.

Una vez sola, Gelda se mojó el rostro en el fregadero sintiendo la calidez en sus mejillas. Zeldris había madurado bastante físicamente, de adolecente siempre había tenido una buena figura pero con los años había rellenado un poco sus músculos logrando una apariencia fuerte.

Aún tenía su adorable estura de un metro cincuenta y dos pero su cuerpo se había desarrollado bien para un hombre de su edad, no pudo evitar quedarse viendo sus brazos duros que estaban desnudos gracias a la remera y a pesar de estar cubierto se había notado su fuerte pecho y un poco de los abdominales que el pelinegro poseía, ya que la remera se le había pegado mucho al cuerpo. Se notaba que se cuidaba bien durante los últimos años, y combinado con su voz profunda y masculina acompañado por esa intensa mirada de ojos verdes oscuros creaba una sensualidad natural imposible de ver y no sentirse conmocionada.

Si siendo adolecente la dejaba encantada, ahora la dejaba sin aliento e incapaz de pensar. Era un perfecto espécimen del género masculino.

Sintió ira hacia la ex esposa de Zeldris, de seguro por un tiempo había disfrutado del pelinegro sin olvidar que había tenido el descaro de ser infiel. Si tuviera a Zeldris como esposo nunca tendría la necesidad de ir a los brazos de otro hombre.

Se sorprendió ante su pensamiento, negó con la cabeza y se dispuso a seguir preparando el desayuno. No haría lonchera para Alexander sino que le daría dinero para que se comprase algo en la cafetería, sabia por su hijo que sería lunes de tacos mexicanos.

Hizo café para ella y Zeldris mientras que para Alexander una deliciosa chocolatada con tostadas untadas de mantequilla y mermelada con fruta picada.

Amor En Invierno [Geldris] [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora